Nada escapa de la habitación,
son cadáveres dilatados, tejidos espásticos y
envejecidos que van tapizando uno a uno la
imaginación.
El reflejo enceguecedor, presiona las pupilas,
inyecta un fluido espeso que con dificultad se
desliza por vasos rígidos y con tenacidad desorienta, envenena y lame las heridas que infligieron dolor.
Las paginas inertes de un tiempo sin retorno,
juegan con la oscuridad.
todo se detiene ante la visión patética de lo que fue
y surgen detrás de esas paredes,
las historias de hombres y mujeres, de familias, de héroes
pero nada escapa al pútrido proceso cíclico de la
única verdad,
el fin de un ciclo y el comienzo de otro sueño,
el sueño de los muertos,
de los que sin palabras desmenuzan los huesos,
los recuerdos.
Nada limita la linea divisoria de entre esta realidad
que se deshace sin piedad ante la memoria ancestral.