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Si barriendo cualquier sitio comienza el olvido, para qué hacerlo, pero la suciedad de las piedras nos obliga. Y caminando llegamos más rápido, que estupidez. Las mismas piedras llegarían a otro sitios con piedra de otros lugares diferentes, de muchos lugares, será que todos los recuerdos de esas piedras al juntarse crean otro universo. Tal vez por eso existimos. A veces para ser recordados y otras para ser olvidados, porque al fin y al cabo algún momento podríamos entrar en alguna cabeza. Muchas de las miradas y los sonidos nos hacen tropezar siempre con lo mismo, para que el recuerdo nos estruje la cabeza y para hacernos saber que si la transparencia del mundo (¿qué transparencia?) nos obliga a parecernos por un momento alguna cosa distinta de lo que pretendemos ser.
Nos paramos muchas veces frente a frente para imaginar que somos otras personas diferentes y desconocidas, y poder enfrentar el anonimato de la vida, y la indiferencia ante el mundo, ya que todas las banderas que están en nuestras espaldas nos carcomen con su patriotismo. Pero la distancia siempre nos obliga a volver a nuestros cuerpos. Nuestras piedras son siempre las que deberían o más bien nosotros deberíamos estar en su lugar, ya que nuestra suciedad opaca a la suya, que ni las moscas nos pueden soportar. Pero pensándolo bien la mugre de nuestros rostros no se debe más que al simple hecho de nuestra historia dentro de ese conjunto de bestias llamado humanidad.
Se levantó del suelo donde había pasado la noche. Se sacudió las pequeñas piedras, que se mesclan con la tierra de su cara, esa noche no le pareció tan mala, muchas otras veces tuvo que limpiarse lodo, basura y excremento, pero ahora eran sólo piedras. Incluso los sueños mejoran cuando uno tiene comodidad en su rostro, hasta los muertos en sus ataúdes mejoran su semblante cuando están cómodos. Cuantas piedras necesitaríamos para construir un hombre, incontables, tal vez ni siquiera alcanzaran todas las del mundo, pero para hacerlo con basura y excremento, una sola masa.
Si los días sólo nos la pasamos durmiendo el momento que esperamos se acerca más rápido. Y si despiertos podemos sentir el vacío de la espera no sería mejor vivir despiertos, con ese agobio latiendo dentro de nosotros, sensación sublime.
Muchas veces para que el dolor aumente nos sentamos frente a un espejo a ver como nuestros sueños se destruyen y desaparecen, y si en realidad (palabra más absurda) quisiéramos hacerlo buscaríamos las más absurdas escusas como que estamos incomodos o no es lo que esperábamos.
“Qué te pasa” solemos preguntar conociendo muy bien la respuesta, pero lo que queremos es ver el agobio y la pena ante nosotros, la razón en si es el placer, placer.
A veces me produce riza ver como el miedo se dibuja en el rostro de las personas, cuando andando por la calle nos mira que somos diferentes, como esconden sus carteras, como desvían los ojos cuando nuestras miradas se cruzan, como bajan la mirada, o intenta aparentar que no ocurre nada, como se cruzan de vía fingiendo que alguien los espera al otro lado, no encuentro cosa más graciosa y que disfrute más de ese miedo que los carcome con lo diferente. A veces para que mi gozo sea mayor busco a propósito sus ojos, o me cruzo de igual manera de vía, que deliciosa sensación cuando el miedo se transforma en desesperación y pánico.
Muchas otras veces nos sentamos a observar a la gente pasar pero sin que ellos los noten, o bueno esos es lo que intentamos, sacamos dos sillas a cualquier parque o plaza, buscamos un par de ramas que hayan caído de cualquier árbol (porque si las arrancamos sería como mutilar a un perro, nos encanta hacerlo pero con el tiempo haríamos costumbre de eso, y las costumbres muy pocas veces son buenas), nos tapamos con ellas y la gente comienza a pasar. Siempre he pensado que una de las únicas cosas que el ser humano ha logrado a perfección es ese movimiento de sincronización de piernas para por lo menos poder emigrar.
Si sus orejas hubiesen sido más perfectas, el cielo hubiese caído encima de nosotros. Y si su completa armonía con su entorno hubiese sido más perfecta, dios fuese solo un muñeco colgando de su cuello.
Y ahora no son sus orejas, es su rostro, todo su rostro lleno de cabellos. Hoy en especial hoy me pregunté, qué sería de mí sin esa ilusión, la única respuesta que vino a mi mente: el alivio. Serán dos besos mejor que un beso largo y un abrazo, no lo creo, para ser honestos prefiero la simplicidad a la cantidad. Tal vez mañana sea el último día, quien creería que el suplicio se convertiría en salvación, y ese rostro con cabellos se sigue convirtiendo en él, lo que es fealdad y malicia, será que mi organismo lo desecha, es posible, y ahora que me espera, espero el infierno que un cielo lleno de cabellos. Si, también descubrí que sus ojos son negros, y sus orejas no son perfectas, (dios puedes tomar tu lugar, el reino de los cielos, tu suplicio en el cuello acabo), no quiero orejas imperfectas, no quiero descontrol y malicia, y cabello en sus rostro, sería mejor buscar el alivio.
Su sonrisa volvió, el cielo cayó nuevamente, y el mundo se postro, de dios, es mejor no hablar, ahora ni su cuello es merecedor de tener un monigote tal.
No es necesario hablar más sobre el interior, los viajes largos son lo que en realidad nos hacen comenzar a preguntarnos sobre cosas absurdas, e inicuas, de hoy en adelante el exterior, los pensamientos los dejaremos apartes y el sonido nos envolverá hasta que nuestro fin llegue. Nuestro fin y nuestro retorno, nosotros las piedras.







Texto agregado el 09-05-2011, y leído por 76 visitantes. (0 votos)


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