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Inicio / Cuenteros Locales / Javierr / Capítulo II: En el café de Milán

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Dicen que luego de un gran sufrimiento viene una efímera felicidad, porque así se siente, sea a corto o a largo plazo. Este es el caso de Alejo, quien luego de esta gran tristeza tuvo su alegría. Abril apareció como un rayo de luz en una habitación oscura sin salida e iluminó todos sus días, todos sus momentos y hasta sus problemas parecían más simples al lado de ella.

Alejo era un tipo serio, que muy rara vez se divertía, en tanto ella era todo lo opuesto, dicen algunos que los opuestos se atraen. Divertida, jovial y con mucha energía, Abril vivía cada día con una sonrisa. Compartían intereses, ambos amaban el cine, podían pasar horas y horas viendo infinidades de películas de todo tipo. A el le fascinaban las de ciencia ficción y a ella, bueno como a la mayoría de mujeres, le gustaban las románticas.

Salían con diferentes amigos, algunos de él, otros de ella. Pasaban el rato, admiraban la naturaleza, Los árboles, la lluvia, el frío. No entendían porque la gente usaba paraguas, amaban la lluvia y hasta tenían una rutina. Todos los miércoles iban a una placita, cerca del trabajo de Abril. Alejo la pasaba a buscar con un mate bajo el brazo, se sentaban en el pasto y juntos se reían de un grupo de ancianos haciendo aerobics (Irónicamente, ya que ninguno de ellos era una persona que le gustase la gimnasia, ni que pudiera hacer esos ejercicios). Todo era muy perfecto, como suelen serlo los primeros meses o primeros momentos del amor.

Pasaron ocho meses de aquel misterioso encuentro, de aquella decisión del destino. Muchos dicen que los verdaderos problemas aparecen a partir de los ocho meses, rara teoría pero he coleccionado muchos testimonios y hasta empiezo a creer que es cierta, sigamos con la historia. Día común, 15 de Julio de un año que había comenzado bastante bien para ambos. Jueves 18:00 hs, Alejo salió de su trabajo, caminó por la peatonal Avellaneda, compró un par de facturas en lo de Doña María y fue directamente hacía su casa. Entró, arregló un poco el desorden que había y se quedó dormido. A las 21:00 se levantó exaltado por una pesadilla, había soñado que perdía algo, no recordaba que era. Fue a darse un baño, se cambió y cuando el reloj marcó las 23, se fue al Café de Milán, donde había acordado encontrarse con Abril.

Estaba pleno, la tristeza había desaparecido y la vida le sonreía. Se detuvo en una florería y compró una pequeña flor de color azul cielo y siguió hacía el café. Fue caminando sin prisa y sin apuro contemplando los rostros de las demás personas, feliz. En ese trayecto se cruzó con un par de amigos a los que saludó con gran cariño, charló un par de temas, se despidió y siguió su camino.

Llegó a eso de las 23:20 al lugar, pidió una mesa para dos al lado de la ventana y se sentó. Mientras miraba a la gente pasar, esperaba. Abril solía ser puntual y si se demoraba, eran máximo 15 minutos. Se hicieron las doce y Abril no llegaba. Pasó un par de horas, quizás tres hablando con el contestador y la taza de café ya estaba vacía. Alejo decidió irse, pagó la cuenta, se tomó un taxi y volvió a su casa. No entendía el porque de la ausencia de su amada. Decidió no pensar, se acostó en su cama y se sumergió en sus sueños.

A la mañana siguiente se despertó otra vez muy asustado, había soñado lo mismo. No pensó mucho y se dirigió hacía la casa de Abril. Hacía mucho frío, las calles y la ciudad volvían a parecer gris. Llegó, tocó el timbre y nadie lo atendió. Volvió a insistir pero era en vano, no había nadie. Algo había pasado, sentía la angustia en su pecho y sumisterioso sueño lo hacía pensar aún más.

Recorrió todos los lugares donde ella solía estar pero no la encontró. Llamar era en vano, ya que cada vez que lo hacía le daba el contestador. No tenía señales, de un día para el otro todo se había esfumado. Sentía una angustia mezclada con un enorme vacío. Fue al trabajo de Abril pero nadie sabía nada, era como si hubiera desaparecido totalmente del mundo.

¿Por qué se habría ido?, ¿Por qué nunca se despidió?, ¿Por qué? Muchas preguntas invadían al hombre. Su cabeza no dejaba de pensar, repasaba sin éxito cada palabra, cada situación, cada momento, cada lugar para encontrar alguna pista. Llegó a la conclusión de que no tenía ninguna explicación y no encontraba respuesta alguna, simplemente Abril se había ido.


Atte: Javier Romero Ulic

Texto agregado el 29-07-2011, y leído por 84 visitantes. (0 votos)


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