La ausencia de quien
Se desea su presencia,
La necesidad que carcome voraz
Y raudo el alma,
Eso es lo que siento aquí, sobre el suelo.

Te veo de lejos, te observo,
Fiel a mi elección,
Tú eres lo que deseo,
En mi rostro, huellas de lágrimas
Caídas de mis ojos, anhelantes de ti.

Te veo sonriente
Pero te observo un poco más,
Y veo que tus ojos, acusadores,
Te delatan, ya no es fácil fingir;
Te enseñé a decir la verdad de otras maneras.

Qué felicidad saber que también sufres,
Que me añoras, aunque sea por ratos.

Porque a ratos
Me amas, y a ratos no,
Porque a ratos enciendes tu llama, y me consumes, cual fuego la paja.

Y me hieres,
Porque a ratos te enamoras,
Y te asustas,
Entonces, cuando hieres, esa es tu forma de defenderte,
E inventas mil excusas, aunque tu necesidad de mí sea más grande que tú.

No puedo hacer otra cosa,
Me quedo petrificado,
Y te agradezco porque me has llevado a conocer
Mi propia miseria, en la que triste
E iracundo me revuelco, me sumerjo,
Miseria en la cual sigo
Inmerso, sácame de aquí,
Pues, esta miseria es adictiva;
Rescátame o déjame.

Rescátame,
Serás mi heroína,
Y te amaré
Más de lo que puedo imaginar,
Porque amarte me ha llevado a conocer mi miseria.

Déjame,
Te odiaré,
Serás repulsiva a mis ojos,
Y aunque tarde en olvidar tu nombre,
Volveré a elegir,
Porque amarte ya es una condena.

Qué bien aprendiste eso que haces muy bien,
Herirme de mil maneras,
Pero eres débil.

Entonces,
Cuando hieres,
Te hundes en tu propio hoyo,
Veo fango y gusanos dentro,
Esa es tu miseria;
Estás toda sucia,
Sonriendo y saludando a todos
Pero en tu rostro, lleno de lodo,
Veo parte de tu piel,
Tus lágrimas han creado un surco, una ruta,
La ruta que me hace ver tu sufrir.

Cuando hieres,
Sé que te escudas,
Tienes miedo y,
Lamentablemente yo,
Voy decidido y tú no.

Rescátame o déjame,
Pero no tardes,
Porque aquí, sobre el suelo,
Espero tu decisión,
Y mis pies desean volver a andar.