Días eternos de lejanía envueltos en furia y melancolía, del olvido al recuerdo, del recuerdo al olvido una y otra vez intentando descifrar al corazón.

Tras una década de huellas sin paso al olvido Diego va reinventando horas de pasión y lujuria una vez por mes envuelto en promesas y juramentos, intentando ponerle parches al corazón.

Hoy no es distinto que ayer, la adicción al placer los junta y los envuelve entre sabanas silenciosas y crujidos de catre viejo; jadeantes, sudorosos y en mar de gemidos; el expresa un te quiero, ella en silencio cruza las piernas y cierra los ojos intentando imaginar al personaje de sus sueños; tras el esplendor y derroche en placer la escucha murmurar…. -Poco hombre-…; ella, tras la indiscreción recurre al disimulo; el, en silencio reacomoda su lógica e intenta purgar el enfado mientras piensa que la frase solo puede emerger de la comparación; ya no soy de ella ni ella de mi –piensa-, ahora le pertenece a otro. El deseo convertido en lujuria es ahora pecado, es traición al fantasma sin rostro perdido en el anonimato denunciado tras la indiscreción de la frase “poco hombre”.

Los fantasmas de la sospecha le inundan para llamarlo ingenuo y deja devaluado el juramento de fidelidad a quien sin reparo no escatimo en nombrarlo poco hombre; el amor caduca dando paso a la libertad; no hubo necesidad de escapar, ella se fue, rompió el silencio entre el placer y el cansancio.