tengo noventa años y estoy a punto de morir... tengo los ojos semiderruidos y mis hijos velan y lloran a mi alrededor... quisiera decirles que estoy bien pero no puedo más que seguir mi silencioso andar... veo imágenes de gente que he amado y que me llaman a que vuelva a ellos... en verdad no siento más que un gran sueño... gustaría hablarles a mis hijos y decirles la única verdad que he conocido mientras vivía... ¡qué hermosa es la vida!... ahora no es tan tarde, respiro tenuemente y siento que hay un hilo que me une a esta belleza que es la existencia... ¡cuánto daría por unos alientos más!... sigo muriendo y en estos instante todo se hace luz y siento que uno de mis hijos quiere irse conmigo... creo que le encantaría... es como todo cuanto soñé y mas... pero, nada es como nada, tiene que vivirla y contarla… ya todo es negro y un hielo empieza a mojarme, las luces del cielo se hacen caras y hermanas a mi alrededor, mis hijos están en todas partes y escucho los ladridos de un perro gigantesco… las manos de un gigante han arrancado todas mis viejas carnes, noto sangre negra en todos lados y un suspiro de niños hace eco por todos lados… estoy muy bien, a pesar de todo esto, estoy bien, muy bien, así como un lindo sueño…