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El rosal

Hacía más de una semana que algo extraño sucedía en aquel cuarto, en medio de sueños que asemejaban pesadillas.
Esa noche en mi cuarto no quise volver la vista, estaba ya metida en la cama, hacia frio y sentí un viento helado detrás mío, con el sueño en medio de la somnolencia con las luces apagadas preferí dormir, se escuchaban voces de la radio del cuarto de mamá que fueron haciéndose silenciosas. No era la primera vez que pasaba esto, otras veces sentí un extraño viento frío, casi siempre estando sola en casa. Pero esa noche fue haciéndose peculiar, en medio del silencio, ese viento se distinguía, mis pies empezaron a enfriarse hasta helarse.
Ahora se oía una pelea a muerte de gatos en el techo, maullidos desgarradores alternados con llantos de un bebé. Allí mismo llegaban estas fierecillas que maullaban al pie de mi cama, subianse encima mío, sentia su pelo entre mi nariz y su cola enroscarse sobre mi cuello. Mientras mis gritos se ahogaban, mis brazos estaban pesados sin movimiento, mis ojos se entorpecían, ahí en medio de esa alucinante escena me despertaba agitada con sudor en la frente.

Otra vez el viento frio, me levante, camine unos pasos. Entonces escuche la voz de mamá que me llamaba, se oía lejana, grave, ahí mismo fui donde ella, mire por la ventana y salían humos blancos densos, empecé a llamarla pero no contestaba, gire la manija de la puerta, la radio empezó a sonar nuevamente, fui a su cama y estaban unos gatos negros entre las sabanas que se erizaron al acercarme. Les grite fuera, largo, varias veces, luego uno por uno ronroneo, se lamieron sus pelajes y saltaron por la ventana en dirección del techo. La radio seguía sonando, a un lado de la cama estaban unas rosas rojas delicadamente cortadas, las tome y me corte con uno de sus tallos; mamá no estaba en el cuarto, insistí en llamarla pero no contesto.

Al día siguiente busque un lugar para las rosas en el jardín, necesitaba remover la tierra pero no encontré nada y comencé a escarbar con un cuchillo de cocina, ya no recuerdo bien como las puse; pero al terminar un gato apareció sobre el techo maullando. Luego limpie la casa, encendí las velas aromáticas y el incienso que mamá había traído de uno de sus viajes al Cuzco, empezó a sonar el celular de ella pero cuando conteste se perdió la llamada.

No sentí extrañeza por su ausencia ya que otras veces solía viajar a lugares para ella, interesantes, sin dar muchos avisos, más luego regresaba con objetos entre exóticos como místicos pasando por amuletos y demás sandeces.

Transcurrió una semana sin noticias de mamá y durante todo ese tiempo decenas de gatos llegaban al techo por la noche. En medio de ellos, podía diferenciarse uno con pelaje pardo con un dije sobre el cuello al cual los demás seguían y era quien saltaba cerca de las rosas llevando entre sus patas un poco de tierra para esparcirla entre ellos. Era una extraña cofradía felina en torno a las rosas rojas del jardín, que florecían con un extraordinario brillo sobre sus pétalos.

Una tarde, un mensajero entrego una caja a nombre de mamá, la recibí y sentí mucha curiosidad del contenido. Al cabo de unas horas la abrí: tenía piedras drusas en color negro muy brillantes, además siete velas gruesas color violeta y purpura, inciensos, un poco de yeso y sal; quede perpleja y solo atiene a dejar las cosas en su cuarto. En la noche mientras dormía escuche voces y llantos de bebé, desperté, me levante. Las voces venían del jardín y fui hacia allá, entre tanto se sentía un fuerte olor a rosas, habían humos blancos en el lugar de las rosas, en mi desesperación tome un cuchillo y vi al gato pardo cerca de las rosas con las piedras negras, velas purpura y violeta encendidas, sobre una estrella de seis puntas dentro de un circulo hecho de yeso y sal.

Los demás felinos estaban en el techo como en trance todo el tiempo, con los ojos muy brillantes; en ese momento el gato pardo empezó a maullar como el llanto de un bebé, aquello era escalofriante y pavoroso; a la par que no daba crédito a lo que presenciaba. Sobre las rosas empezó a salir una humareda rojiza que fue envolviendo al gato, por instantes los maullidos se confundían con la voz de una mujer. Entonces una llovizna fue desvaneciendo los humus y olores por completo, los gatos desaparecieron y vi a mi madre tendida en el suelo con un dije sobre el cuello.


Texto agregado el 29-10-2011, y leído por 382 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
06-11-2015 5* Dimitri_Paria
05-10-2012 Que bonito cuento, con un buen hilo conductor, una gran elegancia en el manejo y precisión del lenguaje sencillo y el final sorprende al lector. TE dejo mis estrellas. ***** fabiangs
27-06-2012 waw! ya te imagino por los techos! hugodemerlo
29-02-2012 bien llevado.... seroma
28-01-2012 ...gostei e tem uma boa harmonia, parabéns. naves
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