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Era imposible poder dimensionar el tamaño real de aquella figura. Era tan enorme y a pesar de sus conocimientos en física y arquitectura, no pudo calcular ni si quiera el diámetro o el área, sólo atinó a decir, después de mirar al cielo, qué mierda es eso.

La noche era clara, despejada, con luna media menguante, no hacía frío, más bien calor, ya que el viento costero estaba bien templado. A esa altura podía ver el centro, el puerto y el océano en gran proporción y notó que todo estaba a oscuras. Pronto se encontró en un mar de silencio en un estado estupefacto y aterrorizado. Su peor fobia se estaba haciendo realidad. Quiso correr pero reconoció y se adelantó a los hechos de que ningún lugar podría ser un buen resguardo, ni si quiera su propia casa.

El pánico se apoderaba de su cuerpo, le tiritaban las piernas y estaba a punto de lanzarse al suelo a llorar. Pensó en rezar también, pero qué más daba si todo estaba ahí ocurriendo ya. las sirenas comenzaban a sonar, era un son de guerra, la gente saliendo de sus casas quedaban, atónitas ante esa imagen gigantesca en el firmamento, estática, oscura, imponente y escalofriante. Era algo que iba más allá de su entendimiento. Más allá de la lógica normaloide humana existente. Querían creerlo pero el shock era demasiado. Ahora eran los barcos los que alertaban la situación. Luces desde el puerto iluminaban el aire tratando de encontrar algo perdido. Todo era inútil, el objeto parecía liso por todos lados. De pronto se escuchó n cañonazo tan fuerte como una explosión de artificio de año nuevo, o incluso más. Un surco apareció desde un barco en dirección a la figura y antes que pudiera tocarla se vio como el curso del proyectil cambiaba y se devolvía. El terror se apoderó de la gente que estaba pendiente de los eventos y concluyó con una gran explosión en el puerto. Muchos empezaron a correr hacia puntos más altos, pero otros sabían que estaban perdidos, acabados, sin esperanza alguna.

Se paró dentro de su estado catatónico y se dijo dentro de su mente que todo estaría bien, quiso creerlo en un momento, y trató de autoconvencerse de que todo era un sueño, una crisis de pánico, una ilusión por el mal pasar y el estrés generado por la cantidad de trabajo que había tenido en las últimas semanas y su término de relación. Abrió los ojos una vez más y miró al cielo. Aquella cosa, fuese lo que fuese, aún estaba ahí, seguía ahí, estática, inmóvil, tapando lo poco de luna que había en ese momento. El día F había comenzado.

Texto agregado el 18-06-2011, y leído por 72 visitantes. (0 votos)


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