| “SE  PODIA  ESCUCHAR  EL  SILENCIO”
 Comprobe que la aseveracion:
 “Plumillas de nieve caen del cielo” es cierta, pero mas parecian plumillas  de algodon de azucar que se liberaron  del carro de su vendedor, o que algun nino travieso lanzo al azar.
 
 Todos sabiamos que el sabado catorce, por la noche iba a nevar.   Mientras tejia en mi cama cada cierto tiempo miraba por la ventana, tambien estaba atenta a cualquir sonido diferente; pero o era el viento  o la calefaccion que se activaba. Me vencio el sueno,  deje el tejido a un lado y me dormi.
 A la una de la madrugada con cuarenta y cinco minutos  me desperto el silbato del tren,  de inmediato mire por la ventana; todo estaba cubierto de nieve, no asi  los troncos y ramas de los arboles; deduje  que la nevazon duro pocos minutos.
 Por la manana del domingo   mis nietos Dylan y Logan  apenas se despertaron corrieron al dormitorio de sus papas; Ian quedo llorando en su pieza, tal vez todavia tenia sueno. Cuando mi hija  bajo  con sus dos hermanos fui a consolarlo.
 -Ian!...Snow, snow, le dije acercandome a su ventanal para mirar la calle 15, donde vivimos. La habia sobre el cesped de los antejardines y sobre los pocos autos que dejan afuera.  El, corrio a los vidrios y pregunto:
 -Snow?
 Por unos instantes lo deje mirar sobre el alfeizar de la ventana, luego lo invite a mi pieza, donde se  subio a nuestra cama y saltando casi encima de mi esposo exclamaba:
 -Snow, snow!  Fue a contarle a su papa  para  despues bajar corriendo a decirlo a sus hermanos que no se  habian dado cuenta, ya que lo primero que hacen es encender la T.V.
 Baje a mirar el patio. De la nieve nada, solo el pasto se veia mojado; los delicados copos se desintegraron sobre las frondosas copas de los arboles. Pero si  pude ver en todo su explendor  la nieve acumulada  sobre la varanda y los peldanos de la escala de la terraza, como tambien sobre la Van negra de mi yerno  y en el amplio patio de la casa del vecino.
 Pase a la cocina, mi hija estaba colocando el agua, mientras esperabamos su hervor  servi  las tres leches para los ninos,y le dije:
 -Oye, esto es una pequena cooperacion, yo vuelvo a mi camita a disfrutar mi Nescafe nevado.
 
 Mi marido se vistio mas que rapido y tambien bajo a mirar; a mi yerno no le quedo mas remedio que acompanarlo con los ninos a disfrutar un momento del espectaculo. Despues escaparon del frio  y se encerraron a mirar mas T.V.
 
 A las nueve veinte A.M, comenzo a nevar de nuevo.  Me extacie mirando por mi ventana como caian los copos en  acompasado y asombroso orden; en caida libre y vertical u oblicuos si soplaba alguna brisa.
 Pero esta maravilla duro solo  ocho minutos. A las nueve treinta se respiraba una paz y tranquilidad  tan profundas, que por  eso cabe repetir la manida frase:
 “SE PODIA ESCUCHAR EL SILENCIO”
 
 |