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Me asomo a verle el rostro entre estos vivos que parecen muertos, están allí el padre y la madre y todos los hermanos. Ella es la pequeña, rodeada de rostros ajados.
A mi derecha, el sacerdote todo el vestido de negro con la estola blanca colgando a cada lado de su cuello; en la mano izquierda el recipiente del incienso, en la diestra una copa dorada que sin duda alguna contiene el pan del sagrado sacramento.
Me mantengo absorto observándolo todo, y con el lejano sentimiento de no querer entender el porque de todo este ritual.
En derredor de la cama de aquella joven agonizante, postrados todos ellos; el sacerdote ungiendo frente y pecho con el aceite santo y rezando el padre nuestro. Oraciones elevadas al cielo.
De pie, y completamente aislado, observo este universo.
La habitación casi en penumbras, con el olor a cera e incienso, y el coro que se eleva y se apaga y que aun en mi recuerdo repiquetea en mis adentros:

Santa María, ora pro nobis
Santa Madre de Dios, ora pro nobis
Santa Virgen de las Vírgenes, ora pro nobis.
Madre de Jesucristo. ora pro nobis
Madre de la divina gracia. ora pro nobis
Madre purísima, ora pro nobis.
Madre castísima, ora pro nobis.
Madre virgen, ora pro nobis.
Madre inmaculada, ora pro nobis.
Madre sin defecto, ora pro nobis.
Madre amable, ora pro nobis.
Madre admirable, ora pro nobis.
Madre del buen consejo, ora pro nobis.
Madre del Creador, ora pro nobis.
Madre del Salvador, ora pro nobis.
Virgen prudentísima, ora pro nobis.
Virgen venerable, ora pro nobis.
Virgen laudable, ora pro nobis.
Virgen poderosa, ora pro nobis.
Virgen misericordiosa, ora pro nobis.
Virgen fiel, ora pro nobis.
Espejo de justicia, ora pro nobis.
Trono de la eterna sabiduría, ora pro nobis.
Causa de nuestra alegría, ora pro nobis.
Vaso espiritual de elección, ora pro nobis.
Vaso precioso de la gracia, ora pro nobis.
Vaso de verdadera devoción, ora pro nobis.

Rosa mística, ruega por nosotros.
Torre de David, ruega por nosotros.
Torre de marfil, ruega por nosotros.
Casa de oro, ruega por nosotros.
Arca de la alianza, ruega por nosotros.
Puerta del cielo, ruega por nosotros.
Estrella de la mañana, ruega por nosotros.
Salud de los enfermos, ruega por nosotros.
Refugio de los pecadores, ruega por nosotros.
Consoladora de los afligidos, ruega por nosotros.
Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros.
Reina de los Ángeles, ruega por nosotros.
Reina de los Patriarcas, ruega por nosotros.
Reina de los Profetas, ruega por nosotros.
Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros.
Reina de los Mártires, ruega por nosotros.
Reina de los Confesores, ruega por nosotros.
Reina de las Vírgenes, ruega por nosotros.
Reina de todos los Santos, ruega por nosotros.

Aquel rostro pálido y transparente que se quedó fijo en mi memoria, y que aun ahora, a treinta y cinco años de distancia y justo cuando me retiro de mis obligaciones vuelve a repiquetear en mi conciencia.
Al concluir las plegarias. En ligerísima penumbra. Con el olor penetrante del incienso y cera de las velas, solos ella y yo. La familia en pleno respetuosamente ha dejado que la ciencia por fin intervenga. Ha sido el cáncer de mama, ha sido también la niña de escasas veinte primaveras, ha sido el comienzo de mi vida de medico, ajena hasta ese día de la presencia del creador, ha sido el mundo de la intelectualidad y el rechazo de la vida eterna, la presencia suprema de los librepensadores y el rechazo de Dios a mi existencia.
Me llevo el estetoscopio al cuello, sostengo la mano entre mis manos, tomo el pulso, o al menos eso intento, entonces gira su rostro hacia mí, abre los ojos como despertando de un placido sueño, y descubro en la sonrisa de la niña, o de un Ángel, o de una virgen, el misterio hecho presencia. Es entonces que obedeciendo una voz interna me postro por primera vez en toda mi vida. Así fue como conocí a Dios, y así fue como empecé a ofrecer cada día de mi trabajo a su protección y guía.

Por cierto la niña se despertó al día siguiente como si de nada grave se tratara, se revisaron los estudios, se analizaron uno a uno los datos clínicos y el porqué de aquella mejoría. Abandoné aquella población un par de meses después, y obligado por esta inquieta curiosidad científica, volví ahora en esta mi despedida. No fue difícil dar con ella, el pueblo además de pequeño revive día a día el milagro de su despertar. No fue difícil dar con ella, porque además luce espléndidamente bien a sus 55 otoños, rodeada de media docena de hijos y una veintena de nietos avispados y dicharacheros.
Volvimos a encontrarnos y sonreímos de nueva cuenta. Tomó mis manos entre las suyas, mesó mis cabellos y es ahora ella la que pareciera buscar en mi mirada la presencia de alguna seña. Volvimos a encontrarnos y sonreímos de nueva cuenta y pareciera que en una infinitesimal milésima de segundo corriera de nuevo el tiempo atrás y estuviera de pie en aquella habitación en penumbras, atento y silenciosamente con un dejo de burla por la sonora interpretación del rezo:

Santa María, ora pro nobis
Santa Madre de Dios, ora pro nobis
Santa Virgen de las Vírgenes, ora pro nobis.
Madre de Jesucristo. ora pro nobis
Madre de la divina gracia. ora pro nobis…

Texto agregado el 09-01-2012, y leído por 230 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
05-04-2014 Un relato sui géneris, muy bueno.***** Ac0sta
09-01-2012 Muy bello despertar a la Fe, un placer leer esta historia =D mis cariños dulce-quimera
 
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