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´´ La cordura de un hombre es destruida
Por obra de una cenicienta´´


EL BALCÓN



¡Cómo giraba! las hélices del ventilador, como diciendo no, pero… ¿A qué se refería con ese gesto? ¿Será que tenía empatía con mis sentimientos? Seguro que no.
¿Que iba a saber un ventilador de eso? solo era una mala jugada de mi cerebro.

Es tarde, poco más de las once y cuarentaicinco de la noche, el ventilador refrescaba ese cuarto donde dormía mi tío y yo, un lugar oscuro, con falta de color y vida. Había sido la guarida de todos los poemas mal escritos, de sentimientos encontrados, de males inalcanzables y de rencores imperdonables; pero eso era lo de menos ya que si quisiera hablar de un lugar especial y más grande que la nación francesa, seria el balcón de mi casa. Ese rinconcito que sin importar la hora ni el día me había acompañado en todos los momentos caóticos de mi existencia.

Son la cero horas con trece minutos y me dirijo hacia mi sitio favorito para contarle lo que me ha paso, puesto que ayer fue uno de los peores días de mi corta estadía en este mundo. El recuerdo de tres mujeres retumbaba mi mente y saboteaban mi espíritu con una mezcla de sensaciones fatales.

Verónica, Edith y Gabriela, nombres totalmente diferentes pero con algo en común, todas ellas habrían perforado de a poco mi alma, pisoteándola hasta llegar al punto de que la pupila de mis ojos no tenia color.

Noche con estrellas en un cielo azul oscuro, afianzándome de un barrote helado no pude contener la lagrima que salía desde el punto máximo de mi ser, recorriendo todo mi cuerpo hasta salir por ojo.

Sin nada que perder decidí tomar la opción del cobarde que de alguna forma era de valientes, solo quería zafarme de este cuento donde no había final feliz y nada era color rosa sin flores cantoras que te decía que todo iba a estar bien, ¡No señor! Era todo lo contrario, no titube al hacer lo que hice, igual ya estaba escrito en un libro lo que va a suceder. Solo faltaba la bendición de mi madre y la despedida de mi familia.

Cero horas con cincuenta y tres minutos………Hora de irse!

´´……adiós a todos, no se culpen de nada ustedes no tiene la culpa, solo la tiene este cholo estúpido.´´

Al mirar el reflejo del vidrio de la ventana del balcón y sin ningún miedo me deje caer del cuarto piso del Edificio Palma. Ya había experimentado el volar o al menos algo parecido con lo que hice
Les explico al llegar al cálido suelo sentí nada más que dolor, pero no dolor físico….no, no, no…. era dolor espiritual. El frágil hilo que quedaba entre lo material y lo intangible se rompió haciendo que experimentara un dolor intenso que me mataba, pero algo me hacia sobrevivir: el recuerdo de esos tres rostros angelicales. Ya entendía el mensaje del ventilador, era algo como ¡´´no lo hagas’’!, ¡”tu puedes”!, pero ya era tarde.

Una hora con siete de la mañana, mi cuerpo dejaba libre mi espíritu, no sentía más que una perdida drástica de sentimientos, por fin esa perforación en mi alma se había cerrado.

Seis de la mañana, hora de despertarse e ir a trabajar.

Texto agregado el 27-11-2011, y leído por 184 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
29-11-2011 bastante surrealista...me gustooo!! anndrea
27-11-2011 Muy buen cuento bien logrado, al ir leyendo uno no se imagina el final. Y el tema fascinante me gusta mucho el surrealismo. siemprearena
 
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