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Capítulo II

De cómo, el Tío, al saber que aquel mozalbete que apoyara por simple simpatía era hijo de su hermana, decidió apoyarlo en tanto que vivió sus últimos años, y como, el trato áspero de su madre, lo empujo a salir de esa vida que lo irritaba, huyendo finalmente de todo ello al darse de alta como tambor, en su incipiente carrera militar, para la que nunca fue constante, pero si sería definitiva en su formación personal.

Vicente Hernández de Zavaleta
, a la sazón, el Tío de Juan, herrero que lo habría amparado por simple simpatía, sin saber que luego el destino le mostraría que aquel imberbe que apoyara, era realmente hijo de su hermana, perdida en las atrocidades de los movimientos militares de 1810.

Lamentablemente la vida se le acabaría a éste señor pocos años después de aquel encuentro con su hermana y sobrino, pero si apuró al chico para que aprendiera el oficio de herrero, uno de los tantos oficios que a lo largo de su vida desempeñaría. Como consecuencia de esta nueva orfandad que el destino le infringía, Juan quedó en la más completa soledad emocional, su relación con la madre era muy fría y tirante; mas aun, cuando a la muerte de su hermano, el herrero benefactor de nuestro personaje, se habría de llevarlo a trabajar con un sacerdote conocido como “Padre Galindo”, con quien ya su hermana trabajaba como cocinera.

Al tiempo Juan no soportó y según dice:

Mi Madre me daba muy mal trato. Mi Cariño por mi madre, debo confesarlo, no era muy acendrado, me aburrí de una vida tan llena de sin sabores y me fuí á buscar otra que me prometía mas felicidades. Tendría yo entonces como 18 años, cuando me fui al Cuartel del Batallon 1er. Activo de México que estaba en la puerta falsa del convento de Santo Domingo, y senté Plaza de Tambor. (Nota: Sin incluir cambios en la ortografía y puntuación)

En este momento de su narración de vida, es cuando ,Juan nos lleva a aquel momento en el que la suma en su vida toda su amargura infantil y de las subsecuentes orfandades, lo impulsaron en dar el brinco a la firme decisión de ser un hombre libre, que sumando sus experiencias acumuladas a lo largo de aquella breve pero copiosa y exprimentada vida, éste decidiría vivirla sin más que su propia individualidad, “Sentando Plaza de Tambor”, en aquel ejercito de su plaza de cuyos años de servicio no cuenta nada, solo nos remite al momento de su baja y separación.

A lo largo de su vida nosotros veremos que su preparación toda, la infantil de vagabundo y la de militar como tambor, forjaron a un hombre como California lo ocuparía.

Es momento de recapitular aquí, en un hecho que esta diluido a lo largo del dictado que hiciera de sus correrías a Don Tomas Savage, nuestro personaje: Juan Bautista Esparza, nos deja establecido desde el primer momento que usó dos nombres, éste último y el de Victoriano Vega, por el que es conocido en California, pero hemos descubierto que era también el usado en aquella vida libre desde sus orfandades de padre y madre, prácticamente desde que nació, hasta que ingresó a la milicia, en el que si uso el primero, como el real.

Destaca pues así, que nuestro personaje en realidad usaba su verdadero nombre de: Juan Bautista Esparza cuando lo sujetaba la obligación; el de Victoriano Vega para libre vida de aventura. No extrañe pues, que al causar baja en el ejercito regrese ya adulto, pero como el niño libertino y audaz que debió ser para subsistir solo en aquel México de la plena guerra independentista, como el Victoriano Vega, un Tambor que irá a California

Texto agregado el 29-11-2011, y leído por 248 visitantes. (1 voto)


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