| Y te vi...
 Hablábamos de sobremesa,
 cuando a la distancia te vi,
 sin poder alcanzarte contemplé tus movimientos frente mío,
 tu cuerpo dispuesto, distraído, pleno ante mí,
 y los miedos…
 
 Me fui acercando y sentí
 la sombra de mi cuerpo sobre el tuyo,
 robándote un poco la respiración,
 besando cada parte oculta por tu abrigo,
 la piel antes cubierta, silente y privada de mi contacto,
 a la distancia del beso que aún no me dabas.
 
 Fui tu cuello lejano rozando con mis yemas,
 tu pelo revuelto olí abrazándote a la espalda,
 tu cuerpo estremecido a mi susurro,
 y mis labios probando poco a menos
 cada parte de tu piel
 y tu sonrisa pequeña.
 
 Besé tu antiguamente tan tuya,
 esa boca pequeña que ya me pertenece,
 inspiré de tu cabello el aliento
 que me robaste de un suspiro.
 
 Tus labios se movían parsimoniosamente,
 como llamándome a gritos mudos de silencio
 palpé tus formas ocultas, imaginadas, prohibidas, obstinadas
 ansiosas de sentirse exploradas por mi contacto subrepticio,
 mi mano te buscaba entre las piernas,
 mas cuando me tocó la mano tuya,
 pensé me apartarías del atrevimiento,
 cuando en realidad me mostrabas el camino
 del placer dentro de tu cuerpo a un solo punto,
 la ruta hacia tu sexo erguido y presuroso,
 la senda y el ritmo a seguir tras tu paso.
 
 Y te vi. Todo ocurrió muy deprisa,
 tanto que al abrir de nuevo los ojos ahora tuyos,
 tú seguías ahí, hablando emocionada del mismo tema
 en que por breves instantes me perdí por verte,
 y no alcancé más que a mover la cabeza para asentir,
 volviendo de nuevo a escucharte, sonriendo y mordiéndome los labios
 cómplice de nuestro último y clandestino, pero delicioso encuentro.
 
 |