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Capítulo 49: “Salvándose de la Horca”.
“¿Por qué siempre las malditas jaquecas?”. Eso pensé la mañana del 30 de agosto de 2013. Para variar un tanto estaba con jaqueca al despertar. “No suelo tener jaquecas solo porque sí, algo malo, raro y/o peligroso puede que pase… ¡¿Puede?! Pasa derechamente, cariñito”, volví a pensar. Y tras llegar a aquellas conclusiones, decidí que debía abrir los ojos cuanto antes. Acto seguido lo intenté de manera totalmente fallida, ni hablar de levantarse y averiguar definitivamente lo que sucedía. La cabeza me daba cien mil vueltas y me ardía un tanto. Tras un rato conseguí calmarme, o mejor dicho calmar a mi pobre cabeza. Antes de levantarme me toqué las cejas por un motivo totalmente ignorado. Algo húmedo se escurrió por entre mis dedos. Abrí los ojos con las cejas alzadas y miré lo que ya se había esparcido técnicamente por toda mi mano: sangre. Miré mi brazo derecho: más sangre, volví a palpar mi frente: una venda, pero de todos modos la venda estaba empapada de sangre. Escudriñé por debajo del paliacate (sí, la venda era mi paliacate que me habían sacado) y me topé con una cicatriz, mejor dicho costra.
-Wow, ¿qué pasó anoche, cariñito?-me auto inquirí con voz un tanto farfullada, cejas alzadas y una mueca rara en la cara.
-Fuiste apresada-me contestó un hombre.
-¡¿Qué?!, disculpa cariñito, ésto no es… ¡ah, sí es una celda!, sigue con tu maldita historia, ¿savvy?-dije.
-No cambias nada…-sonrió el tipo.
-¿Por qué cambiaría?... Hagamos ésto fácil, dígame quién es-dije.
-Rafael Benavides, fui soldado tuyo-contestó el mocetón.
-No olvidaría jamás a un traidor-repliqué con la voz farfullada.
-Después de todo te hice un favor-dijo.
-Hiciste que Peñaloza me conociera y me pusiste al tanto de la realidad y el peligro que corríamos, fue una traición, pero a fin de cuentas me ayudó bastante-reconocí.
-En realidad no te quise traicionar: ese era el propósito. Pero estaba tan enojado contigo que perdí la razón y…-ahí quedó.
-Dudo que algún día hayas tenido razón, pero continúa…-filosofé.
-Y te delaté sin pensar en la guerrilla, quería que Peñaloza te conociera de otra forma, te delaté y saliste del embrollo. De todos modos traté de hablar ayudándolos, no tenían la culpa de que yo fuese un atarantado hablando y tú actuando-dijo.
-Sí, admito los cargos de ser buena improvisando, cariñito. Pero aquí hay algo que no encaja… ¿Por qué seguiste en el ejército de Peñaloza?-pregunté.
-Para asegurarte la victoria, soy patriota y a pesar de sentirme traicionado por ti no iba a dejar la causa-dijo.
-Interesante… solo quiero saber cuál es tu concepto de traición-dije.
-Pensé que me utilizabas, pero nunca dudé de tu patriotismo-respondió.
-Y ¿Por qué dejaste que me apresaran? ¿Deudas del pasado? Pues, nunca olvido una deuda, y no creo deber una, ¿savvy?-dije.
-No me hago pago de nada, quería que te apresaran conmigo aquí, hablarte y ayudarte a huir-dijo.
-No necesito de nadie para huir, soy una comandanta, guerrillera y fui pirata. No quiero la lástima de nadie-dije.
-Mírate y vence tu orgullo por primera vez en tu vida. Te ves penosa y no lo niegues-dijo, ah, por cierto, debo decir que era muy sincero.
-Me alagas, cariñito, pero si me querías tanto ayudar, ¿por qué demonios estoy herida justo ahora?, ¿o ésto es una alucinación? Pues eso sería mucho peor…-dije con sarcasmo.
-Teníamos que pasar por algo normal-confesó.
-¿Sí?, pues agradezco tu invisible ayuda, ¿savvy, cariñito?-dije.
-¡Benavides!, salga lo más alejado que pueda de esta criminal-bramó un oficial.
Yo me había puesto recostada el paliacate en su lugar, la herida ya no sangraba.
-¡Levántate!-dijo el tipo parándome de un empellón.
Me amarró las oxidadas esposas, me cogió del brazo izquierdo y me hizo caminar. Miré mi cinto y descubrí que mi verdugo era un gran tarado: mis armas seguían ahí, las municiones misma historia.
Al rato salimos del estacionamiento que ejercía de prisión y llegamos a un gran anfiteatro que pertenecía a la Plaza Cienfuegos. Miles de personas estaban sentadas alrededor y otras tantas se habían ubicado de pié. Al medio había una tarima y sobre ella una soga: me esperaba la horca. Me hicieron subir y entonces comenzó a hablar el secretario con los ojos fijos en su carpeta para dar a entender a la concurrencia los motivos de mi presencia en ese lugar, que a su vez explicaba los motivos que ellos tenían para estar allí y no en sus casas: querían y/o debían ver mi ejecución. Vi que varios soldados se frotaban las manos y sonreían: se estaban deshaciendo del problema mayor de toda España. Solo en ese momento me dispuse a escuchar las sandeces que diría el carcelario, algo me decía que no moriría, pero aún así encomendé mi alma al de Arriba.
-Sofía Poblete-“Comandanta, si no es mucha molestia, y el título de capitana no está de más, increíble trozo de genialidad que pisa la Tierra”, pensé y seguí escuchando el festival de sandeces que decía el tipo aquel-. Por sus repetidos y desnaturalizados crímenes se le ha traído hasta aquí a ser ejecutada, a continuación he de nombrar los más viles y de alto peso: amotinamiento, hurto, asesinato, secuestro, piratería, hurtar un navío-“¡No lo hurté!”, pensé-, torturar a sus rehenes, hackear las redes de propiedad ibéricas, apropiamiento ilegal de armamento ligero y pesado. Por estos crímenes y otros menores se le ha condenado este día, 30 de agosto de 2013, a morir en la horca, colgando del cuello hasta morir, que Dios se apiade de su alma-dijo el tipo, y yo pensaba “No me queda claro para qué demonios sirve la horca, cariñito, pero no creo que me entre una bala con la horca”.
Vi entre la concurrencia a mi ex soldado y me dolí por haber pensado que él era un traidor, a decir verdad era el más leal de todos, pues nadie de la guerrilla se había dignado en aparecer. Aún así cómo demonios podía saber yo si estaban o no batallando.
-Quisiera decir unas palabras antes de morir-dije antes de que el verdugo me colocase una soga al cuello, casi un par de milésimas de segundo, sino ahora estaría en un ataúd, probablemente siendo alimento de gusanos obesos.
El soldado recogió la cuerda y la sostuvo en sus brazos, hizo una seña para el capitán que rodó los ojos y me apretó casi con odio las esposas. “¡Camina!”, me aulló de manera nada agradable el capitán que me llevó hasta el micrófono a decir mis últimas palabras: el reglamento decía que si se trataba de una ejecución individual se podían decir las famosísimas últimas palabras, si eran de más personas era imposible.
-Primero, desearía agradecer a mis verdugos por su amable atención-dije con una mirada llena de sorna-. También quiero agradecer a la vida por las innumerables oportunidades que me dio de ser feliz y a todos aquellos que me ayudaron a cogerlas sin miedo alguno-dije mientras veía a Rafael caminar sonriendo, no me quedaba más opción que esperar su llegada y ahí pelear de forma armada, así que alargaba el asunto a más no poder-. Además quiero decir que extrañaré a mis amigos y por sobre todo a mi madre por protegerme y apoyarme siempre con su amor incondicional. Hay un campamento patriota en el sur, en la Araucanía. Fueron capaces de hacer caer a la NHM, los harán caer a esos problemas. Están en la cordillera de Temuco y nada me vale ser leal a la hora de morir. Y por último…-ahí me dejaron.
-¡Suficiente, pequeña criminal!, si no aprovechaste tus últimas palabras en pedir tus últimos deseos los que por cierto no se cumplirían, no es nuestro problema-yo ya iba a responder con un sarcasmo inmejorable cuando llegó Rafael.
-¡Suéltenla!-gritó a mis carcelarios y disparó de muerte al verdugo que me tenía del brazo.
El hombre cayó al suelo, se le soltaron las llaves, las cogí y me liberé. En ese intertanto habían perdido el interés sobre mí y trataban de ahorcar a mi amigo. El público entre sí comenzó a pelear, cosa muy típica de los chilenos cuando hay dos puntos de vista diferentes. Así pude correr hacia él, hacer que anduviese un poco más y ahorcar a sus carcelarios, los otros cayeron de la tarima. Él y yo cogimos unas tablas, nos pusimos a pelear y así nos liberamos del tumulto.
-Eres increíble-me dijo.
-Gracias-murmuré.
-Siempre habrá buenos cumplidos para buenas personas-filosofó.
-Me refiero a gracias por salvarme, y aprovecho para agradecer el cumplido-dije.
-Escucha: Manuel dijo que te refugiases con tu madre hasta que te recuperes del todo bien. Daremos aviso a los mapuches y la NHM irá a luchar. Todos están bien, y por favor idea un plan para pelear cuando regreses. Todos te extrañamos. Y otra cosa, puedes ir a la escuela, la ONU te lo permite al no haber pruebas contra ti-me dijo.
-Adiós-dije abrazándolo, él respondió de la misma forma. Y me largué.
Llegué a casa al rato después. Me cuidé bastante bien de los realistas y entré. Me temía que le hubiesen hecho daño a mamá al saberse que yo había vuelto a la guerra.
-¡Hija, por Dios, estás bien!-exclamó al verme, y yo pensé “Lo último debería ser una pregunta, pero con tal de salir viva de ésta, no hay problema”.
-Sí, estoy bien. Casi me ahorcan, pero aquí me ves: como siempre en pié-respondí abriendo los brazos.
-Me alegra, porque me debes responder algo-dijo, y yo iba a decir “¿Qué cosa?” cuando ella continuó-: ¿Por qué me traicionaste?
-Al parecer no leíste la carta, y no fue una traición legítimamente tal-repliqué.
-Cuando escribiste la carta no pensabas lo mismo, tenías la certeza de ser una traidora-dijo.
-Y por ello te protegí. ¡Pagué en el colegio para que no dijeran que no iba a clases, conseguí cosas de manera clandestina, cambié mi identidad!, ¡Por el demonio!, ¿qué otra prueba más quieres?, nunca nadie se enteró de mi ausencia, todos siempre creyeron que yo estaba aquí junto a ti y que no comandaba la NHM. No tenían pruebas-dije.
-Sí… claro… por eso mismo que hoy día casi te ahorcan-dijo vengativa y yo veía en sus ojos que estaba ad portas de ahorcarme ella.
-Pero no tenían pruebas de que yo soy de la NHM, solamente un maldito traidor se le ocurrió eso, y el cargo principal era haber sido integrante de la NHM, no que lo estaba siendo-dije.
-No sé, solo sé que vinieron a avisarme corriendo que me escondiera, porque estabas al borde de la horca-dijo.
-Y no te cogieron. ¡Vamos, queda poco, no te esclavizarán!-dije y continué-Y al parecer olvidas la parte de la carta en la que te dije que no dejaría que te dañaran aún así estuviese en Singapur y que vendría a salvarte en un cinco.
-Pero, ¿y cómo supieron que estabas en esa casona?-preguntó calmándose, también tenía en cuenta que yo estaba herida.
-Ya te dije, un maldito traidor que me las pagará, aún así se me largue la existencia, ¿savvy?-confesé hecha una furia.
Yo estaba hecha una furia al no saber quién había sido el infame y traidor que había hecho que por poco me colgasen. Quería saberlo, era lo que más deseaba en la vida. Anhelaba conocerlo y causarle las peores torturas del mundo, no solo por lo que casi me había sucedido, sino también porque casi había arruinado la vida de mi mamá y yo no lo toleraría jamás. Otra cosa que me tenía furiosa eran las curaciones. Mamá había visto la herida de mi frente y las otras tantas que tenía en el brazo derecho, así que había decidido curármelas cosa que, por cierto, duele bastante. Luego vio los magullones en mis muñecas los cuales eran obra de las esposas y tuve que tolerar otro calvario con ello.
Al día siguiente principié a ir a clases, no me sucedía nada excepcional, excepto cientos de miles de preguntas sobre “¿Por qué llevas un paliacate multicolor en clases?”, y como sé mentir bastante bien les inventé una rola que se la podrían comer felices de la vida por tres mil años, ¿savvy? También me encontré con Miguel que me ayudó a hacer más llevadera la situación, pero pasó lo inevitable.
-Alguien te está esperando en la casona-me soltó un día Rafael a la salida del colegio.
-¿Quién?-pregunté sorprendida.
-No lo sé, es una niña, dice ser amiga tuya-respondió.
-Dile que me espere, iré en la noche-dije.
-¿Segura que estás en condiciones de luchar?-dijo.
-Pirata, siempre vivo, ¿savvy?-repliqué.
En la noche, mientras mamá dormía me levanté. “Cualquier cosa me llamas, te quiero”, eso le escribí y le dejé mis dos aros de oro como obsequio, ahora solo llevaba los de monedas. Era su cumpleaños y yo me iba de la casa sin retorno…

Texto agregado el 29-01-2012, y leído por 134 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
29-01-2012 Fue un placer leerte... susana-del-rosal
 
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