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Cuando las calles se cerraron inamovibles, grises humeantes y largas, silbando balines de goma.
Los hombres entristecieron, reprimidos, huérfanos, frágiles de sustento y temple
La piel morena se rasgaba entre turbas y murmullos apagados por el agua y los palos a destajo
Y así, muchos cerramos los ojos de dolor, juntando descontento, juntando rabia, impotencia
Por que las siluetas se oscurecieron cuando el cielo se colmo de vapores grises, de niebla
Los jardines se ensombrecían de nostalgia, violetas, margaritas y los espinos languideciendo
Solo unos pocos no corrían despavoridos, solo unos pocos miraron de frente de nuevo, curtidos
Los rostros enmarañados, los rostros, duros, huían con galope apresurado y nervioso, impreciso
Los inocentes y los cuerpos frágiles quedaron firmes, formados por la historia y sus asperezas
Pero de entre todo este infierno dantesco en las calles, sentí algo tibio, tu luz tomo mi mano y mi valor
Y lo condujo por las calles, al estoicismo, como bastión de sabiduría, como muralla inmune y tierna
La sangre se inflamaba de coraje y en tu rostro aguerrido distinguí los ojos de mi amor, mi compañía
La bandera de primavera flameara erguida, encendida, mientras una muchacha comunista siga en pie
Porque con espaldas delicadas y esas manos que danzan, como raíces vivas afrontamos los golpes
Los gritos se transformaron en las calles, como canción que se vuelca en contra de la opresión
Los tombos, los brutos, los paquidermos y la represión lo intentaban una y otra vez en vano
Dos manos rojas que se enlazan, dos manos compañeras, son más fuertes que las cadenas del odio.
Entre multitudes, a pesar de los golpes, del agua que nos humilla, de los gases brutales y la estampida
El tiempo se detiene en un instante y veo tu cara mirándome, las miradas perpetuas a pesar del paisaje
Con los rostros llorando nos miramos cómplices, en una lluvia, burlando las bengalas negras, sofocantes
El ahogo no borró tu sonrisa, ni menos mi orgullo… por estar donde nos encontramos
Y me deje llevar contigo, a un lugar común, donde la represión parecía menos inminente, menos incisiva.
Entre camaradas y desde que se nublaron los ojos y el ardor se hizo evidente desplegaste un abrazo.
En esos minutos, largos fueron los segundos donde nos dedicamos a ser compañeros de aquellos
De los que hoy no abundan, de los que nos dejaron por la fatiga del mundo, por la muerte que nos condena
Por eso te escribo, o quisiera haberlo hecho… que desperté y tú ya no estabas presente
Tu mano aún se aferraba a la mía, pero tus ojos estaban cerrados para siempre…
Y así la vida se ha vuelto eternamente triste, amarga… pero aún te recuerdo como ayer y me cuadro
Cuando te encuentres con los demás, dales mis saludos y diles que aún no me toca, que no quiero todavía
Pero, que seguimos luchando para valer el esfuerzo de ir donde estés tu, con tu ejemplo, dignamente.

Texto agregado el 08-12-2011, y leído por 130 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
08-12-2011 Conmovedora historia, muy buen relato, me gustó mucho el título. Mis***** Beticita
08-12-2011 Que triste historia...me llegó al corazón, muy bien escrita.***** silvimar-
 
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