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CONFRONTAS
(Reflexiones y vivencias junto a una hija adolescente)
Confrontas la realidad con tus sueños: la distorsión abismal te estremece. Ni tus ideas más remotas e inverosímiles admiten este escenario. Al fin y al cabo, lo has montado a partir de tus ilusiones pasadas volcándolas a tus razonamientos presentes. No te engañas. Sabes que la realidad es tan solo una percepción, y atribuyes a tu errada percepción la composición de la realidad esperada. No desesperas; deduces que la dificultad radica solo en como enfrentarlo más que a la situación en sí.
- Tú no comprendes nada – te dice-.
- La que no entiende, eres tu –le replicas subiendo el tono.
- Porque no pueden dejarme en paz, tengo ya 14 años, no soy una niña –vocifera luego de un resoplido.
- Es eso justamente: tienes apenas 14 años. Crees que ya conoces el mundo por completo. Nada tiene secretos para ti. Seguro que hasta esperas que en poco tiempo comience a pedirte concejos, y se inviertan así los roles definitivamente.
- No entiendes nada – dice por último y te deja mirando el vacío una vez más.
Tu mirada nada mira, mas los recuerdos afloran vívidamente y los ves. Allí apareces en una sala pulcra y blanca a la espera de conocerla de una vez; tú varonil temperamento te ha jugado una mala pasada: no has podido entrar a recibirla.
El resplandor que ingresa por la ventana te vuelve en si; un horizonte sangrante se posa sobre el conglomerado de antiguos edificios que se agrupan en derredor de la estación. A lo lejos un manojo de vagones sucios e informes detiene lentamente su marcha al aproximarse al anden; posas tu vista en el reloj e imaginas la muchedumbre atrapada en esos rectángulos de hierro, unos encima de otros, como si hubiesen nacido adheridos a su semejante, compartiendo su respiración, sus olores; tal vez hasta sus almas estén en contacto; un racimo de vidas amuchadas; un manojo de vidas con sus propias historias, con sus claroscuros antagónicos; vidas con grandes sinsabores y pequeñas alegrías. Vidas mezcladas con vidas; almas con almas; sueños con sueños.
Otra vez enmudece tu mirada y vuelves a ver. Estas nuevamente en esa sala inmaculada. Oyes gritos; palideces y te espantas. Comienzan a aparecer algunos familiares y te ruborizas de solo ver tu estado de inutilidad. Levantas la mirada y por el pasillo emerge pequeña, enérgica y exteriorizando su furia por haberla quitado de ese ambiente tan agradable donde residía. Te paras cerca, la miras con la parte libre de tus ojos; la otra esta cubierta por lágrimas. No sabes que hacer; alguien vestida de blanco y con cara de ángel, la pone en tus brazos. Expresas tu gratitud y alegría con llanto incontenible; ya no te avergüenzas, no importa que te vean; dejas fluir tu interior y se lo expresas a esa pequeña criatura que tienes en brazos. Sientes que algo a cambiado de pronto y para siempre: la estrechas con un amor inimaginado y nuevo; la sensación es sublime, inenarrable; sientes que la fusión con ese pequeño ser es indestructible y no dudas que así permanecerá por siempre.
Aquí estás de nuevo: pasa por tu lado y ni siquiera una mirada te dirige. Tal vez esté escrito que así deba ser; no te resignas a esa sensación tan dispar de apenas unos segundos antes. Necesitas buscar una explicación.
Como siempre que afrontas algo que no comprendes, aplicas tu rudimentaria visión respecto del sentido cíclico de la historia y por derivación de casi todas las cosas. Hurgas nuevamente en tu inconsciente en la búsqueda de recuerdos que te indiquen la bifurcación del camino: el antiguo, en el que ese diminuto ser solo buscaba acercarse y compartir cosas contigo, y el actual donde ese mismo ser ya muy crecido, solo quiere que te quites de “su camino”.
...Y otra vez los recuerdos. Vuelves atrás en los años. Las ves al costado de tu cama, tan pequeña que tienes miedo de lastimarla con tu respiración; te descubres observándola aún, como si las manecillas del reloj se hubieran detenido; como si el tiempo fuera solo imaginario y existiera únicamente el presente. Los milagros existen, no hay duda: ella Es Un Milagro. De repente abre sus ojitos y te mira; la ternura y el amor te desbordan, no caben en ti; ¡¡¡¡¡¡cómo es posible que esto ocurra!!!!!?
Pasa algún tiempo, y sigues sorprendiéndote; esta vida nueva que habita cerca de ti es un manantial de enseñanzas, virtudes, pureza y alegría. Llegas a tu hogar un día, como cualquier otro, cansado, agobiado; no puede uno seguir este ritmo alocado. Subes la escalera ensimismado recordando pequeñas disputas diarias, te abates, cuando de repente, al girar en el recodo de la subida emerge su pequeña cabecita y los brazos tendidos hacia ti balbuceando: pa...pá. Intentas pensar en lo que te ocurre mas es imposible; materializar tal sentimiento a través del pensamiento, la escritura o la palabra, no es tarea realizable; dejas de lado el intento y solo disfrutas.
Sientes que aunque nuestro sol y los restantes de todas las galaxias conocidas e ignotas dejaran de alumbrar en este instante y el cosmos entero a oscuras se encontrara, la luz de esos ojitos iluminaría tu camino por siempre.
Te retorna al presente su aproximación; te sobresaltas por un momento, luego observas su rostro endurecido por el enojo; las facciones de su cara parecen violentas, desprenden furia. Se cruzan las miradas y no logras reconocerla detrás de ese escudo impenetrable. Te asustas, sabes que no podrías vivir sin su cariño. Luego recapacitas y tratas de auto convencerte: la devolución del amor que le profesas no puede ser en modo alguno este sentimiento que trata de mostrarte. Te tranquilizas, sabes, sientes y crees con certeza que se trata solo de algo pasajero.
- ¿Todavía estás aquí? – te lanza con fiereza.
- Es que acaso no puedo desplazarme libremente por mi propia casa – le dices infantilmente.
- Así que esas tenemos “tu propia casa”. ¿Quiere eso decir que no tengo intimidad siquiera en mi propia habitación? Tal vez tenga que buscar un rincón alejado de la casa y parapetarme allí para conseguir un poco de privacidad. Es que no puedes entender que no me entiendes. Bueno, me has puesto tan nerviosa que ya no coordino. Lo que quiero decirte es que no quiero que te metas en esto, yo se muy bien lo que debo hacer.
- Hija querida – te ha impactado su discurso; de pronto cambias el tono y te pones conciliador- necesito que hablemos, que dialoguemos, como lo hemos hecho siempre. No tolero estar distanciado de ti. Muchas cosas vienen a mi mente ahora, todas ellas muy trilladas y comunes; te las he dicho más de una vez con seguridad; pero hay algo que necesito que entiendas: la educación de un hijo tiene muchas y muy variadas aristas, más básicamente puede uno elegir la vía de la imposición o la razón y el consenso. Corrido este camino ya, y sabiendo sin duda ninguna cual es el que hemos manejado siempre en este hogar, puedo decirte libremente que la imposición es siempre la mas sencilla de las acciones: solo alguien ordena y el otro cumple; si hija, hemos optado por el sendero mas sinuoso: esquivar las piedrecillas del camino, sortear las trampas de la convivencia y fundamentar las decisiones con todo argumento que se encuentre al alcance de nuestro intelecto; no es tarea sencilla como ya te habrás dado cuenta. Y hoy quiero y debo decirte que a veces dudo en haber hecho lo correcto al intentar transitar contigo y nuestra familia esta visión de la vida. Es que a menudo ocurre que la rebelión, el fastidio, la incomprensión y la indisciplina propias de tu edad, hace que nos sintamos abatidos, tal vez hasta traicionados. Y flaqueamos...y dudamos: ¿como hubiera sido esto si el camino elegido hubiera sido el otro?; ¿es que acaso mi palabra tendría mas valor?, ¿será que entonces hubiera sido mas efectivo dar una indicación sin ofrecer ni tolerar retruque alguno?............Pues estoy convencido de que no, aún en esta incómoda situación en que me pones, donde no se si me respetas o me ignoras, si me quieres o me odias, en fin, si me entiendes o ni siquiera lo intentas.

Te detienes un instante; tu respiración se ha agitado levemente como cada vez que las palabras provienen de las mismísimas entrañas; como cada ocasión en que la pasión aflora desmesuradamente y la razón, sin retirarse, observa tímida y silenciosa desde un rincón. La miras disimuladamente y notas que sus rasgos petrificados de hace instantes se han distendido levemente. Lees en su disimulada mirada distraída que está prestándote atención y quiere que continúes; no sabes claramente si como un desafío solo para resoplar una vez mas y abandonar de nuevo el lugar como diciendo “mira las idioteces que dices”, o acaso su interés sea real y de verdad quiere que llegues al fondo de la cuestión. La duda llega de la mano de este último pensamiento, ya que te preguntas que verdad revelada podrás tu decir para cambiar el curso de esta discusión; que pensamiento iluminado expresarás para que esa pequeña criatura que te emocionaba con cada gesto –ahora devenida en esta adolecente pensante y rebelde- se deshaga de admiración y afecto ante este padre tan maravilloso, reflexivo e inteligente que expone argumentos tan contundentes y concisos que provocan un convencimiento tal que no pueden más que traducirse en halagos y veneraciones. Tragas en vacío; no se hará fácil continuar hablando luego de esta inadecuada digresión de tu mente. Te concentras o al menos te esfuerzas en ello, mas parece que las musas están en su hora de siesta.
De pronto ella interrumpe el silencio impensadamente. Tus labios y mente, lo agradecen sin decirlo, pues continuaban bloqueados. Y dice con una naturalidad que te asombra: “Padre, no te esfuerces; comprendo con claridad lo que dices, y de verdad, agradezco que mis hermanos y yo hayamos crecido en este ambiente de libertad y razón. No es tema de discusión créemelo. Lo que ocurre es que –me duele decirlo y aún solo pensarlo- eso ya no basta. Hay algo dentro de mí que se desborda de mi ser y quiere fluir libremente; anida por dentro de mis sentidos una prístina necesidad de que esta sensación florezca y siento que ello es muy bueno”.
Muerdes tu lengua solo un segundo luego de interrumpir con una frase muy desafortunada: “hija solo son las hormonas, no es más que eso”. Te odias por un instante; odias la suficiencia que quisiste demostrar solo para salir del paso, y sabes que se debe a un motivo: tienes miedo que continúe adelante.
El instante de silencio produce un ambiente propicio para una nueva entrada a los recuerdos.
Te remontas a aquel atardecer de invierno. Un manto oscuro quiere comerse el cielo; empuja la claridad del tenue sol debilitado y lo arrastra hacia el horizonte definitivo. Una brisa diminuta impacta contra los cristales; cada una de esas gotas casi imperceptibles, se adhiere con toda su fuerza, mas se desliza hacia su inexorable destrucción y así desaparece dando nacimiento a los pequeños charcos que comienzan a formarse bajo la ventana. Y allí estás viendo ese espectáculo deslumbrante, viviendo momentos sublimes que la naturaleza pródiga te obsequia sin aviso previo. Todo parece tan sencillo; es solo detenerse, mirar y poder ver como las cosas suceden; estamos rodeados de imperceptibles maravillas que no nos detenemos a observar, como si fuera preciso utilizar lentes multicolores con cristales mágicos para percibir en toda su exuberante magnitud el regalo de la vida que nos rodea. Y allí te encuentras, sin otra actividad que la de mecerte y observar cuando de repente oyes un lejano tintineo a lo lejos; giras para mirarla rápidamente y notas como su carita se transforma, se ilumina, su mirada irradia una vivacidad extrema, unos pequeños hoyuelos se forman al costado de su rostro; la alegría la excede, la sobrepasa; te mira y con su mirada dice: “por fin ha llegado”. Asientes con un movimiento de la cabeza y salta como impulsada por un halo divino corriendo hacia la puerta. La acompañas; ya se lo ve aparecer solo a unos metros de distancia; asiendo con una mano el farol iluminando el sendero y con la otra la correa que sujeta la chiva que tira del diminuto carro, se aproxima Tito; ella lo espera como hace ya muchos años; él no fallará y tenderá su mano para que como una dama del siglo pasado, suba a su carro imperial y dé una vuelta por su reinado. La simbiosis perfecta entre estos personajes que has descripto es increíble: una vez ella ha subido a su pequeño trono, todo parece en su sitio; empiezan a alejarse por el camino cuando gira sobre su hombro y te mira; alza su mano y te saluda….y tu, súbdito fiel, te inclinas ante la reina.
- Padre, estas bien?. …Vuelves por fin..- si hija, es solo que…no importa.
- Pero que te ocurre. Has estado ausente, aunque aquí mismo.
- Es que…no lo sé; solo pensaba en cosas pequeñas, imperceptibles, cotidianas y a la vez maravillosas. Cosas que nos ocurren a diario y no las vemos. Ya no quiero discutir contigo. Te amo demasiado.
- Es que ya no discutimos Padre, solo conversamos. Tratamos de ponernos de acuerdo; además debo confesarte que adoro sacarte de ti mismo para que te detengas cerca de mí y me hables y hables.
- Pues entonces hablaré. Ante todo debo confesarte el amor incontenible que explota dentro de mí con solo escuchar tu nombre. La de los padres no es tarea fácil de realizar: debemos ser fuertes para protegerlos, sabios para aconsejarlos, rectos para ofrecernos como modelo; y es posible que ello nos exceda, mas el amor que por vosotros sentimos, todo puede lograrlo; y tristemente se y siento que con ello no alcanza; mas debes creer que nuestro interior se vacía y hacia ustedes fluye….damos todo, tal vez, aún lo malo fluya también, es que así somos, sanguíneos, temperamentales, frontales, y en el fondo, muy humanos.
Tu respiración se ha agitado otra vez. Se miran; permanecen en silencio. Los rostros están distendidos, el alivio sube a sus caras y los ojos recobran su mirada natural. Ha pasado la tempestad, el huracán se aleja. Una vibración tenue y serena, cruza ambos cuerpos reconfortándolos y crea ambiente propicio para un nuevo ingreso a los recuerdos…….
…..el tiempo ha fluido velozmente. Hoy será su primera salida nocturna. Estas inquieto, preocupado….si lo sabes, la dejarás en la puerta y por allí mismo la pasarás a buscar; mas no hay caso, el temor te invade. Llegas a tu hogar y te tiendes en el sofá a la espera de que el sueño te atrape por fin. No será sencillo; cierras los ojos, mas luego de unos minutos te das cuenta que así no funcionará; comienzas a pensar en las liviandades que se dicen sobre las noches de insomnio, y lo inconcebible es que las pones en práctica: cuentas ovejitas primero, luego pasas a números impares; mas tarde cuentas de cinco en cinco; te pones obstáculos un tanto más complicados: cuentas ahora países…o no…acabaste demasiado rápido, seguro hay mas países de los que has contado; tendrás que repasar el viejo atlas arrumbado en el rincón de la biblioteca. No tiene caso, nada funcionará; tus ojos abiertos miran al vacío oscuro. Las preguntas abruman tu insomnio: ¿Qué estará haciendo? ¿con quién estará ahora conversando? ¿en que estará pensando en este momento?. Ya te has resignado a mantenerte en vela, mas no quieres caer en este sitio común de los celos y la preocupación injustificada y tratas de volcar tus pensamientos en otra dirección. Empiezas entonces a elucubrar que frase sublime podrías decirle al ir a buscarla; y surge así una ilación de pensamientos que teorizan respecto de la importancia del orden de las palabras; así deduces que una frase dicha o escrita con idénticas palabras, tendrá más o menos efectividad de acuerdo a como estén ordenadas las mismas; es decir, dependiendo de cómo coloques las palabras y con leves variaciones a veces, puedes encontrar expresiones y pensamientos que provoquen mejor recepción, mayor impacto; en fin te convences de que si lograras ubicar cada palabra en su lugar exacto, obtendrías así pensamientos o frases mágicas. Tantas vueltas das sobre el asunto buscando al fin la expresión que logre subyugar al mundo que tus ojos te vencen, dejando así cientos de frases inconclusas; no importa, habrá ya otra oportunidad de lograrlo.
....Estas corriendo con todas tus fuerzas; la visión es casi nula pues la transpiración cubre tus ojos además del resto del cuerpo; avanzas desesperadamente; gritas, ahora lloras; nadie te persigue, pero nada te detiene, apresuras tu marcha cada vez mas; tus gritos pueden ahora oírse desde cualquier parte del planeta; pero…..aguarda; déjame escuchar; estas gritando su nombre; la estas llamando con todas tus fuerzas; avanzas y avanzas sin detener el ritmo; pareces haber llegado al lugar, miras hacia todos lados sin dejar de llamarla con un sonido que proviene de tus mismísimas vísceras. Buscas algo, a ella, pero no sabes dónde está. No entiendo…que es lo que pasa….te arrodillas tras un muro y lloras desconsoladamente… y un grito desgarrador hace vibrar todo tu entorno……por suerte tu compañera del alma que descansaba a tu lado, te vuelve en sí y te toma entre sus brazos; lloras sin consuelo. Nunca olvidarás esta pesadilla, ha sido una experiencia desgarradora; aun te duele el alma y seguro quedara marcada por el resto de tu existencia. Cuentas a tu esposa la experiencia macabra: la viste allí, tendida, inerme y demacrada; las uñas intensamente crecidas; su pelo, ensortijado, con un largor hasta la cintura. No, todo lo que tu vida dure, y si la conciencia perdura después de ella, seguramente también, llevaras consigo la amarga vivencia de esta pesadilla.
Te levantas prontamente y apuras tu paso; sabes que la hora pactada aún está lejana, pero quieres llegar a su encuentro cuanto antes. Y allí te detienes en la puerta de entrada cuando aún faltan dos horas para que aparezca. No importa la temporalidad, allí te quedarás y serás el guardián de tu ángel.
La claridad por fin aparece delante de tus ojos; buscar sentido profundo a comportamientos cotidianos, frases impensadas o miradas duras y primitivas, dentro de esta compleja realidad que nos rodea, resulta nimio. Si, lo ves nítidamente; difícil que algo suceda tal como lo imaginamos, siempre existirán matices que lo desdibujen o lo hagan distinto; la vida nos enfrenta en forma permanente a situaciones inesperadas y vamos adaptando nuestro andar acomodándolo a las sinuosidades del camino. Si, la claridad te estalla en los ojos; todo este mundo perfecto que has imaginado desde el principio es solo tu forma de protegerla; sabes que no es posible pues tu imaginación contempla escenarios inmóviles y divinos por los que ella se desplazaría sin riesgos, sin sobresaltos. No es justo que la coloques en ese sitio, como si no tuviera vida propia, como si solo fuera un ente desplazándose por lugares maravillosos preconcebidos e inmutables. Te das cuenta que tu razonamiento ha fallado desde el principio. La miras, la abrazas fuertemente y le pides que sea feliz, mientras dos gotas de alegría bajan de tus ojos, y en la placidez de tu descubrimiento, ya no confrontas.




Texto agregado el 13-06-2011, y leído por 610 visitantes. (0 votos)


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