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Ahora sigue descansar

Oigo el pitido del reloj, las seis y media, sigue levantarme. Ella duerme, aunque antes no dormía. Hay silencio, los muchachos también duermen. Cuando salgo de bañarme gracias a Dios todos siguen durmiendo. Anoche me dijo Miguel que quería hablar conmigo, de seguro quiere dinero. Decido desayunar camino a la oficina.

Hoy tengo que terminar la revisión de inventarios. No hubiera sido difícil que me tocara un jefe menos pendejo, pero si pide la revisión nomás por si se le ofrece al Ingeniero, no me queda otra que chingarme. Maldito tráfico, no me va a dar tiempo de desayunar.

Tengo que comprar un nuevo bote de Nescafé si no quiero tener que tomar la mierda que tienen aquí. Esmeralda me habla para indagar sobre el reporte. Le pide que le imprima sus e-mails. El cabrón ni eso puede hacer, no sé si por eso me habla ella o nomás para sentir que su trabajo de secretaria significa algo, la muy mamona. Quedé de terminarlo antes de irme, le digo, sí, si nomás quería saber como ibas, replica, yo ya lo había acordado con Federico, así se llama mi jefe: Federico, pinche nombre más feo, a ver si le recuerdas que todavía estoy esperando que me mande la autorización para cubrir la baja por maternidad de Jovita, que así tendría menos bronca para efectuar la revisión, le digo pero sé que no se lo comentará.

Como con los de siempre y solo por eso como con ellos. Altamirano con sus mamadas de siempre y Villegas que se las festeja. Bola de aburridos. Con todo lo que me falta por terminar mejor me hubiera comido un sándwich en el escritorio. Cuando regreso de comer oigo el mensaje, necesito que me llames, es todo lo que dice. Tengo ganas de un café, mejor me lo tomo ahorita porque luego vaya uno a saber.

Voy al almacén a ver como van con el conteo del material recibido. Me detengo para darle un trago al café. La veo. Está en la plataforma de descarga anotando algo en la tablilla sujetapapeles. Creo que me ve, alzo la mano para saludarla. Vuelve a mirar la tablilla y apunta algo. Unos segundos más tarde levanta de nuevo la vista y esta vez sonríe. Agita la mano, yo igual. ¿Cómo va el conteo? No se me ocurre decir otra cosa que esta pendejada. Ahí vamos, dice, hace mucho que no te veía por aquí, agrega, me gusta porque no es cierto, ayer fue lo último que hice antes de salir. Si ¿verdad?, sonrío y por un instante me siento contento. Le pregunto la existencia de una parte, todavía no la cuenta. Después le hago notar que la semana anterior no la vi. Me fui de vacaciones, ¿Ah, sí?, muestro sorpresa, con mis papás y mi hermana, a Manzanillo. José se acerca, quiere darme parte de su trabajo. Ella recomienza su conteo. No nos despedimos.

Hace ya más de una hora que te intenté llamar, suena molesta, no es ninguna sorpresa, ¿no oíste mi mensaje?, lo acabo de oír, miento, estaba en el almacén. Como sea, dice, Miguel necesita dinero y a mi ya se me acabó. ¿para qué?, pregunto pero me da lo mismo, para las clases de tenis, percibo su molestia en tener que responder. Clases de tenis, no tenemos dinero para clases de tenis, no tenemos dinero para que esté en esa escuela de ricos, pienso, en la noche se lo doy. La otra línea suena, cuelgo.

Otra vez Esmeralda, me pidió Federico que te preguntara como ibas, lo dudo, camino a mi escritorio lo vi salir junto con el Ingeniero a comer. No discuto, un par de horitas más. Veo el reloj, casi las cinco, no saldré antes de las ocho.

La gente pasa a mi lado. Son más de las seis. Por la ventana alcanzo a ver el estacionamiento, la gente se dirige a sus coches, los coches a la salida. Una hora más tarde queda el mío y unos cuantos más. Continuo con el reporte, está saliendo más rápido de lo que esperaba. Me llega su e-mail con los números, no trabajes mucho, firma, sonrío otra vez. Con suerte termino en media hora más.

Ya está casi oscuro cuando reviso el borrador, en la salida del edificio veo al nuevo de Calidad, me lo presentaron cuando empezó hace un mes, intento recordar su nombre. Por la puerta del edificio sale ella, la observo mientras camina, sonríe, el de Calidad se le empareja y se encaminan juntos hacia el estacionamiento. Parece que le toma la mano, no alcanzo a distinguir claramente. El le abre la puerta y ella se sube al coche. Da la vuelta y se sube del otro lado. El teléfono otra vez. ¿Cómo vamos con eso?, estoy por enviártelo, ¿quieres que te lo imprima?, nomás mándamelo. Ni gracias, ni nada.

Es tarde, aunque no tan tarde como creía que iba a salir. El tráfico es ligero, en quince minutos puedo llegar a la casa y a tiempo para cenar. Recuerdo que avisé que no llegaría a cenar. Se molestará. Veo el Vips y busco donde estacionarme. Hacen buenos sándwiches. El primer trago de cerveza me cae como brisa en la garganta. A la mejor simplemente viven cerca y se ponen de acuerdo para compartir coche, muerdo el sándwich, demasiada mayonesa. Abro el periódico y comienzo a leer.

Las luces están apagadas. Intento no hacer ruido. Oigo la música salir desde el cuarto de Javier, levanto la mano para tocar la puerta pero me detengo en el último momento. Me desvisto sin encender la luz. El de Calidad es joven, no debe de ser más de tres o cuatro años mayor que ella. ¿Qué horas son?, las once, contesto, ah, me meto en la cama. Oye, se incorpora, ¿sí?, nada, se vuelve a acomodar. Veo los dígitos rojos, las once treinta y seis. Ahora sigue descansar.


(Se agradecen comentarios y/o que me digan -votando- que tanto les gustó, gracias. Luis)

Texto agregado el 26-07-2004, y leído por 230 visitantes. (0 votos)


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