De pronto parece que llueve en el Olimpo y los dioses pagan su infortunio con nosotros. Se burlan de nuestros anhelos, de nuestras inquietudes, de nuestros sueños mortales. Nos invitan a perder la esperanza y nosotros, ingenuos, acatamos. E incluso hay necios que luchan por no sucumbir a sus divinos caprichos, de ellos se ríen todavía más, derraman su desilusión en un fango de sudor y sangre, y miedo.
Pero, ¿cuándo empezó todo a salir mal? ¿Cuándo nos dimos cuenta de nuestras propias limitaciones? ¿Cuándo decidimos dar por perdida la batalla sin haber mordido el polvo las veces que hicieran falta?
Ahora me llevo la tormenta a casa y me despierto mojada. El tiempo discurre deprisa, y gira, gira golpeando todo en lo que un día creí, aquello que me llenó de fuerzas y me hizo ser como soy.
De pronto mi mundo naufraga…y es sólo por ver la desilusión en tus ojos.