Tres hombres caminaban por la calle y de repente se cruzaron con una mujer muy atractiva, de unos treinta años aproximadamente.
Uno de ellos inventó una de esas excusas idiotas para romper el hielo. Y al rato se encontraban los cuatro tomando algo en un bar.
Tuvieron una conversación mas que interesante y luego de un tiempo la muchacha se retiró.
Al irse, los hombres se quedaron alucinados con la mujer, en especial uno de ellos.
Y fué este mismo el que le preguntó rapidamente a los otros dos si habian notado, que los ojos de la muchacha brillaban mientras hablaba.
La respuesta de sus dos amigos fue que no. No habian notado que sus ojos brillaran.
Y este mismo hombre se quedó pensando y concluyó, que al fin y al cabo, ese brillo fue extraordinario, fue el mejor brillo de todos, incluso mejor que el de los diamantes.
Porque esos ojos solo brillaron para el.