| Era la mañana del veinte y tres de mayo,
 esperaba con ansias
 nuestro último encuentro
 
 Después de las
 actividades con
 la familia que me
 brindó alojamiento
 y después de comprar
 mi boleto de retorno
 a Quito, llegó la hora.
 
 Eran las cuatro
 de la tarde, tu
 me estabas esperando
 en ese mismo lugar,
 me esperabas con
 dos botellas de agua
 mineral.
 
 Dimos un paseo,
 luego nos sentamos
 a conversar;
 tu tenías en mente
 abordar un barco
 que recrea a los navíos
 piratas que invadieron
 al puerto principal
 hace cientos de años.
 
 Aquel barco conocido
 como el "Morgan"
 es una de las atracciones
 del Malecón de Guayaquil.
 
 Tras una breve espera,
 abordamos el barco,
 esperamos un poco más
 y éste finalmente zarpó
 y comenzó a navegar
 por las aguas
 del Río Guayas.
 
 Lo que nunca imaginé
 fue que yo iba a tener
 una reacción desagradable
 al movimiento de barco,
 el famoso mareo.
 
 Ese malestar produjo
 cambios en mi estado
 de ánimo y eso te hizo
 sentir muy incómoda.
 
 De pronto yo no podía
 mantener una simple
 conversación,
 quedé en silencio.
 
 Tratando de romper
 ese silencio, al parecer
 dije alguna tontería,
 pero nada que
 pudiera ofenderte.
 
 Después del paseo
 en el barco, las
 cosas se pusieron
 aún peor, hasta que
 llegamos al restaurante
 para comer algo.
 
 Y ahí fue cuando
 estalló todo,
 estabas muy molesta
 yo me alteré
 y empecé a echarme
 la culpa de todo
 to que pasó momentos
 antes y de todos mis
 errores que cometí
 en tu contra.
 
 Así que no tuve
 otra opción que
 despedirme de ti,
 con un beso
 en tu frente,
 me alejé de aquel
 lugar, salí sin
 rumbo fijo, ya
 de noche.
 
 Caminé varias
 horas por las
 oscuras calles
 de la ciudad,
 no se cuan
 lejos pude llegar.
 
 Caminé en busca
 de un destino fatal,
 al no encontrarlo
 regresé a la vivienda
 de mis familiares.
 
 Al día siguiente
 me despedí de ellos,
 fui hasta el terminal
 de buses, abordé la
 unidad con rumbo
 a Quito, durante el viaje
 solo pensaba en el triste
 suceso de la tarde
 y noche anterior.
 
 Llegué a mi ciudad,
 aún no terminaba de entender
 que fue lo que pasó,
 pero de algo me di cuenta,
 de que todo contigo llegó
 a su fin.
 
 A pesar del distanciamiento
 volvimos a tener comunicación,
 pero ya nada era lo mismo,
 pero jamás volví a sentir
 la dicha de tenerte cerca de mi.
 
 Ese fue mi último viaje,
 desde entonces no he
 vuelto a poner un pie
 fuera de Quito.
 
 Y a pesar de todo
 mantengo viva tu imagen
 como si hubiera sido ayer
 la última vez que te vi.
 
 FIN
 
 
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