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Exercising the gray matter: part one sin editar ni nada…
El, sin miedo alguno camino con su sudor en mano y su miedo lo dejo a un lado. Ella, sola con su boca seca, titubeando las últimas palabras antes de voltear a verlo. El y su arma.

Levanto su cara, siempre serio, nada de miedo ni mucho menos calma. El temblor era solamente su enemigo y su más preciado contacto con ese ser humano que alguna vez fue el.
Ella, recordó el por qué no debió de salir ese día de su casa y mucho menos para buscarlo a él.

Su filosofía de vivir se resumía en tres palabras: mantente siempre vivo.
La filosofía de ella solamente era la de supervivencia. Sus sentidos se hacían cada vez más agudos por la adrenalina, mientras sus brazos lentamente se adormecían.
Te dije, dijo el, que no volvieras a contestar ese piche teléfono. Pendeja, siempre es lo mismo contigo. Perra hija de tu puta madre, bien sabias! Esa llamada no era para nadie, pero cotestate’.
No, dijo ella, jue un error. Fue un accidentee, yo no quería escuchar eso, dijo ella. Cortante sus palabras, su cuerpo se entumecía de el terror. Queria que esto pasara rápidamente, y su mente la contradecía. La lógica apuntaba directamente a un intento kamikaze contra ese hombre. Lanzarse desesperadamente seria su única salida, si es que exitosa se volviera.
El: Mira, tienes una oportunidad de salir de esta. Para que veas pendeja que yo también puedo ser bueno.
Ella: Dime, hare lo que me digas. Al terminar de decir esto, mordió fuerte mente su labio para sentir algo de dolor en su cuerpo. La abrumaba fuertemente la adrenalina y el terror en el que se sumerjia.
El: toma mi pistola, pero cuidadito con que me dispares. No estoy tan pendejo!
Ella: ok. Levanto su brazo tomando con su mano la pistola que aquel hombre maquiavélicamente le entregaba.
El: apuntantela en la cien, y cuenta hasta diez con los ojos cerrados, yo estare aquí observando. Orale! Pendeja no tento tu tiempo, tu pendejes me a cortado el tiempo desde que levantastes ese puto teléfono.
Ella: apuntando firmemente esa pistola a la cien empezó a contar. 1…2…3…
El: detente, sujeta el gatillo, y cuenta. Cuando llegues a diez tira de el. Ahí solo una bala vacia en el barril y puede que esa bala sea la tuya. Crees en dios?
Ella: Que?
El: que si crees en dios chingada madre!
Ella: que?
El: mira hija de tu puta madre. Le solto un puñetazo a la cara, callo al suelo, y sollozo fuertmente.
El: Calla! Que si te escuchan, yo mismo tiro de ese pinche gatillo hasta que escupa una puta bala.
Ella: se detuvo, dejo de sollozar y se levanto a como podía.
El: parado observaba como el cuerpo se revolcaba en el suelo. Ella, la mujer que alguna vez beso, no hacia que sintiera absolutamente nada.
El cuarto, obscuro solamente una lámpara colgada con una cadena se tambaleaba del techo. El rostro de los dos sangraba de distintas partes. Estaban acorralados a espera de su muerte pero el hambre de venganza de este hombre era aun mas grande que su interés de soberevivir.
Ella logro recuperar su postura una vez mas, debajo de toda esa sangre revuelta con moretones y lagrimas agrias, se podía observar unos ojos vacios y ausentes. Ella, poco a poco dejaba su cuerpo y se ausentaba, trasladándose a sus viejos recuerdos de niña, adorando el olor a flores en el rancho de su padre.


Texto agregado el 22-06-2011, y leído por 101 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
22-06-2011 Increíblemente para ésta época que sucedan cosas así. Pero suceden. Sin duda alguna. siemprearena
 
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