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No pudo soportar más el tormento que significaba amarla. Su corazón latía más fuerte que nunca. Se sentía débil y poderoso a la vez. Tuvo miedo, tuvo ganas de llorar, tuvo un nudo en la garganta, tuvo la pena más profunda que jamás haya sentido. Más no podía hacer nada para detener todos esos sentimientos. El miedo lo seguiría consumiendo, las lágrimas rodaban por sus mejillas, el nudo en su garganta llegó hasta su corazón y de pronto la pena se transformó en dolor. El dolor le recordaba su dormitorio de pequeño, cuando se encerraba para que su mamá no lo siguiera regañando. También le recordaba ese amor de infancia que prometía ser el de la vida y que tan cruelmente, con sólo 8 años, había desaparecido de su vida. Miraba su rostro en el espejo y veía a un desconocido. Hacía tiempo había dejado de ser ese niño enamoradizo. Esta vez el sabía que era en serio, pero ella, ella y su locura lo dejaban perplejo. Todo lo que alguna vez había buscado y todo eso que ni si quiera se le había ocurrido buscar, lo encontraba en ella. Mil veces le dijo cómo la quería y porqué de mil maneras distintas. Redefinió la palabra originalidad del diccionario. Su vida se había vuelto un brillo constante. Sus ideas fluían ni como en el mejor de sus sueños. Sin siquiera notarlo, era ella quien se transformaba de a poco en su fuente de inspiración inagotable. No importaba nada, él esperaría todo el tiempo que fuese necesario a que ella llegara hasta sus brazos y le dijera lo que hacía tiempo estaba esperando. "Estoy aquí, contigo, ahora y siempre" era lo que él esperaba, manteniendo, sin embargo, presente aquella negativa que muy bien podría ser la respuesta a sus peticiones.

No podía creerlo. Justo ahora, que la había tenido sólo para él en tan minúsculos segundos. Que había sentido el contacto de su piel suavemente, reconociendo despacio cada pedazo de aquella inexplicablemente bella mujer. Sentía su cuerpo flotar en un mar de deseo y hormonas alborotadas, más su mente estaba quieta, como así también lo estaba su corazón. Todo lo que había querido estaba allí, justo frente a él. Y de pronto, todo se desvaneció, como en las peores pesadillas. No había espacio para él en ninguna parte. Se sintió rodeado de soledad nuevamente. Se sintió vulnerable y débil. Ya no había fuerzas para nada. Todo era un torbellino de negatividades.

Volvió en si y se dio cuenta de que se había ido sin despedirse de aquella persona y no lo pensó mucho hasta que decidió apagar su mente y computador. Se recostó sobre su cama con las ventanas abiertas para que entrara un poco de brisa helada y refrescara su cuerpo. Se quedó en esa posición hasta que sus ojos cedieron ante el notable cansancio físico y mental.

Mientras todo esto pasaba, ella no pudo hacer más escribir para que bajase un poco ese nudo en la garganta que la aprisionaba.

Texto agregado el 13-11-2011, y leído por 112 visitantes. (0 votos)


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