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Respecto de la beatificación de Juan Pablo II

Es una auténtica pena que ha inicios del siglo XXI, en una era donde los avances científicos, tecnológicos, artísticos y sociales de la humanidad son constantes y de una envergadura colosal, casi invaluable, millones y millones de personas en el mundo se sigan aferrando a costumbres y creencias de carácter oscurantista, a ritos medievales. Cuando el dictado de la modernidad ordena el sometimiento de todo asunto al más riguroso escrutinio con el fin de un progreso sano; cuando tenemos en nuestro haber historia suficiente como para ver que la credulidad sólo lleva a las penumbras de la dictadura que tiraniza la razón y la libertad de la sociedad y del individuo; cuando sufrimos los ataques terroristas de fanáticos religiosos que pregonan ser los auténticos portadores de la palabra de dios, argumento en común en todos los bandos; con todo, se sigue anhelando y abrazando con un costumbrismo espantoso las faldas inmundas de la ignorancia, se sigue nadando en el fango putrefacto de la superstición. ¿Cómo, si no es por el cobijo del vacío de criterio, explicamos que cientos de miles de personas acudan a la Plaza de San Pedro a celebrar la beatificación de Juan Pablo II? ¿Cómo, si no es por la falta de una educación objetiva y científica, se puede explicar que la gente siga creyendo en la supuesta santidad de algunos seres humanos, a los que después se habrán de encomendar, orando a una imagen ya sea de barro, yeso o impresa sobre papel?
Hoy he sido testigo de la beatificación de Juan Pablo II y, ahí donde millones de personas ven un acto hermoso, conmovedor, repleto de aires divinos, me es imposible ver otra cosa que no sea el movimiento en masa de la estupidez humana. Soy ateo, lo que no me impide reconocer el alto nivel intelectual y capacidad política del ahora beato, pero de eso a elevarlo hasta el cielo como figura santa me parece una aberración. No sólo su beatificación sino todos los ritos donde la gente se abandona así misma en nombre de la nada divinizada.
¿Qué fue JP II si no sólo el representante del imperio más viejo y duradero del mundo? ¿Qué hizo si no hablar y viajar emocionando turbas de fanáticos? ¿No fueron sus actos “humanistas” actos que convienen hacer a cualquier político que quiere pasar por carismático y popular? ¿Repartió acaso las arcas del Banco Vaticano para erradicar el hambre y la enfermedad de África o cualquier otra parte del mundo? ¿Reprendió a la madre Teresa de Calcuta por crear más de quinientos conventos de su congregación con las donaciones que recibía en lugar de usar ese dinero en beneficio de los pobres de la India? Una monja supuestamente curada milagrosamente de parkinson, ¿ese el su testimonio de santidad?
El beato JP II no es más que otro producto mercadotécnico al servicio del catolicismo efectivamente promovido por los medios de comunicación. El despliegue mediático alrededor del suceso de beatificación fue sorprendente, ¿por qué? Por que la figura del beato generará millones y millones de dólares imposibles de despreciar. Vendrán las repeticiones televisivas en horas pico y las marcas de consumo pagarán a muy alto costo por tener comerciales dentro de esas repeticiones; seguramente revistas y periódicos triplicarán sus ventas por tal noticia. Pero el mayor ganador será el Vaticano. A base de ofrendas, imágenes, muñecos, medallas, etcétera, el Vaticano elevara su poderío económico de un jalón sorprendente. ¿Paranoia mía? Verán que la gente consumirá como nunca en los próximos días a JP II. Además dará a la iglesia el apoyo moral que tanto necesita en estos momentos en que está tan desacreditada por todos los casos de pederastia que se le imputan a los clérigos, descaradamente respaldados por Benedicto XVI
Y la fe de la gente ¿no cuenta? Dirán, mas pregunto ¿no tiene la gente ya suficientes santos, vírgenes y beatos como para adorar o al mismo Jesús, que aún necesita más figuras a las que aferrarse? ¿No era esto propio del politeísmo romano donde había un dios para cada cosa? ¿No es el catolicismo un politeísmo disfrazado de monoteísmo donde sólo se ha cambiado el apelativo de dioses por el de santos?
Esa gente que derramó lágrimas en Roma o en su hogar a causa del romanticismo patético y vulgar de la beatificación, deberían de derramarlas por lástima a ustedes mismos como un lamento de la razón que sufre de vuestro abandono. No, es una ceremonia que no merece respeto alguno, por que toda cosa que represente un retroceso al intelecto humano no merece respeto alguno, solamente el repudio.


Oscar Jeraou

Texto agregado el 01-05-2011, y leído por 91 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
01-05-2011 Apoyo el comentario de la-hija-de-juanday. No es la ciencia ni la religión quien empobrece al mundo,son los actos de los hombres, productos de sus opciones. azucenami
01-05-2011 La religión no es el problema, son los hombres. Si no yo tendría que decir que la ciencia también conlleva a la destrucción, no se olvide de la bomba atómica, de los explosivos que se colocan los terroristas, de los misiles guiados que Estados Unidos lanza sobre Libia. No es la ciencia ni la religión quien empobrece al mundo, son los actos de los hombres. la-hija-de-juanday
01-05-2011 Excelente. Estoy completamente de acuerdo con este escrito informativo. Saludos siemprearena
01-05-2011 Con mis respetos por toda opinión, buen texto.***** albaclara
 
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