Y candadas las palabras dejan de escuchar; solo se perciben latidos oxidados; parpados manchados y la inmensa sensación de no pensar.

La respiración pesa, al igual que los zapatos desgastados de tanto llegar.

Quizás se marchiten los dedos y las ganas de gritar, pero no hay sosiego para esqueletos huecos y rostros secos por no pecar.

Cansa el zumbido del constante silencio y aun así continua la cosquilla coja agazapada en la boca, con la tonta idea de despertar bajo la sobriedad de un fugaz instante o el relámpago tímido de un emputado abrazo.

No es nada, es todo, es solo que se molestan las palabras al ser pronunciadas por accidente, al atropellar la escasa razón. Y no es nada, es solo que se pierde un poco la noción del tiempo almacenado bajo el colchón, el cual pide, implora un poco de sudor. Eso es todo… y nada mas!