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Inicio / Cuenteros Locales / Sapo_Y_LoboAzul / El filo de la Guadaña

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Siempre pensé en esas comodidades que me daba mi posición, mi clase social, como uno de esos designios, más allá de lo meramente humano...en un “dar por sentado” más allá de toda duda. Pienso ahora, después de lo sucedido, empapado en sudor, y con la mirada de la guadaña clavada, y tiemblo...



Sentía la tormenta en toda la epidermis, era como si millones de agujas penetraran en espacios diminutos de mi piel y toda se electrificara...

Andábamos en el trasatlántico de la Aurora Boreal, y el Capitán, el señor Bassin, nos había invitado a su lujoso camarote...Allí, en una mesa ovalada bastante espaciosa, cinco comensales más aguardaban a que la señora De Lucía y yo mismo nos sentáramos a la mesa...Cuando todos estuvimos acomodados, el capitán, sin ningún tipo de preámbulo, dijo:”Señores, la situación –como saben- es crítica...nos quedan dos días a lo sumo...” Sentí la presión de la mano de mi fatigada esposa en mi rodilla izquierda, a la vez que un silencio sordo y quedo –hasta hueco- zozobró en el aire...La expectación aumentó...

Todo había comenzado un hermoso día de Julio, el cielo era tremendamente azul y ni una sola nubecilla se oteaba en el horizonte...un sol enorme y amarillo se reflejaba en la piscina donde tanto mi mujer como yo mismo disfrutábamos de nuestro viaje nupcial...Éramos la comidilla del crucero...”los Condes de Lugo están aquí...” “...esos, son esos, míralos qué guapos...” Ni qué decir tiene que mi esposa Doña María De Lucía y Juanes de Hiposanto sentía una especial predilección por todo este cúmulo de halagos y cumplidos perdidos en el aire...Disfrutaba...

Y buenas razones tenía para disfrutar, porque, lo digo sin temores, si bien, mi esposa y yo, somos aristócratas, allí nacimos, allí nos criamos y esas son nuestras raíces, nadie podría afirmar que vivimos colgados de nuestros títulos honoríficos. Por el contrario, somos gente de bien, total y absolutamente incorporada a la modernidad. Nuestras prerrogativas aristócratas por derecho de nacimiento, en todo caso, están acordes con el trabajo que hicieron nuestros padres y que hacemos nosotros, en el que hemos empeñado nuestro tiempo y dedicación. El lugar que hoy tenemos en la economía europea, lo hemos ganado con talento, con dedicación y por mérito propio. Nuestro esfuerzo, destreza y especialización tiene el mejor calificativo.

-¿Cómo soportar la sola idea de morir, cuando apenas se asomaba la vida y la felicidad? ¿De qué y de quién depende nuestro destino?-fueron las preguntas que a boca de jarro hizo mi bella esposa, sin dejarme opción para administrar en profundidad la infausta noticia. Le dije:
-No todo está perdido. Nunca hay que perder las esperanzas.
-¿crees en la veracidad de las afirmaciones del capitán? –Me dijo, con el rostro desencajado-
-No sé qué creer, mi cielo –contesté—el mes de julio, tiene siempre un comportamiento de serenidad atmosférica.
-Tú lo ves, el cielo está inmaculado. Su azul compite en belleza con el sol más brillante que nunca.
-Es verdad, tesoro, pero el capitán dice que muy pronto, tal vez en horas, el cielo estará nubloso y luego vendrán persistentes lluvias.
-Tiene que haber alguna explicación científica.
-La historia está regada de acontecimientos marinos fatales que nunca fueron debidamente explicados…Traigo a mi memoria aquellas tormentas que hicieron astillas enormes trasatlánticos como el Mauritana, el Lusitana, el Olimpic. Una cosa es la leyenda y otra la información veraz, comprobada.
-¿Nunca se ha estudiado a fondo este tema?
-Hasta donde alcanzan mis conocimientos, este comportamiento enigmático del mar, parece tener su origen en el sol que, según las informaciones científicas, está pasando por una crisis insalvable. Esas manchas que aparecen en la superficie solar no son sombras. Son como cinco planetas del tamaño de la tierra que han sido absorbidos por el astro rey y al parecer ahí está el meollo…

Lo cierto es que ahora nos hallábamos a las puertas del terror, según siempre las demoledores noticias que el capitán nos había dejado caer en los corazones. Mi señora lloraba casi continuamente, y si bien la mayoría de la tripulación no estaba enterada de la situación, había una especie de carga estática que rodeaba el trasatlántico, que hacía que todos estuvieran nerviosos, si no enfermos...
El capitán Bassin les había pronosticado dos días. A un día del final, quedaba aún más de una semana para avistar cualquier puerto seguro. Ese era el problema, hacía una semana que no podían comunicarse por medio de los ingenios del hombre, ninguna “onda” al parecer, podía salir o entrar al Aurora Boreal, por lo menos entrar, que era de lo único que se podía estar seguro...En esa “forzada incomunicación” ahora se les venía el problema de un parte meteorológico como jamás –según el capitán- se hubiera visto en aquella zona...ese fax fue el último que llegó a la nave...
Y ahora empezaba a otearse en el horizonte, hacia el este, un cielo oscuro, negro, que se aproximaba veloz hacia ellos, acompañado de un viento helado que congelaba hasta el alma. Algo se aproximaba, algo...

¿Qué decía el fax? : “La zona es conflictiva al cien por cien. Se han acercado demasiado al meridiano 40 y se prevé que la tormenta tomará irremediablemente esa zona. Es negativo programar un vuelo de inspección de nuestro servicio de helicópteros, porque, además, se anuncia una neblina que haría imposible operar en la región y agravaría el problema. Salga del triángulo y oren por su salvación. Que Dios los ampare”
La negrura del cielo era espeluznante y los vientos empezaban a dejar sentir su fuerza. El capitán Bassin, en tono dramático, anunció que los vientos tenían una velocidad de 74 millas por hora (unos 119 kilómetros por hora) y que podrían superar los 200 kilómetros por hora en la madrugada. Advirtió a los pasajeros que permanecieran encerrados en sus habitaciones y se mantuvieran alejados de cualquier objeto grande o pequeño movible, dando órdenes a la tripulación para que asumiera su responsabilidad en sus sectores asignados:
-Yo espero -dijo el capitán en el micrófono—que el ojo de la tormenta pase distante de nosotros. Si esto es así, nos habríamos salvado, porque no tenemos alternativa. La emergencia no permite evacuaciones, ni tampoco podemos conseguir ayuda del exterior porque la situación es de severa crisis en un área de por lo menos 800 kilómetros a la redonda. Tendremos por lo menos dos días de intensa lucha con el mar y con los vientos y les ruego colaborar al máximo, evitando interrumpir o perturbar el trabajo de la tripulación que está jugándose la vida igual que todos nosotros.
Mi esposa y yo, estábamos cerca de Bassin. Podíamos leer en sus ojos y en su temblorosa voz, la tremenda tragedia interior que vivía. La agitación era total y el desconcierto mayor. Todo indicaba que la muerte estaba cerca. Nada nos salvaría. Ella me ajustaba la mano como si estuviera cayendo de un precipicio y yo su salvación. Pero yo estaba peor. Veía con espanto, cómo la muerte había empezado a pasearse en la inmensa nave, afilando su guadaña para iniciar su festín que sería largo, sangriento, despiadado. En mis ojos aterrados, se retrataban ya las escenas más pavorosas. Me desesperaba la sola idea de ver tanta juventud útil anulada…

Y llegó. Como esas arpías que se agazapan en las mesas de las bodas ajenas, con los bolsos abiertos y los fiambres volando a su interior...Una oscura masa, trepidante, de cientos de nubes negras, de miles de rayos y temibles y eléctricas tempestades, de millones de pesadillas humanas congregadas en un espacio inexistente de la esperanza, con ese despliegue del alma aterrada que tan poco mérito le da al semejante...
Llegó, y venció. No le hizo falta dividir, ni conquistar. Tan sólo venció.
Un barquito de papel gemía entre dioses, todos nosotros tan sólo viajábamos ahora en manos de esa muerte espantosa, asimilando los reflejos en el brillar de su guadaña. Aterrados. Cogí a mi esposa, la miré a sus ojos, y comprendí que cierta pátina cubría su retina, un miedo tan denso y profundo, que todo el mundo quedaba ajeno a su existir...Morí para ella, y todos nosotros desaparecimos en su percepción, mientras mis pies luchaban en ese equilibrio muerto y desfasado. Salí de la habitación, intenté subir a cubierta. Rajé a gritos las luces rotas, las aguas salientes, una niña muerta y una mirada de padre.
Venció...

La muerte, disfrazada de infierno, hizo su carnaval: destrozó, tomó las carnes, los huesos. Los maderos se hicieron astillas, los aceros se retorcieron, los hierros se convirtieron en punzones asesinos donde se clavaban tripulantes y pasajeros. Fueron cayendo uno tras de otro, el oro, el confort exagerado, los sofisticados licores añejados para satisfacer la vanidad, las fichas de los jugadores y el dinero de la casa de juegos que siempre gana, las ambiciones, las miserias humanas…todo se tronchó y las carcajadas de la muerte se escuchaban a 6oo kilómetros a la redonda, coreadas por los vientos que eran tan feroces como las fauces de un coyote. De pronto se escuchó una explosión que parecía venir de los calderos. Era tal el ruido que superó con creces el dantesco episodio. Mi esposa, con desgarrador grito se abalanzó a mí…y, entonces, transpirando horriblemente, con la mano apretada a mí pecho, desperté…

Texto agregado el 23-07-2004, y leído por 373 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
14-07-2005 Maravillosa forma de escribir. Con suavidad nos llevais al centro de la historia, sin perder el hilo del suspense y con todo lujo de detalle hacemos ese viaje con los personajes sentimos la angustia ajena y esa muerte anunciada. El final solo puedo decir que me pareció genial por su ingenio. Este trabajo merece las 5 estrellas y más si hubieran. Saludos y felicitaciones a los dos. claraluz
03-08-2004 Un trabajo excelente y escalofriante co dos plumas magistrales. gatelgto
27-07-2004 wuauu,excelente amigos, esta buenisimo, me he imaginado toda la escena. se pasaron ...besos huracanados. lisinka
25-07-2004 ¡Bravo, queridos amigos! Si se realizase una interpretación simbólica, después de la descripción acerca de de la autoconciencia de los Condes de Lugo, ¡qué final! Mis estrellas, amigazos. Máximo islero
24-07-2004 ¡Qué magnífico texto! Y una historia tan intensa que una se va metiendo en ella a pesar de los vaivenes del barco. La negrura del cielo y la muerte: espeluznante. Mis felicitaciones a ambos. Al igual que trabajos anteriores, aquí también, no se distingue uno de otro, fusión literaria y un logro de primera. Shou
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