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Sentirse amada

Ya no basta con lágrimas cayendo sobre mi apagado rostro, tampoco basta con cantarle su canción favorita con la cual se dormía plácidamente sobre mis robustos pectorales. Ya no basta con recordarla porque son solo imágenes en mi mente que dé en tanto en tanto me hacen entrar en una irrealidad, donde la veo brillar abrazándome diciéndome que me ama; Pero al abrir los ojos todo desaparece, se desvanece, comienzo de nuevo en el final irremediable de este relato, llorando, golpeando las paredes, esperando que alguien me escuche. Pero nada...
Sera cosa del destino que me quitaran de las manos a mi amada, la cual me brindaba la felicidad absoluta con tan solo dibujar una sonrisa en su rostro, era lo más lindo que tenia y me lo arrebataron. Nose porque tampoco quiero saberlo, solo quiero dejar de llorar y volver a verla tan solo para decirle por última vez que la amo, o besar esos carnosos y seductores labios que eran “vuelo a una degustación paradisiaca” Me llenaban de placer haciendo de mi su esclavo, un feliz esclavo.
Ahora necesito narrarles mi penosa desdicha que me sucumbe diariamente, tan solo para librarme aunque sea un par de horas y luego volver a estar muerto en vida.
Caía el atardecer en ese tumultuoso invierno sobre la ventana que daba hacia el parque en donde se observaba a una pareja sentada en una banca tomada de la mano más atrás unos niños corriendo alrededor de una fuente que largaba de sus extremos chorros de agua, aunque no eran de esos que se veían en la magnífica fuente de Mar del Plata, los cuales se adueñaban de sus propias luces en la noche, creando un gran espectáculo, en donde las personas se quedaban estupefactas. Y aunque no eran como estas lograban llamar la atención de diversas mentes llenas de pensamientos tal vez obsoletos ante la apreciación de pequeños detalles que pasaban desapercibos como el efecto que ocasionaba el agua al chocar contra el pasto, la sonrisa ingenua de un niño al ver tal “espectáculo” pero si también captaban la atención de aquellas perceptivas que se paraban un segundo para admirar y respirar.
Lucila miraba desde su ventana atentamente el cielo que cada vez se oscurecía mas, apagando la luz que había brindado el día. Pero parecía que ella había encontrado en él la manera de olvidar sus penas y distenderse de todo mal. Sus ojos color café contemplaban tal "libertad" que en un suave y cálido silencio lograba transmitir esperanza y ganas de vivir.
Dios que bella era, no había día que no dejase de pensarla, necesitaba brindarle todo mi amor segundo tras segundo, abrazarla en las noches de frio, cuidarla de todo mal social, hacer que se sienta la mujer más bella del mundo y poder sentir su cariño dentro de mí. El problema era que ella no sabía nada de esto, solo me tomaba como un amigo mas, recuerdo que una tarde en la que me estaba contando cómo había sido su penoso día, me quede mirando atontado sus ojos, no podía creer tal “obra de arte”, era como contemplar el paraíso y me había dado cuenta mi porque en este mundo. Amarla.
-¿Estás bien? –Dijo –
-Eh, ¿perdón?
-Si estás bien, parece que te quedaste medio tildado. ¿En qué pensabas?
-Boludeces
Todavía me pregunto porque no me le declare, hubiese sido un alivio soltar esa gran mochila que llevaba mi corazón, pero en ese momento miles de pensamientos, dudas y sentimientos se entrecruzaron formando un enredo que me paralizo haciéndome dudar de mi mismo diciendo si realmente sentía lo mismo, ¿Qué pasa si ella me dice que no?, ¿y si no soy lo suficientemente bueno para ella? ¿Qué hago? En ese momento tendría que haber soltado todo pero no pude
-Decime, sabes que a mí me encantan las boludeces
-No tiene sentido, cosas mías
-Dale
¿Qué le digo pensaba? Sentía una sensación de desesperación corriendo por mi lengua que desbordaba en todo mi cuerpo, admito que me empezó a temblar el cuerpo, los nervios me mataban, no podía controlarme
-Es que no puedo creer todavía como te engaño Ignacio, no sabe lo que se perdió, perdón pero vos me hiciste tocar el tema.
No voy a decirles lo que me dijo pero sí que me sentí el hombre más feliz del mundo, no porque me haya dicho que si quería estar conmigo sino por su dulzura al expresarse, por ser simplemente ella. Y ese día fue tan perfecto, que podría quedarme atontado toda mi vida
-¿Qué miras por la ventana? –le dije-
- Nada, solo deseo ser libre, poder volar como aquella gaviota tan diminuta a lo lejos
-¿Libre? No entiendo, tenes toda la libertad del mundo, vivís sola, no te molesta nadie
-No entendes lo que es ser libre, es poder dibujar felicidad en el aire, poder gritar sin estar encadenada, decir un te amo sin temerle al rechazo
En ese momento sentí su angustia y hubiese querido ser al que le temía expresar sus sentimientos pero resulto ser ese tal Ignacio, ¡que estúpido por dios! Era de esos típicos chicos cancheros que se hacían los más top de todos porque vestían de marca como Armani u Ona Zaes y tenían a todas las chicas atrás que les besaban los pies. Lo había conocido en un boliche, (creo que se llamaba “Sunset”) después de haberse peleado fuertemente con uno de sus ex. Siempre me contaba sobre él, parecía que vivía solo para eso. Es que creo que estaba enamorada aunque nunca me lo confesó.
-¿A quién amas? –replique-
Sus mejillas se sonrojaron mientras lentamente se bordeaba una ingenua sonrisa creando una pequeña ingenuidad que me hacia recordar esos momentos de adolecente en donde el querer era el primer plato, enamorarse era el segundo y de postre amar.
-No te voy a decir
-Dale, si soy tu amigo, te prometo que no le cuento a nadie
-Está bien, se llama Ignacio
-¿Ignacio? ¿Cuántos años tiene? ¿Cómo es?
-No te parezcas a mi papá con esas preguntas tontas, solo sé que es perfecto tiene esa sonrisa perfecta, es…
-Bueno ya entendí, ¿Y porque no le decís todo lo que sentís?
Ahí pude entender que ella le pasaba lo mismo que a mí, el miedo era incontenible y las ganas de estar con él la hacían sufrir cada vez más.
-No te quiero ver así, yo te voy a ayudar a conquistarlo
Y así fue, sentía que necesitaba ver feliz a la mujer de mis sueños aunque no fuese en mis brazos.
-Gracias, sos un gran amigo
Amigo, amigo, amigo solo amigo, Ignacio debía ser el chico más afortunado del mundo aunque nunca supo darse cuenta y término perdiéndola, aunque fue mejor para mí, nunca la había visto tan triste después de la ruptura. Dios mío parecía que le habían cortado las alas a un ángel, noches de desvelo llorando en silencio estrechando la mano en la oscuridad buscando aunque sea su temporal respiro, deseando que la haga única arrastrándola a un lujurioso placer. Es que yo se que ella lo amaba pero para él era solo algo pasajero. Suena feo relacionar a la princesa de Lucila con la palabra algo, pero es así. Jamás escuche decirle un te amo, o haberle comprado un ramo de flores. Ella nunca le pidió nada, pero uno siempre espera recibir lo que brinda, aunque sea un simple “te ves muy linda hoy”. Ella solo pedía amor, era tan simple, amor, no pedía ni una casa junto al mar o un auto BMW con millones de dólares dentro, solo deseaba sentirse amada, saber que había alguien pensándola todo el tiempo, saber que existía ese príncipe azul del cual se narra en todos esos cuentos, saber que ese alguien daría su vida por ella, que le robaría al tiempo esos cinco segundos tan solo para verla al amanecer abriendo sus bellos ojos y sonriéndole a la vida, era lo único que pedía, tan simple como un “te quiero” o un “sos lo más lindo que vi en mi vida”.

Continuara...

Escrito por: Maximiliano Braslavksy

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Texto agregado el 15-01-2012, y leído por 90 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
10-02-2012 Bonito relato, me gustó. Saludos teresatenorio50
 
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