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Inicio / Cuenteros Locales / mibicivuela / lejos viaja libre el viejo libro

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Imposible saber qué hay al otro lado de la página. La historia muda en cada hoja de paisajes. Y los personajes pasan como un viento que inflama de aventura alguna vela. Siempre un barco desaparece en la distancia o algún tren llega haciendo temblar –al unísono- andenes y pasajeros. La mano pasa de página y se encuentra de bruces con el comienzo de un capítulo inesperado. Los ojos abiertos como ventanas esperan atentos el chasquido, el gorgoteo, el desplumarse del vuelo de algún ave. Los ojos se llenan entonces de mundo. De vida. Y brillan al sol como una gota de agua. El ave pasa y se posa en la copa de un árbol. Que ya es libro. Y viaja hacia el centro de la tierra, hacia adentro del humano; buscando el corazón, la fuente, el alimento que nutre al infinito aventurarse. La hoja pasa. Y alguien busca las huellas de lo continuo acontecido –que vuelve a acontecer así va releyendo el fragmento de historia que se perdió en un instante distracción-. Y se pone a tiro, estira un dedo, y da vuelta la página que queda en blanco. Imposible saber qué hay. Al otro lado de la puerta alguien sumerge la pluma en el tintero y se apresura a hacer memoria. La bitácora debe ser escrita. El barco pronto llegará al puerto. Y no hay más rastros del viaje que el salitre de la tripulación y un montón de cajas que se escurren de la borda hacia el océano mientras la tormenta embiste brutalmente la barcaza o una banda de forajidos aborda de improviso la nave como suele suceder en todo cuento de piratas. La pluma se seca en la mano de un escriba que se ha dormido y sueña el gran libro de la vida. Que es un árbol sagrado y una danza. El tren avanza y el paisaje es distinto en cada curva. Ora el follaje vibrante y espeso de una selva. Ora la sed insaciable de un desierto. Cuando no el centro bullicioso y frenético de una gran ciudad. Ahí. Alguien despierta y abre un libro como una ventana. Con vista al mar se pierde en la inmensidad del horizonte. Pierde de pronto el horizonte. Y se vuelve él mismo inmensidad. Cierra el libro y se queda soñando despierto. Hay una danza sutil, sin movimientos, pero los vestidos vuelan como vientos y unos cuerpos frágiles y luminosos se encuentran en el temblor del primer abrazo. Un árbol crece en una habitación iluminada. Y en la ventana las nubes pasan y se vuelven cielo cristalino. Y luego antenas, tejados, luces. Y una larga pista de aterrizaje. Entonces el avión despliega ruedas, pierde altura, toca el suelo. Mientras alguien cierra un libro, abre el cinto y abandona la seguridad de la certeza. Pues la aventura empieza un nuevo episodio abriéndose camino en lo desconocido. En medio del gentío de la multitud de rostros y equipajes uno baila la danza improvisada de la alegría –de estar vivo / yo también lo haría-. Y otro. Sentado en los confines de lo conocido, en la sombra fresca de algún árbol sostiene en sus manos un libro. Y se pregunta sonriendo. Qué habrá al otro lado de la página.

Texto agregado el 26-12-2011, y leído por 118 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
27-12-2011 Me gustó. Saludos teresatenorio50
 
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