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Empecé por olvidar mi nombre. Empecé por lo que hay que empezar. Luego vino todo lo demás. Luego fui olvidando otras cosas. Pero fue mi nombre lo que se disipo de mi memoria tan lentamente, que empecé por olvidarme.

Ahora que lo recuerdo no fui yo quien empezó, o no estoy seguro. Veo que primero me olvidó ella. Sí, primero empezó ella a olvidarme, luego olvidar lo que vivimos y después, con el paso del tiempo, mi nombre. ¿Por qué esta manía de obsesionarme con un nombre? ¿Por qué mi nombre? Cuando ella lo olvidó no me molesto, de hecho siempre he tenido cierta fijación con el olvido y con pasar desapercibido a donde sea que voy. Siempre que íbamos a algún lugar prefería los lugares solitarios, en los cines nos sentábamos en las últimas filas, en los restaurantes en las áreas de fumar, que eran poco frecuentadas o con poca afluencia de personas. No recuerdo su nombre. Es un pago y cobro justo.

No solo ella me olvidó, también mis amigos me olvidaban: me saludaban muchas veces, siempre me decían el clásico hola cómo estás, y no recuerdo que mencionaran mi nombre, nadie reclama esas cosas a sus amigos. Pero de haberles reclamado, con justicia, todos se disculparían de no saber mi nombre. Le pasa a todo mundo.

A mi familia también se le olvido mi existencia o murieron. A esta altura no estoy seguro de muchas cosas. Mi cabeza es una especie de película fantasmagórica, rostros pálidos y planos que se convierten en otras formas; planos cerrados, acercamientos que nada responden; todas desconocidas, todas difícil de nombrar. Algunos rostros por momentos les sonrío, porque tengo la noción y la certeza de que los conozco. La seguridad de que son importantes, tal vez sea la familia que me olvido y como justo pago también comencé a olvidar. No estoy seguro, todo es incierto bajo este tipo de sedantes. Me duele algo. No puedo nombrarlo. Todo tiene un nombre y no todos los nombres los tengo. Sólo sé que por eso debo tomar esta cantidad de sedantes. Es como aquella historia que está en el hospital. Es esta, soy el personaje de una historia, pero sin serlo. Es complicado. Tendría la obligación de explicar lo que me pasa, pero no lo sé, se quedó en otro lado de mi cabeza, ese lado al que ya no tengo acceso.

Después, empecé a olvidarme de todo lo que había. Es una enfermedad me dijeron, pero no, yo en mí sabía que era algo más., la medicina tiene la falsa costumbre de darle nombre a todo, no todo es explicable. Siempre está velada toda la historia o la realidad por las percepciones que tenemos de algo o las incertidumbres que se nos forman sobre esto o aquello, nada es tan simple. Es complicado.

Mi familia me olvido. Ella me olvido. Yo los olvidé y empecé a crear otras cosas, otras formas de entretenerme. Contando manchas en la pared, contando sonidos del reloj, movimientos extraños o siguiendo la línea que forma la sombra cuando hay sol.

Los extraño a todos. El concepto de extrañamiento es difícil de explicar bajo estas circunstancias, pero tengo una sensación de vacío, una certeza interna de que algo no funciona bien, como si estuviera armando un rompecabezas y las piezas de los rostros estuvieran perdidas. Ni siquiera logro entender mis metáforas, por momentos las pienso y luego no alcanzo a comprender su significado, es como un conocimiento previo que de pronto estallará algo y todo se borrará. Así es como siento, es complicado.

Hay días que suelo sentarme en la puerta de este lugar y ver todo el movimiento. Ver como la línea de las sombras se van desvaneciendo lentamente, milímetro a milímetro hasta que de pronto aparece la oscuridad, y luego todo cambia. Todo se vuelve una sombra invertida. Entonces siento miedo. Pero bajo esta cadena no tengo más que someterme a todo ese movimiento. Siempre tuve la sensación de que la oscuridad es un líquido viscoso que lo recubre todo, y va desvaneciéndose y volviendo a empezar, yendo y viniendo, repitiendo todo.

Tomo nota de todo. Pero muchas veces no encuentro sentido cuando vuelvo a leer, y pienso que todo me lo he inventado. Dios debe tener el mismo problema. El mundo es complicado.

A las ocho viene una mujer vestida de blanco y me da dos pastillas. Una me calmará el dolor y la otra hará que duerma por doce horas. Me da un lapso corto entre una y otra. Me bebo un vaso con agua. Se va. Quedo silencioso viendo como camina y cierra la cortina.

Después se va y le empieza a hablar a alguien. No puedo ver, el velo que me ponen para dormir me deja con la inquietud de que no hay nadie y solo lo hace para engañarme, para mostrarme que hay otra vida afuera de estas cuatro paredes. Todo desde mi perspectiva debe ser una duda y una negativa.

Luego de un rato apaga la luz y empiezo a entrecerrar los ojos. Extrañamente, mientras estoy acostado no tengo miedo, no me asusta la oscuridad. Trato de pensar en algo o en cualquier cosa que pueda encontrar en mi atrofiada memoria. Pero no hay nada. Todo es un montón de fantasmas que se agolpan en una puerta queriendo salir sin poder salir. Me quedo dormido.

Despierto, a pesar de las pastillas, dos o tres veces en la noche. Recorro los pasillos, veo dos o tres camas con sombras que se mueven por momentos y que pienso pueden levantarse y verme. Me escurro de nuevo a mi cama y me acuesto. La segunda vez que despierto voy por un vaso de agua a la cocina y me tomo otra pastilla. Siento que el corazón me palpita a miles de latidos por segundo. El pecho me duele y siento que va estallar.

A la mañana siguiente me despierta otra mujer, gorda, fea, vestida de blanco. Me da en un plato algo de comida. Con el paso del tiempo he olvidado también que sensación provoca cada sabor, que sensación deja o sí es dulce o salado. Sólo como, maquinalmente como si fuera ese el fin último de mi especie. Después me levanta con algo de brusquedad y me lleva a la salita de juegos. A veces no es el mismo lugar donde estuve ayer, a veces el mismo, a veces no es ningún lugar. Solo siento que el tiempoo pasa muy lento, o no pasa.

Con el paso de los día, los meses o los años empezaré a olvidar todo lo que hay, el lenguaje, las palabras, los gestos, la utilización de mi organismo. Con el paso del tiempo.

¿Cuándo empecé a olvidarlo todo? Es una pregunta que me hago constantemente, una pregunta que no me alcanzo a responder.

Pienso en ella. No volvió a visitarme. Recuerdo que vino una vez, que se sentó frente a mí y me preguntó muchas cosas. Solo la veía, solo me apretaba sus manos contra mi pecho y me preguntaba si algún día tal vez la podría recordar. No le respondí, supongo que debía tener por aquel entonces una mirada vacuna, como de aceptación, de tristeza, de aburrimiento. Luego de un rato se paró y se fue. Sólo vi como sus pasos la llevaron a la puerta y ésta después de salir, se cerró. No sentí que algo pasara. No sentí que pudiera volver algo de ella a mi cabeza.

Cuando todo comenzó a terminar me di cuenta que empecé a olvidar. Uno cuando empieza a olvidar piensa que son fallones de memoria, que ya le vendrá la idea de donde quedó algo, pero luego olvidaba buscarlo. Entonces olvidaba el porqué lo quería, y me quedaba viendo la televisión. Me pasó muchas veces. Después apagaba el aparato y me dormía. Me quedaba con la sensación de que había olvidado algo, pero quedaba así, llevo muchos años sintiéndome así.

Después empecé a pensar que envejecía. Que cuando los años se van escapando uno se va poniendo nostálgico y deja de recordar toda esa información que nadie necesita o que nos entristece. Después dejé de pensar que las neuronas tenían que ver con aquello. Pero los médicos suponían que sí, que se me estaba atrofiando el cerebro. Yo sabía que no era así, que había otros factores externos que se habían metido entre lo que pensaba y lo que olvidaba. Después sólo iba quedando la memoria de cinco minutos. Después volvían imágenes del pasado, como si un rollo de negativos se estuviera armando. Luego nada. Sólo una especie de estática dentro de mí.

Pienso que he estado olvidándolo todo. Acá en estas cuatro paredes, sentado a veces, acostado otras tantas, veo el pequeño reloj de mesa correr, inútil. Por momentos esos rostros blancos me distorsionan lo que veo y empiezo a cuestionar otras cosas, vienen los supuestos recuerdos y las supuestas personas que conozco, y otra vez, mi cabeza como esos televisores sin señal, un puñado de líneas distorsionadas. Luego otra vez la vuelta a la cama, el techo blanco, la mesa de madera. Suelo sentir algún olor. No concibo de qué se trata. Los sonidos ya no sé si son sonidos o algo que me invento.

Supongo que solo me queda esperar a que algo pase, tal vez que lo olvide todo por completo y dejé de pensar y recordar, de inventar, de entretenerme. Tal vez me curé, siempre hay esperanza, cuando no hay nada, no hay nada que perder, eso es la esperanza. Y al final, si todo va bien, olvidar todo lenguaje, toda mímica, toda gesticulación mía. Es lo que queda por esperar, sólo esperar el olvido. ¿Porque qué otra cosa puedo hacer?

Texto agregado el 03-05-2011, y leído por 559 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
08-07-2020 Has perdido el olfato? sensei_koala
30-05-2015 Sat 30 May08:18 madrobyo No tenés puta idea de lo que es trolleo, putita mejicana. PrincipeNegroMx
21-07-2011 arriba la literatura centroamericana! MEANEY
15-06-2011 Has pensado en una manera ecológica y efectiva para suicidarte? Te recomiendo que leas tres veces este texto. Petecus
02-06-2011 Tienes razón, no hay nada que hacer, sino olvidar de haber intentado leer este texto. Una * qoelet
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