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Y se visitaron cientos de ancianas y ancianos para darle curso a un proyecto gubernamental que declaraba patrimonio nacional a cuanto vejete que hubiese cumplido más de 70 años. El motivo de esto, era encuestar a los más sabios, sin importar su educación escolástica ni mucho menos su situación económica.

Es que abundaban los viejitos que se habían transformado en perritos falderos y muchos de ellos, con su razón obnubilada, ya eran inservibles para el propósito estadístico. Pero, existía una caterva de ancianos agudísimos que bastaba que abrieran su desdentada boca para que brindaran una amplia exposición de su dilatada existencia.

El destino de los cien mejores, es decir, de los que recordaran cuanto asunto había jalonado sus vidas, cuanto dato, exacto o inexacto, total, todo se confrontaría al fin y al cabo, fueran destinados para disertar en las universidades más renombradas. Y si bien, algunos de estos carcamales ya no se podían mover de sus casas, debido a las enfermedades propias de su edad, ello no era obstáculo para que la clase entera concurriera a sus domicilios, y allí, entre frascos de remedios y un cúmulo de objetos inservibles, a los que son tan aficionados los viejos, el orador comenzaba a recordar y a hilar las más añejas vivencias, para ir reconstruyendo un pasado que para todos alguna vez fue glorioso.

Pero, fueron las ancianas más lúcidas las que se encargaron de aglutinarse para acordar una serie de medidas que las favorecerían. Ahora que ganaban una buena renta, podían costearse algunos lujos que hasta hace poco era un simple discurrir de matronas deschavetadas. Pues bien, conocedoras de que existían milagrosos tratamientos para rejuvenecer hasta a Tutankamón, las ancianas, que, en vista que saltarían al tinglado de las más diversas facultades y haciendo gala de una coquetería que había sido rezagada por los achaques, se pusieron en contacto con los más connotados profesionales de la reconstrucción quirúrgica y con las cosmetólogas y modistas que renovarían su imagen. Total, pensaron con certeza, algunas jovenzuelas que se atisbaban ahora en la TV, ya eran adolescentes cuando ellas aún no terminaban de ser amamantadas.

Y dicho y hecho, un batallón de cuarenta y tantas vetustas mujeres, concurrieron en grupo para conseguir lo que tanto anhelaban. Por supuesto, se consiguieron una licencia médica por un mes para la multitud de refacciones a las que serían sometidas, por lo que las universidades debieron trabajar solamente con los enclenques, pero lenguaraces viejitos, que no se hacían problemas con su edad, ya que es sabido que no existe el hombre que se sienta anciano, en tanto conserve sus dotes masculinas y el verso propio de un galán.

Las clases resultaron un verdadero éxito, ya que se logró armar un preciso atlas de los usos y costumbres del país, algo que no se había logrado ni con los más reconocidos historiadores, siempre tan tendenciosos.

Transcurrido un mes, apareció un verdadero team de interesantísimas damas, todas ellas con sus volúmenes y estrecheces prolijamente esculpidos. Sus rostros eran tersos y graciosos, labios turgentes y cabelleras vaporosas. Más que un grupo de octogenarias, ahora parecían más bien un dechado de opulentas actrices y mujeres de gran raigambre aristocrático.

-¿Son ustedes en realidad o las nietas que vienen a entregar una nueva licencia?-preguntó asombrado el rector de una de las prestigiosas universidades.
-Nosotras, por supuesto-respondieron a coro, con voces lozanas y mirada desafiante.
-Bien, ejem, supongo que vienen a reintegrarse a sus labores académicas, ¿no es así?
-¡Nooooo!!- respondieron en coro. Ahora acudiremos a los canales de televisión, en donde se requieren damas experimentadas y hermosas.

De este modo -y que no se diga que el machismo imperante atacó una vez más para dejar rezagadas a la féminas, porque no fue así como aquello sucedió- las facultades sólo debieron conformarse con la exposición de los viejos, aquellos jóvenes eternos que sólo se rinden cuando sus dotes se van a la porra. Un rector, sabihondo el hombre, decía desde entonces: “no existe la mujer anciana sino la que aguarda por sus recursos.”












Texto agregado el 09-06-2011, y leído por 231 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
21-02-2012 hummm...*****bueno blaum
10-06-2011 Aplausos para tu certera narraciòn.Vuelo de estrellas. almalen2005
 
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