… y aún golpeo mi cabeza con las mismas rocas, siento como nuevos ojos pueden darme quince mil doscientos tres colores, pero las sombras están aún ahí, se sabe, se ignora y se comenta, no se puede evitar, el querer amar y recordar, y el querer caminar por los cables del tendido eléctrico sin correr riesgo alguno, pero son sueños imposibles, de doble filo, somos libre hasta cierto punto, hasta llegar a la frontera de las estrellas que custodia el vecino en su sótano, prisioneras de vida, de fe, de amor, de esperanza, de ese sabor a miel que no es mas que una basura en el fondo del paladar.
Si se me acaba la pintura, el barro suplirá mis palabras, mis imágenes, mis recuerdos, ese barro que está hecho de las cáscaras de las paredes, de mi sangre y mi propia piel. No somos convencionales, no somos distintos ni iguales, no responderé siete ni ocho preguntas, solo busca en la luz que emanan las ampolletas de 75 watts, dejé mi mensaje escrito en un par de ellas.
…aún juro al cielo por el amor, malditas mariposas que no se ahogaran nunca en el humo de un cigarro de calibre .44, mis ojos ya no brillan con alguna emoción de arcoíris, presiento que el día de mañana no será la continuación de la noche de hoy, ni del sueño de mi siguiente pestañeo, me descarrilo en un paseo por la euforia colectiva, presintiendo como los colibríes dejarán su trabajo por el ajetreo en la oficina. Hoy es un mundo lleno de enredos de locos, de trifulcas callejeras entre personas que no han llorado hace tiempo, no concuerdan los hechos, tampoco los deseos, las opiniones cambian los ideales, y yo, espero sentado para ver el ballet de las almas gemelas, siempre atrayéndome con su sabor semi agridulce.
Creo que esta página se cierra luego, el reloj marca las dos de la mañana y la droga de sus ojos sigue en mi, de varios colores y con sombras, y así a pesar de todo, aún golpeo mi cabeza con las mismas rocas, un círculo vicioso de emociones de papel picado.