Aquella tarde primaveral 
te vi llegar 
con tu atuendo de hombre 
pasional, 
de mirarte me enamore 
de tu andar, 
tú figura robusta, 
tu caminar, 
nadie imagina cuanto deseo 
despertó, 
tú presencia, tu estilo, tu estampa 
de macho. 
Sin razón, sin objeción, 
en tus brazos caí, 
en tu regazo como una flor 
me deshoje, 
en esos ojos negros me vi 
desfallecer, 
en tu piel canela ardiente  
me cobije. 
La pasión desbordo liberada, 
y fuimos ambos 
fósforos en la rivera 
de la música. 
El amor junto al deseo 
despertó, 
por un sendero apasionado 
nos llevo. 
A la hora de la luna 
se presento el des control, 
y entre las hojas de su luz, 
pintamos su belleza 
de ardiente fuego, 
naciendo 
en poesía. 
 
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI  |