Existen momentos para mirar atrás. Y recordar las cosas que fueron. Las personas que fueron.

Porque si no, los hombres se hunden en los olvidos como los tiempos que se han perdido en nuestros baúles más antiguos.


Existirán. Mientras hayan maneras de quererlos, existirán. Mientras alguien en alguna parte recuerde sus refranes y enseñanzas, lo serán.

Un fiel reflejo de que las identidades no se van a la tumba sino al olvido de las ingratitudes, donde nadie puede obtener nada más allá de los tiempos.

Porque los que se van no lo han hecho, solo se retiran provisionalmente. Aguardando un instante de invocaciones y respetos. Solicitando una pausa de recuerdos elegidos como reliquias atesoradas en el final de cada hombre.

A revivir cien y mil veces. A renacer en sonrisas y comentarios. A pervivir y flotar entre los amigos y los queridos por el solo hecho de haber sido y darle, de cualquier manera, un toque a nuestras existencias.

Con rabia, con furor, con confianza, con amor, con risas o con llantos, con pasión, con locuras y también con cientos de aventuras.

Escribamos los momentos que ellos quisieron escribir en nosotros para mantener un mundo al servicio de nuestras propias razones, desentendidas de una tristeza que se puede expresar en la vocación de querer a los nuestros.

-Para todos los muertos que cada uno conoció en esta vida de paso-