JORNADA LLLII

DEMOLICIÓN

Lo recuerdo con sus cabellos rubios ondulando sobre sus fuertes hombros.

Debía ser un hombre feliz a juzgar por el aplomo de sus maneras y el optimismo que irradiaba.

Lejos, en la acera de enfrente, asomados al balcón podíamos ver las manifestaciones de respeto que recibía, al llegar, de los restantes obreros y peones.

A continuación, ágilmente, se encaramaba a su pala excavadora Äkkermann y como Aquiles sobre su carro iniciaba su tarea de destrucción.


¡Maldito, mil veces maldito aquel que en dos semanas, con su máquina vil, borró el paisaje de mi infancia!.

Así lo soñé