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Inicio / Cuenteros Locales / carlitro350pajaritos / o la sonrisa vertical o la horizontal

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Los sábados durante la mañana aburre trabajar de parquímetro. El resto de la jornada no es la mar de entretenido, pero con mis pantalones promiscuos cayéndose por las monedas, más el entra y sale de los autos, no hay descanso. Las primeras veces no sabía eso y llevé el libro (hijo de ladrón) que me prestó el Kote, tampoco sabía que al atender un cliente, un delincuente intelectual me lo robaría. La semana siguiente me hurtaron mi apunte de Historia Constitucional, más de 100 hojas de leyes muertas que no sirven para nada, salvo, para aprobar el ramo.

Desde ese día, en lugar de leer, me dedico a pensar chorradas para tener la mente limpia cuando la necesite. Es algo así como sonarse la nariz. El sábado pasado, teniéndola limpia, en el kiosco leía los titulares hasta la mitad, quedando metido. El vendedor del kiosco ubicaba los diarios uno sobre otro y doblados a la mitad. Era tan buen comerciante que La Tercera la vendía al revés para mostrar a la tenista María Sharapova patas arriba y con las piernas abiertas. Los paparazzi parecían desear avistarle un ovni entre las piernas. Me acerqué más. No encontré nada, ni un ET, ni una ETS. Pero en la revista Caras, leí lo siguiente: Concurso cuento erótico 2006. De la impresión me erecté, rasqué el mentón y pregunté.

–¿Disculpe, me prestaría esa revista para leer las bases? -al indicar la revista con el dedo, el kiosquero puso cara de mojón porfiado. Para darle una salida, agregué–. ¿O es la única que tiene?

–Sí, la única que tengo –contestó compungido el maldito judío.

No soy míster erótico, y sé, que no puedo dimensionar lo difícil que es lograr la sonrisa vertical; porque, o te esfuerzas con la de arriba, o intentas cosquillear a la de abajo, pero a las dos al mismo tiempo, no se puede. Es como juntar el polo norte con el polo sur. Por lo tanto, es necesario cambiar el tono, el ritmo y todas esas cosas que no sé, además es necesario respirar como animal femenino, porque en el caso de pensar como animal masculino, resulta una burrada, un relato porno.

Y como sabía que al buscar letras eróticas en Internet, encontraría hartas, pero de esas ordenadas por abecedario que te muestran una pornostar desnuda. Entonces, para inspirarme, intenté pensar como mina... Y justo llegó un auto a estacionarse:

Medio auto, y con vidrios polarizados, debe ser el medio mino. Y yo Ando toda lana ¡Qué vergüenza! ¿Y si me habla? ¿Qué le digo? ¿Y si me conoce? ¡Me muero! Pero si es un desconocido y me habla sin importarle como vista, sería alguien que vale la pena. Y si tiene ojos bonitos y me mira fijamente ¿Qué hago? bajar la vista. No. Va a creer que le miró el paquete; no tengo problemas con eso, pero sin que se dé cuenta, obvio. Por fin se abrió la puerta... ¿Por qué tanto viejo verde?
Pensar como mina es agotador. Con razón pueden hacer varias cosas a la vez. Entrenan todo el rato.

Las muj... ¡Mierda! (Una bocina pitea) No me di cuenta que volvió. Me acerco a su auto mientras ingreso su patente en la maquinita para darle el ticket de salida. Le dije: Son 2750. Levante la vista y la vi, sentada con su falda ceñida, soplándose las uñas, largas, recién pintadas. Y cuando pude concentrarme en su rostro, ella me miraba, y sin dejar de mirarme cogió un puñado de monedas, su mano tembló y las monedas cayeron. La vibración de su celular advertía una llamada. Me dijo que era su novio y que le diera un segundo. Pedía tan poco, y yo, con esa voz, le hubiera dado la vida. Me desconcertaba que ella fuera impredecible e hiciera las cosas al revés: al contarme que era su novio, lo hizo sin mirarme; pero cuando las monedas saltaron, fue por no prestarle atención y tener sus ojos clavados en mí; y ahora que hablaba por el manos libres con el tipo, recogía el dinero preocupada de no estropearse el esmaltado de las uñas. Así ¿Cómo sería en la cama? Si pegados, no existen los revés y nada es contrario, porque convertidos en una araña con 8 extremidades contrayéndose, relajándose, con los ojos cerrados, olvidaríamos quien arriba de quien.

Intenté decirle que el dinero no importaba, pero no alcancé, había cerrado mi boca con su dedo como sabiendo mi discurso de antemano. Seguro acostumbrada a esos pequeños favores, le aburría tener el mundo a sus pies, por eso, después de contonearse en vano en ese mínimo espacio, tampoco aceptó mi retirada sin darme la moneda perdida. Yo creí saber dónde había dado a parar e imaginé siendo yo mismo aquella moneda, resbalando de sus dedos y precipitándome al vacío, rebotando entre sus muslos para luego rodar al único lugar sin registrar, dentro de su falda, donde comenzaba ese par de tijeras, todavía cerradas. No le dije nada, pero comenzó a reírse con esa forma que ellas tienen cuando les cuentas un chiste sucio que les gusta. Luego, me indicó donde se hallaba la moneda. Se sopló las uñas y con voz suplicante me dijo– No puedo.

Miré a las dos prolongaciones de la calle. ¡Qué imbécil! Ya no pensaba. El vidrio era polarizado y de haber una multitud de cabezas como un racimo de uvas detrás de mí, mirando esos pedacitos de tela que ella tenía por ropa, igual y sin dudarlo, penetraría mi mano en el cuadro que formaba la ventana, para tocar ese óleo fresco y esa humedad tibia, aglutinada, vertida en espasmos. Sus piernas entre abrieron y mi mano, ahora cazada, no encontraba la moneda, ni ropa interior, ni amor, ni nada. Era sólo su sexo comiéndose mis dedos. Pulsaba sus sentidos, y ella, separaba sus labios mojados, regalándole gemidos a su novio que, ignorando mi existencia, escuchaba al otro lado del teléfono. Recién ahí, al ver como se estiraba en su estrecho cubículo, pisando el acelerador, di cuenta que el motor de su auto estaba encendido. Acelerando latidos y las caricias en sus pechos, con el auto detenido pero corriéndose toda.
Luego me entregó un billete donde escribió con el pincel de su esmalte un número de teléfono, y se fue.

En mi cuadra quizás desde cuándo piteaban las bocinas, aun así, les fui atender sin prisa. Era un pobre parquímetro, al que cambian de calle todas las semanas.

El número de teléfono era falso y jamás encontré la moneda perdida. Ella me había utilizado.

Texto agregado el 13-10-2011, y leído por 5861 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-10-2011 Recièn te descubro hoy. Este cuento està muy bueno. Valga la advertencia: Hay que ser mujer para escribir eròtico, pero esto por màs que suene a porno, erotiza. Que sì que lo has logrado. Muy bueno. -Carmen-
 
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