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Capítulo 34: “El Primer Triunfo”.
A pesar de que hubo muchísimas batallas que para nosotros con el tiempo se tornaron en triunfos, esta fue la primera en tener resultados importantes para el pueblo.
Eran las cuatro de la madrugada del día 25 de agosto del 2012, se cumplían cuatro meses del inicio de la toma, todos dormían, el ambiente estaba demasiado calmo. Entre medio de mis sueños pienso en lo incómoda que es la colchoneta en la que estoy durmiendo y en seguida de que me asusta el hecho de que ningún español se apareciera en la escuela después de tantos días. Un grito me despierta de súbito. A pesar de que llevábamos pijama estábamos listos para vestirnos con la ropa de batalla, cosa que hicimos al instante. A medida que hacíamos eso, los gritos se acercaban y los disparos, luego a oscuras por los ventanucos del aula conseguimos ver luz y eso era fuego, más gritos. Empuñamos nuestras armas, salimos con cuidado y algunas personas se encargaron de llevarse los caballos que en un lugar tan pequeño corrían riesgo de ser quemados y muertos.
Cuando salimos la imagen era aterradora, cualquier persona hubiese muerto del susto al verla, pero nosotros no lo sentimos, la escuela se quemaba, la gente caía al fuego y allí moría, dentro de las salas comenzaron a saquearnos, nosotros comenzamos a robarles a ellos, a dispararles, a matarlos, conocíamos el terreno, el lugar ya era de nuestra propiedad. La batalla comenzó con los saqueos, con los robos, comenzó con todas las energías, con todo, las bombas explotaban sobre nuestras cabezas, era terrible, los soldados te apuñalaban sin piedad y nosotros sin piedad los lanzábamos al fuego. Teníamos un punto a favor: conocíamos a la perfección el terreno, era nuestro, eso nos permitía huir cuando lo necesitábamos y oponer tentativas de mayor calibre asegurándonos el triunfo para nosotros. Al rato algunos grupos se acuartelaban en una sala a tomar fuerzas, arreglar las armas, reordenar la estrategia para luego intercambiar el puesto con otra legión. Lo más lamentable de todo es que gente de nuestro bando fue muerta en la hoguera que se instaló a la mitad del patio, a ciencia cierta no era una hoguera simplemente solo fuego que se había instalado a sí mismo a medida que caían las bombas y los militares lo prendían, y luego tomaban cautivos de nuestras legiones para luego disponerse a quemarlos, nosotros al constatar que los cuerpos no tenían vida tomábamos una rigurosa y dura venganza de hacer lo mismo, a pesar de esos cuantiosos sin sabores a las 9:07 a.m. los logramos echar del establecimiento dejando bien en claro una y otra vez que podían intentar sacarnos por cualquier método: asesinándonos, quemándonos, disparándonos, rodeándonos, podían hacer lo que quisieran pero nosotros jamás abandonaríamos nuestra postura, ese era el lugar que nos correspondía. A las 9:00 a.m. supimos que la victoria era nuestra, que nuestro fuego, nuestras espadas y nuestro coraje, por sobre todo nuestro coraje triunfaron.
Los cuerpos yacían laxos en cualquier lugar, donde miráramos veríamos muertos, estaban en todas partes. Los ibéricos habían corrido con la noticia por toda la ciudad, los que se habían conseguido salvar de la batalla. Los padres se amontonaban desesperados en el muro sur del establecimiento buscando noticias de sus hijos, de sus pupilos. No fue hasta el mediodía cuando el alboroto cesó, la calma reinó en el lugar, publicamos la lista en los muros de los caídos, al ver que sus niños estaban bien daban gracias a Dios e intentaban llevarlos a sus casas. Pero como en todo había un lado feo de la calle y ese lo estaban viendo de cerca, es más lo estaban viviendo los familiares de los muchachos que habían dejado la vida en el campo de batalla, lloraban si parar, con desesperación y locura, como si un camión les estuviese pasando por encima del cuerpo, sin duda sentíamos lo mismo, ellos no podían creer que no volverían a ver nunca más a sus seres queridos, nosotros tampoco podíamos creerlo. Bien entrada la tarde logramos sacar todos los cuerpos de los patios y aulas. No podíamos dejar de dar gracias por el hecho de que no hubiesen descubierto el refugio o cuartel como le llamábamos, si hubiesen irrumpido allí hubiese sido más trágico que cualquier cosa, las bajas sin dudas serían mucho mayores. Penas retirábamos los cadáveres les colocábamos una inscripción con el nombre del caído, su función y la forma heroica en que murió, luego dejábamos la bolsa en la entrada para que los parientes del mártir recuperasen el cuerpo y dispusieran de él. A la noche había dos velatones, una en la puerta de la escuela hecha por los parientes de los muchachos y otra adentro que la hicimos nosotros mismos. Cada vela simbolizaba a cada caído.
Todos los días hasta el 31 de agosto de 2012 los apoderados de los caídos y de los atrincherados hicieron marchas para que el gobierno promulgase la ley de “Libertad de Elección Juvenil y no Conquista de Escuelas”, de seguro no querían ver a sus familiares morir. Todo esfuerzo suele rendir frutos.

Era el día 1 de septiembre de 2012, al mediodía un ruido en las rejas, corrimos a ver y cuando llegamos, ya no había nadie solamente una carta. Al segundo después en los rostros de todos se dibujó una sonrisa. Comenzamos a saltar, la ley estaba promulgada, la O.N.U. la había aprobado, y se hacía cargo de que se cumpliese. El documento tenía una copia para cada guerrillero y para cada alumno. Toda la gente sabía.
Ese mismo día acabó la toma, nos avisarían por los exámenes pues la ley decía que aunque fuésemos guerrilleros teníamos derecho a educación por el hecho de ser menores de edad. Desde ese día cada uno volvió a su casa, ese fue el primer paso de la recuperación de la independencia nacional, fue la primera señal de justicia e igualdad en la nación.

Texto agregado el 21-01-2012, y leído por 138 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
19-02-2012 Un capítulo de acción trepidante. Sabes mover masas de personajes con tus letras, sos una gran descriptora de batallas y eso no es sencillo de lograr. Un abrazo y viva el derecho a la educación. WEISSTURNER
 
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