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Por cobardía o pura incredulidad, no había hablado por años, de aquella misteriosa misiva, que me marco para siempre. Estaba por aquella década proscrito por mi padre. Las continuas borracheras en que me había inmiscuido y mis romances con mujeres casadas; lo habían hartado. Una mañana no aguanto más y me desalojó a empellones de mi propia casa. De la forma más vergonzosa y vil arrojó mis maletas y pertrechos al pavimento oscuro. Ni siquiera el llanto de mi madre lo conmovió para que me diera otra oportunidad. No tuve más remedio que marcharme y dejar atrás toda mi holgazánica vida. Me despedí de mi mejor amigo-desde la niñez- con los ojos desorbitados de puro llorar; y dirigí mis pasos hacia Lima, donde hice mi nueva vida. Por años me comuniqué frecuentemente con Robert, quien era el único en saber mi paradero. Puesto que por aquel entonces el rencor oprimía aún mi dolido corazón, nada quería saber de familia. Un miércoles 22 de abril-lo recuerdo como si fuera ayer- recibí una llamada de él. Me pedía viajar de urgencia; se le notaba aturdido y lloroso al otro lado de la línea, estaba fuera de sí; solo fueron una cuantas palabras:-¡Soy Robert! Ven te necesito, es algo muy grave que no puedo decirte por teléfono...no me falles!-¿Qué pasa, loco?- Contesté sin conseguir respuesta. Un sonido agudo retumbó en mi tímpano derecho, luego de que colgara nerviosamente el fono. Pero sin dudarlo, a las pocas hora estaba rumbo a Chiclayo. El viejo ómnibus que tomé en Fiori se malogró en Pacasmayo, donde tuve que aguardar a que lo reparasen. El retraso no fue el único problema; el frío fue cruel conmigo aquella aciaga noche de meditación. Me despertaron en Chiclayo al promediar las tres de la tarde. En el trayecto estuve cavilando mucho la reconciliación familiar: me decidí, lleno de temor, poner fin a esta situación que me agobiaba la conciencia y el alma. Una moto-taxi me condujo rápidamente por la polvorienta avenida, a casa. Dude en un principio, pero mi mano como si tuviera vida propia, tocó la puerta. Fuerte y repetidas veces. La puerta estaba ligeramente descolorida y las cortina de la sala eran otras. Como nadie me abría, use mis viejas llaves. Ya dentro me di con la sorpresa que mi familia en conjunto estaba fuera. Mis pies me condujeron a mi habitación, arrastrándose deliberadamente, como acariciando el piso añorado. Mi habitación estaba llena de polvo, como si después de mi violento exilio se convirtiera en un lugar prohibido y respetado. Mi vieja casaca de cuero permanecía en el ropero, igual que la última vez que la vi, y mi pequeño Godzilla me observaba impávido con las fauces abiertas y desafiantes de siempre. Mis muchos afiches se entre mezclaban con grandes telarañas en un tétrico romance de luz y sombra. Todo, como expliqué estaba lleno de polvo, menos un sector de mi escritorio donde una hoja de papel recientemente garabateada, se movía curiosamente con el aire recientemente de vuelto al ambiente rancio. Una inusitada curiosidad me obligo a leerla. Estaba dirigida a mí y decía lo siguiente:Chiclayo jueves 23 de abril de 1999Querido hermano estuve esperándote esta mañana y me canse haciéndolo, espero que estés bien. Tu más que nadie sabes como te estimo, y es por ello que me he tomado la libertad de llamarte. No sé lo que me a pasado, Josué, no lo entiendo aún por más de que lo he pensado mucho. Todo es demasiado raro para ser cierto. Yo estaba en esa fiesta de mierda, y he tomado como siempre “fuerte”, estaba allí Humberto, Abel, James, Jean, y toda la sarta de tarados amigos nuestros, ¡si tú sabes como me pongo con los tragos encima, pero te juro que esa noche estaba tranquilo! Nada de drogas ni nada, de nada...Luego al día siguiente, domingo me levanto como siempre y sin saber como he llegado a casa ¡y cosa curiosa hermano! En mi house ni un alma. Desayune unos panes con huevos y me eché andar. Allí estaba Humberto “el cigüeña triste”, ensimismado en la barra del “Black Pub”, me acerqué a darle la mano y me ignoró, ¡te lo imaginas! Ese pendejo. A mi todavía con esa pendejadas. Pero eso no es todo, yo no tenía ganas de pelear, sentía una paz interior única, y también lo ignoré. Algo no estaba bien. Yo que soy un animal malhumorado... Posteriormente, fui a ver a Jenny y la desgraciada tan poco me dio bola: cerró sus ventanas cuando yo me acercaba a verla, se hizo la difícil. No lo sé, eso me puso de mal humor y me fui desconcertado a casa. Y esto es lo más grave: entro, saludo y mi papá nada, sólo abrazó tiernamente a mamá y algo le susurró tiernamente al oído, mientras apagaba la luz de mi cuarto. No sé qué pasa, nadie parece estar conciente que existo. ¿Quieren darme una lección por lo grosero, poco amable e indiferente que soy a veces con todos?”.Era todo cuanto decía la carta. La letra era indiscutiblemente de mi amigo. También se podía apreciar que la hoja estaba mojada por gruesas lágrimas. Era raro que él llorase.De repente sentí una mirada que me sobrecogió; en el umbral de la puerta, tras de mi, estaba mi padre, que me observaba incrédulo tras sus gruesos lente bifocales de carey.-¿Cómo te enteraste, hijo? Todo este problema ha sido muy penoso; no había forma de avisarte, lo siento mucho.-¿De qué hablas, papá?-De Robert ...fue un gran muchacho. -¡¿Qué?!, ¿cómo? ¿cómo que fue? ¿De qué hablas? -Si, hijo; Ya lo hemos enterrado, sufrió mucho el pobre...-se contuvo y prosiguió-. Pero ya han detenido al conductor que lo atropello.Miré la fecha de la carta y me desplomé de bruces. Cuando me hube recuperado, me lo contaron lentamente todo: Robert había sido atropellado por un camión el sábado tras salir de una juerga. En su borrachera no había sentido ni el rugir de su avanzar ni las luces potentes que a otro hubieran enceguecido. Tras ser arrollado, había permanecido en coma por largos cuatro días. El día de mi llegada lo acababan de enterrar-¡llevaba un día de muerto!-. Busqué en el piso y allí estaba la carta. Pero lo que me produjo un nuevo desmayo, fue lo que decía al final donde anteriormente no había visto nada: Postdata: Querido amigo, me tengo que ir. Despídeme de mis padres, diles que los quiero mucho ...Cuídate mucho tú también. Al final, su firma inconfundible.

Texto agregado el 16-07-2004, y leído por 165 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
14-12-2004 No nos morimos, pasamos a otro plano, quizá como el amigo de tu cuento. No es triste, yo siento que esa posdata es aleccionante para el protagonista, revaloriza la necesidad de vínculo con quien en un pasado quizá nos haya ofendido. Muy bueno. Emmah
26-08-2004 A mi tambien me confude un poco la posdata. Pero tiene una emotividad muy verosímil, buen desarrollo, si me gusto. Gatoazul
 
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