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EL TRIGO A Clery Evans
Por Carlos Valentín González 2010

La llanura pampeana tiene esa intangibilidad que para los conquistadores del siglo XVI debe haber sido intimidante. Esa insondable inmensidad debe haberlos desconcertado; casi tanto como el mar que acababan de cruzar.
Saberse, o creerse dueños de algo a lo que no le conocían los límites debe haber sido por lo menos angustiante. Como ocupar un gran castillo al que nunca se lo llega a recorrer, ni siquiera a asomarse en todas sus almenas ni franquear todas sus puertas.
Manejaba por una ruta infinita, atravesando parte de esa llanura singular, íntima y cercana. En ella nacieron casi todos mis mayores. Los puertos cerealeros no les fueron ajenos, el campo siempre estuvo cerca de mi historia. Mi abuelo, el que había nacido en España, erigió su primera ferretería en un pueblito de campaña y allí tuvo sus hijos; proveyó a chacareros, puesteros, comerciantes y amas de casa de mercaderías que iban desde una tenaza hasta una casilla de madera, pasando por torniquetas, fratachos, cacerolas, pinturas, ceras, naftalinas, clavos y herraduras.
Esa tarde de principios de diciembre era tibia y aromática, por la hendija abierta de la ventanilla se deslizaban esencias que tenían que ver con las gramíneas, ese olor de cereal inmaduro, de espigas todavía verdes mezcladas con menta, y tréboles.
Iba al campo de un tal Evans, un campito no muy grande que seguramente alguna vez formo parte de alguna estancia. Serian una trescientas hectáreas en las que hacia trigo, tenia algo de hacienda, y ahora, quería armar una pequeña granjita con gallinas ponedoras. Por esto ultimo es que recurrió a mi; sabia Ricardo Evans que hace años esa era mi especialidad. Me conocía por referencias y yo había sentido mencionar su nombre alguna vez por aquellos lados.
La tranquera abierta era blanca y tenia una palabra pintada en color negro que no conocìa, ni siquiera me di cuenta a que idioma pertenecía: “Cymru”. La entrada era una calle de tierra, flanqueada por casuarinas altas y firmes como granaderos verdes y estoicos; a los doscientos metros el camino volteaba a la derecha, bordeaba un cerco de siempreverdes y dejaba ver, el monte de paraísos y eucaliptos que cobijaban la prolija casa de Evans con su galería fresca y amplia.
Todo alrededor era trigo. Hasta donde supuse que llegaba su propiedad y más allà también, verdeaban espigas vigorosas, expresando todo su potencial gracias a un invierno frío pero húmedo. Ahora, en pleno llenado del grano, el tiempo seguía acompañando. Iba a ser, seguramente, una buena cosecha.
Tres perros medianos, de razas indefinidas, salieron a ladrarme y ni bien me detuve orinaron tres de las cuatro ruedas, siempre supe que de ese rito canino jamás me salvaría.
De las sombras del monte, por detrás de la casa surgió un hombre alto de unos cincuenta años, rubio, curtido y con cara de estar esperándome. Llevaba un gorro tipo NBA estampado con la marca Chevrolet, bombachas de Grafa y camisa de jean, todo adornado con una constelación de manchas indescifrables.
- Buenas tardes ingeniero, me dijo en un tono firme y amable a la vez,- lo estaba esperando.
Lo saludé con un apretón de manos, hablamos brevemente de cosas que suelen usarse a manera de introducción, tales como el tiempo, y si iría a llover, y que por ahí el domingo, vaya a saber, el clima esta cambiando…

Por la costumbre de saber, cuando no es obvio como un Martínez o un Rabufetti, la procedencia de los apellidos, le digo: Evans…, ingles no?
Noté un sutil gesto de fastidio: - Noo¡¡ Galès, me refutó rápido, como si tuviese preparada la respuesta, como si hubiese sabido que yo iba a equivocarme con mi suposición.
-Los galeses son celtas, sabe. Al igual que los escoceses y los gallegos.En cambio los ingleses son anglo-normandos, de origen germánico.
Quedé sorprendido, aún, claro está, sin imaginar lo que escucharía a continuación.
- Mi bisabuelo se llamaba John Daniel Evans, llegó a la Patagonia en 1865, con el primer grupo de 153 galeses .Vino con los padres y una hermana, tenia tres años.El “Mimosa” era un clipper reformado para llevar pasajeros, con él cruzaron el atlántico y desembarcaron en el Golfo Nuevo, hoy eso es Puerto Madryn.
Noté que había una lenta transformación en su semblante, ya nos habíamos sentado en un banco de madera, sabiendo que este relato recién empezaba. Seguía sorprendiendome por lo que este hombre, sencillo a la vista,contaba.Su lèxico era
excelente . Decidi no interrumpirlo.

-Se imagina el contraste del verde Gales con la Patagonia, àrida, con sus vientos, desierta, y sin agua dulce¡¡ Tuvieron que asentarse en las cuevas que encontraron en la costa, y buscar agua. Había mujeres y chicos, fue muy duro aquello.
Ricardo lo contaba como si él mismo hubiese llegado en ese barco y padecido todas esas penurias de los comienzos.
-Tal vez sepa que mis antepasados vinieron escapando de la explotación de los ingleses .Estaban condenados a trabajar en las minas de carbón desde muy chicos. Galeses importantes como el reverendo Michael Jones, y los señores Lewis Jones y Love Jones Parry fueron los que se conectaron con el gobierno argentino del Gral. Mitre, mas precisamente con el ministro Guillermo Rawson.Se les prometió a través de una ley, parcelas de tierra a cada colono y si lograban establecer dos mil o mas familias se les aumentaría la cesión de tierras.
Ya sabìa, a esta altura, que por lo menos esa tarde no hablaríamos de gallinas.
-Y sabe que fue lo primero que hicieron?? Preparar la tierra y sembrar trigo¡¡¡
No es increíble? Habían preparado una laguna seca para la siembra y sabe lo que paso? Una lluvia de aquellas les tapó todo, y perdieron la siembra. Parece mentira¡¡
-No tardaron en salir a buscar el río Chubut unos 70 Km. al sur, y ahí se trasladaron.Se instalaron en Rawson, ellos le decían Trerawson, o sea pueblo de Rawson en honor al ministro que había favorecido la radicación.
-Y seguro que usted está adivinando que fue lo primero que hicieron…
- Supongo que sembrar trigo, le conteste.
- Si¡¡¡ y ahora tenían agua¡¡¡ Pero sabe lo que paso? Vino un viento terrible y se llevó tierra con semilla y todo ¡¡¡ Pobre gente¡¡¡
_Dígame si lo aburro ingeniero, pero no puedo evitar contarle estas historias, es como un legado, la sangre galesa, el trigo….




Y se quedó un instante callado, como recordando para retomar el relato. Yo ya deseba que no terminase nunca, que se hiciera la noche y nos encontrase allí .El, en su homenaje y yo escuchando fascinado lo que extrañamente parecían sus propios recuerdos.
-Usted se imaginará que en aquellos tiempos por el Chubut había indios…
-Claro, mapuches serian, le contesté.
-Bueno si, también estaban, pero los verdaderos amigos de los galeses eran los tehuelches,eran“los hermanos deldesierto” decía John Evans, así decía él Con ellos hacían trueque .Gracias a eso los galeses se abastecían de carne de guanaco, mientras que los indios obtenían el pan, les gustaba mucho el pan, bara, así se dice en galès y así lo llamaban ellos.
-Mi bisabuelo aprendió a usar las boleadoras y supo tener amigos entre los chicos tehuelches del cacique Wisel que solían acampar en las cercanías, tuvieron una buena relación galeses y tehuelches, le cuento que los galeses eran muy religiosos, muy cristianos y además amantes de la poesía y de la música. Tengo por ahí, entre papeles viejos la letra en galès de la canción que cantaron cuando salieron de Liverpool en el “Mimosa”a manera de despedida a los que quedaban allà.En español es más o menos así:

…”Hemos encontrado una tierra mejor
En una lejana región del sur
En Patagonia
Allí viviremos en paz
Sin miedo a traidores ni espadas
Y el galès será rey
Loado sea Dios….”


Ricardo Evans estaba cada vez mas entusiasmado en su relato, llegué a pensar que esto, así, no se lo había contado a nadie hasta hoy, y que un poderoso sentido de la intuición le había asegurado que yo era la persona que se iba a quedar sin que el tiempo importara a escucharlo. Y no se equivocaba.

-John Evans era amante de la aventura, junto a tres amigos, cuando tenía unos veintitrés años, recorrió a caballo la costa del Chubut hasta Comodoro Rivadavia, se hicieron cerca de ochocientos kilómetros.
- Pero la aventura que marcó para siempre su vida fue la de 1884, la del Salto del Malacara, la del Valle de los Mártires….
Y se quedó Ricardo, en silencio, como anticipando tristezas venideras, como si lo que ahora estaba dispuesto a contarme le lastimara. Volví a tener esa rara sensación de que me estaba contando su propia vida, una vida que vivió hace…. Ciento veinte años ¡¡¡¡.
-En aquellos tiempos se había corrido el rumor de que podría haber oro en las arenas del río Chubut, aguas arriba, hacia el oeste. Y hacia allá partieron John Daniel Evans y tres amigos galeses junto a unos cuantos caballos, cacharros, algunas armas y toda la ilusión.
-Eran épocas de Roca, y para esos años se instruía al ejército nacional para que capturara indios y los llevara a lo que el gobierno llamaba reformatorios como el de Valcheta en Río Negro. En realidad eran campos de concentración en donde el indio vivía o mejor dicho moría de la peor manera.

-Con esto le digo que aventurarse en la profundidad del desierto, tenía sus grandes riesgos, no se olvide que los galeses eran hombres blancos a la vista de los indios, tan blancos como los soldados que iban por ellos.Y muchos podrían suponer que eran espías comisionados por el ejercito. Desde ya que mi bisabuelo y sus amigos estaban muy lejos de eso pero estaban atentos, sabían que al nativo le había aparecido un nuevo enemigo poderoso, casi invencible.
- El oro sólo apareció muy pocas veces y en cantidades despreciables, igual mantenían la esperanza de encontrar la veta madre en las cercanías de los Andes y así llegaron a Leufù Lepà que en mapuche quiere decir río-nieve. En el campamento se les aparecieron dos indios que mi bisabuelo ya conocía de un tiempito atrás, andaban con hambre atrasada escondiéndose de los milicos, eran una especie de espías del cacique Foyel.
Yo no hacía más que maravillarme. Este hombre debe haber esperado muchos años hasta dar con alguien que escuchara su historia. Además seguía viviéndola en su relato como propia…
-A uno de los indios se lo conocía como Juan Salvo, y era quién le insistía a mi bisabuelo que lo acompañara hasta las tolderías en la montaña, y además, a manera de amenaza fue quién le dijo que si se enteraban que eran espías del gobierno no llegarían vivos al valle del Chubut.
- Con esa preocupación comenzaron a volver río abajo, tratando de marchar todo lo que pudieran, y tratando de dejar la menor cantidad de rastros. Fíjese que el poco caudal del río les permitió andar largos trechos por él y fue una manera de disimular su trayectoria.
-El cuatro de marzo de ese año 84 cayo sábado y John, mi bisabuelo, como sabiendo que iba a necesitar de él, ensilló el malacara, el mejor caballo de los cerca de quince que llevaban, en principio para cazar unas maras antes de retomar el regreso.Cuando iban por una laguna seca es que sintieron los aullidos detrás de ellos, era un grupo de varios indios enarbolando sus lanzas con las peores intenciones.
- John le clavo las espuelas al malacara y salió como disparado, pudo romper un círculo de indios, y ver como uno de sus amigos caía alcanzado por una lanza. Enfiló hacia donde él sabía que había un barranco de unos cuatro metros de alto, los indios también lo conocían y hacia allá lo corrían, para arrinconarlo.Tenìa un revolver John, pero sabía que poco podría hacer con él, a lo sumo dispararía un par de tiros antes que una lanza lo atravesara...
- Y lo único que le quedaba era saltar... El malacara debe haber sabido lo que su jinete pretendía y se la jugó. Saltó ese barranco y cayó con sus patas abiertas sobre la arena blanda, se reincorporó y a puro galope salvó a John de una muerte segura.Sus amigos no corrieron la misma suerte, fueron asesinados con mucha crueldad...
- A ese lugar se lo conoce como Valle de los Mártires, en homenaje a Richard Davies, John Hughes y John Parry. Ricardo se incorporó trabajosamente, y me ofreció unos mates:
- Voy a preparar unos amargos, o prefiere dulces??
- Amargo mejor, le contesté. Mientras Evans estaba en la casa con los preparativos del mate, me acerque hasta el molino que estaba a unos veinte metros, y me detuve a mirar en círculo; desde ahí se podía ver la interminable alfombra de trigo. Era el lugar mas elevado de la chacra y eso ayudaba a tener una visión privilegiada. La tarde era luminosa, despejada y tibia. El sol de las seis de la tarde y una brisa suave le daba al trigo la apariencia de un mar verde claro que invitaba a quedarse horas inmóvil, hipnotizado.












Estaba algo ansioso por seguir escuchando las historias de galeses de Ricardo, de ese legendario John Evans. No tardó en aparecer con el mate, el termo y un frasco de vidrio repleto de yerba.
-Bueno, acá está el mate, amargo me había dicho no?

Sí le dije y me ofreció una calabaza mediana con la yerba recién estrenada asomando junto a las burbujitas en la boca generosa del mate. Estaba exquisito.
- Usted sabe ingeniero, que al otro año de lo del malacara, en el 1885, llega el primer gobernador al Chubut, era el teniente coronel Luis Jorge Fontana. Resulta que se había promulgado la ley de territorios nacionales y el gobierno lo había designado a Fontana como primer gobernador del Chubut. Traía la instrucción de entregarles tierras a los colonos que se radicaran en la zona de la cordillera, cincuenta leguas cuadradas en fracciones de una legua, fíjese que una legua cuadrada son dos mil quinientas hectáreas.
Sólo se detenía para tomar en tres sorbos cortos el mate, lo veía mas entusiasmado que al principio, con mas vigor en el relato.
- Se dará cuenta que los galeses se entusiasmaron con la idea, tanto que al no llegar la plata de Buenos Aires para financiar la expedición, ellos mismos juntaron el dinero. Fontana les dio un Rémington con cien tiros a cada uno, y cada expedicionario llevaba sus caballos. Mi bisabuelo era el baqueano del grupo y como se imaginará entre sus caballos estaba el malacara. Eran veintinueve en total, de los cuales había diecinueve galeses, siete argentinos contando a Fontana, dos alemanes y un norteamericano, los conocerían como Los Rifleros del Chubut. Sabían todos que la cuestión era peligrosa, que todo esto les llevaría varios meses, pero allá en la cordillera estaba el futuro y el progreso.
-Anduvieron hacia el oeste, hasta llegar a la zona donde hoy están Esquel y Trevelin. Ahí estaban las cincuenta leguas cuadradas que los estaban esperando.Ahì estaba la Colonia 16 de Octubre, ellos le llamaron a esos lugares Valle Hermoso.
-Muy bueno su mate Ricardo, le dije. Apenas hizo una mueca de agradecimiento y se acomodó en el banco para seguir con la historia, que parecía a esta altura el argumento de una película de aventuras.
-John se maravillo, al igual que todos, pero él ya había escuchado de boca del hijo del cacique Wisel que en el poniente había montañas con nieve, animales baguales oro y pastos… y ahí estaba todo eso a sus pies….
- Se hicieron varias expediciones hacia allá, siempre estaba John de guía, de baqueano. En el 90 y 91 ya fueron los primeros vagones con todo para la instalación de las familias en la Colonia; cuando digo vagones no crea que eran de ferrocarril, eh¡¡¡
-A fines del 91 eran doce familias instaladas en la Colonia, mi bisabuelo ya era casado y tenía un hijo.
- Y fue en esos años que John se hizo de su primer molino, un descangayado cajón de madera que en su parte de arriba tenía el molino a manija al que había que alimentarlo desde una especie de embudo y darle a la manivela. Era un trabajo tortuoso, rendía poco y era agotador.
-Pero la necesidad hizo que fabricara una rueda que movida por el agua de un arroyo le diera la fuerza motriz y así pudo poner en funcionamiento aquel molino. La harina no era de primera, pero por lo menos abastecía a toda la Colonia para hacerse el pan negro.
-Ese trigo lo cultivaban ahí o lo traían de otro lado?, le pregunte
- Era de ahí¡¡¡ y las cosechas se fueron agrandando, y el molino quedando chico¡¡

- Usted sabe que al principio, como faltaban arados y otras herramientas para trabajar el suelo usaban el método chileno, era primitivo pero daba resultado...
- Como era eso, Ricardo?
- Buscaban un terreno con arbustos no muy altos, lo prendían fuego hasta que quedara todo ceniza, lo cercaban, tiraban las semillas de trigo al voleo sobre las cenizas y después metían una yeguas ariscas que enterraban las semillas. Con la ayuda de la lluvia el trigo brotaba.
- Y en la cosecha hacían algo parecido: Se cortaba a mano con la hoz, después se limpiaba el lugar con la pala, se hacia un perimetral en circulo de unos veinte metros de diámetro, eso se llama “era”.Para trillar se hacían gavillas con las espigas para arriba y para el centro.La noche anterior dejaban encerradas varias yeguas sin pasto ni agua para que no bosteen y a la mañana se las largaba en la era y se las hacía girar, así se desprendía el grano y algunas envolturas. Después de sacaba la paja con las horquillas y se seguía con otras gavillas hasta terminas.
-El grano se ponía sobre lonas y cuando soplaba viento con palas de madera de tiraba para arriba, de manera que el viento se llevaba las estructuras livianas y el grano, mas pesado caía a la lona. Después se hacía una zarandeada para repasar antes de moler.
- ¡¡ Sorprendente¡¡ Que sacrificio¡¡¡ dije.
-El trigo se daba muy bien por allá y la superficie sembrada iba en aumento, era lógico que el precario molino de John Evans se iba a quedar chico….
Ya no me iba a sorprender nada me dije, pensaba que las epopeyas de estos gringos iban a ir en aumento. Ricardo ya iba por el tercer cambio de yerba y el segundo termo. El sol tornasolaba el follaje del monte, había una calma absoluta. Por discreción no le pregunté a Ricardo si vivía solo. A esta altura estaba convencido que era así.
Por el año 96, John trajo de Rawson su segundo molino, mas grande, y obtuvo el permiso oficial de usar en forma vitalicia aguas del río Percy con tal que no se utilice para riego. Y usted sabe que la desgracia le llegó, pobre hombre¡¡¡ Que le paso??? Pregunté alarmado por el temor de que la historia se truncara abruptamente.
-Al tener su quinto hijo, Elizabeth su mujer, moría. Tenía apenas 34 años y John 35. Se imagina cinco hijos incluyendo un bebe recién nacido, en aquellas tierras llenas de inconvenientes, con los vecinos lejos, y teniendo que trabajar muy duro. Es así como viene una hermana de John a cuidar de los niños. Gwenllian. Era ciega. Y sabe quién le regaló su primer par de zapatos cuando tenía 20 años?? El Teniente Coronel Fontana.
No es que me alegré por la muerte de la pobre mujer pero por un momento pensé que la victima iba a ser el protagonista. Ricardo seguía, animado, hilando la historia con prolijidad, con cronología precisa.
-El molino Ager, así era el modelo, empezó a funcionar bien. Lo instaló cerca del otro, y lo fue mejorando con zarandas traídas de Rawson o Trelew.
-Para el año 1900 John volvió a casarse. Ella era Annie, mi bisabuela.
- Ella había enviudado, igual que John y tenía dos hijos chiquitos, mas los cinco de John y los seis que tuvieron llegaron a ser trece, aunque uno murió de bebe.
- Ingeniero: ¿Oyó hablar del plebiscito de 1902?
-No creo Ricardo, o no lo recuerdo. De que se trata?

- En 1897 se da una cuestión de límites con Chile. Resulta que el tratado de 1881 establecía el límite según las cumbres divisorias de aguas, pero en una zona muy grande, las altas cumbres estaban en un lado y la divisoria de aguas en otra.
-Creo recordar que acá entra a tallar el Perito Moreno, no?
-Exactamente ingeniero, veo que algo recuerda.El arbitraje estaba a cargo de Inglaterra, el rey Eduardo VII mandó una comisión de limites. Se imaginará que cada país quería hacer prevalecer el criterio que le convenía. Argentina por las altas cumbres y Chile por la divisoria de aguas.
-Intuyo que en esta salimos ganando.
- Si, y sabe gracias a quienes?
- A quienes?
- A los habitantes de la Colonia 16 de Octubre, o sea a los galeses. El perito Moreno era un entusiasta de la colonización, el sabía que los ingleses eran muy proclives a observar quienes ocupaban las tierras en cuestión. No se olviden que los ingleses a lo largo y ancho del mundo sostuvieron que la ocupación da derechos. Cuando vino la Comisión vio que había juzgados de paz argentinos, escuelas argentinas, que los colonos tenían familiares en la
zona de Trelew, Gaiman y Rawson. O sea que la relación con nuestro país existía desde siempre.
- La cuestión que el 30 de abril de ese año 1902 se convoco a una reunión en la escuela 18 en La Colonia 16 de Octubre, digo así porque Trevelin se llamo mas adelante.Fueron los vecinos mas prominentes, claro está que entre ellos mi bisabuelo John. Por Chile el Dr. Balmaceda, por Argentina el mismísimo Perito Moreno, el Sr. Holdrich representante del rey de Inglaterra como árbitro. Cuando este buen señor preguntó a la concurrencia bajo que bandera querían vivir, los colonos galeses por unanimidad eligieron la nuestra. Y eso que Chile les había ofrecido el doble de tierras que tenían. Fue un suceso histórico, gracias a ese plebiscito esas bellezas son nuestras.Ese día Argentina se gano para siempre nada menos que 360.000 has.
Apasionado, sin la flema del comienzo, casi excitado, Ricardo se acomodaba en el asiento como para continuar, como tomando aliento y a la vez semblanteándome para estar seguro de que me interesaba todo lo que me contaba. Y ya lo creo que era así.

-El trigo… sabía usted que el trigo del Chubut ganó medallas de oro en las exposiciones de Paris allá por 1899? Era mejor que el de estos lados. Y no es raro, piense que en Norteamérica y en Ucrania, el trigo se da en latitudes como esta, la nieve lo cubre a poco de haber sido sembrado.
- Y porque no se siguió con el trigo en el Chubut entonces?, pregunté casi adivinando respuesta.
- Intereses, ingeniero, intereses de los grandes pulpos de la pampa hùmeda.Por el 1949 se subsidió la producción de trigo en todo el país, menos la de las regiones al sur del Río Colorado, así que imagínese lo que pasó.
-Y era más cara la harina que producían en Chubut que la de la pampa, dije.
- Así es, y eso hizo que los molinos fueran desapareciendo... Y pensar que Chubut es la única provincia argentina que tiene en su escudo una espiga de trigo¡¡¡ No es paradójico???
- Pero antes de eso los molinos proliferaron, y mucho. Mi bisabuelo con varios socios galeses y criollos fundó el Molino Andes, tal vez el mas grande de la región, en Trevelin. Hoy ahí funciona el Consejo Deliberante y además es un museo.

- John Daniel Evans, el baqueano, aquel que escapó por milagro de una muerte segura gracias a su malacara, era un tipo con una gran sensibilidad social, ayudó a sus paisanos en lo que pudo. Usted sabe que fue un entusiasta de abrir un paso a Chile para el tránsito de mercaderías, su sueño era unir el Pacifico con el Atlántico. La burocracia de ambos países se lo impidió, cosas que pasan, y siguen pasando…
Se quedaba pensativo Ricardo, movía la cabeza suavemente, como diciendo: “que picardía”….
- Es así ingeniero, que le va a hacer. Y acá estoy yo también con mi trigo y queriendo poner algunas gallinitas… Pero eso si no le molesta lo podemos charlar mañana?..
- Si claro, mañana a primera hora me vengo, tomamos unos mates y lo charlamos.
Me incorporé, le agradecí sus historias, inéditas para mí. Me despedí con un apretón de manos. La tarde estaba avanzada, las palomas ululaban en los árboles, algunas ranas lejanas mandaban sus inconfundibles mensajes.
Cuando tomé el camino de las casuarinas, vi adelante, cerca de la tranquera un hombre a caballo, que iba saliendo. Pase muy despacio junto a él. Era un hombre de unos setenta años, con un profuso bigote blanco, delgado, curtido, con ojos profundos y vivaces.
- Buenas tardes, le dije, sacando apenas la mano por la ventanilla
- Buenas tardes, ingeniero…
Frené casi de golpe. El corazón cambió el paso. ¿Cómo sabía que yo era ingeniero? ¿Dónde estaba este hombre?
- Cómo vio el trigo, que le pareció?
No atiné a decirle que sólo vine por las gallinas- Fantástico- le dije.
- Y si, este joven me hizo caso…
Esa frase tenía el color del misterio, de algo inescrutable. Sin darme cuenta avanzaba tan lentamente como su caballo, a la par, casi sin sacarle la vista de encima. Tenía un chambergo oscuro, una chaqueta y unos gastados pantalones. En los estribos encajaban unas botas antiguas y gastadas.
Llegamos a la ruta. El sol era un disco rojo en el oeste.
- Hasta siempre ingeniero, me voy al valle, es largo el viaje…
- Hasta siempre….
Y me quedé viendo como el jinete y su caballo se iban yendo hacia el poniente, hacia su valle...

El caballo era un malacara. Creí que estaba gritando pero sólo musité: Hasta siempre John Daniel Evans¡¡




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Texto agregado el 13-09-2011, y leído por 64 visitantes. (0 votos)


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