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Capítulo 51: “Regalo de Navidad”.
Era el 24 de diciembre de 2013. Yo caminaba por la calle a paso ligero. Hacía un calor de los mil demonios aquella mañana. Yo había puesto rumbo a mis pasos, iría a un restorán de comida rápida a celebrar. Es que pasar de curso (a segundo medio) yendo a clases solo dos meses de diez era una gran hazaña, en realidad. Sumando a todo ello que había conseguido el primer lugar. Revisé mi reloj de coco, que era además un estuche, para asegurarme de que llevaba el dinero necesario para el almuerzo. Aún me vestía de guerrillera, de hecho esa era solamente una parada en Talca para matricularme y recoger mi libreta de notas, era una tregua de dos días para pasar la Navidad con mi mamá además, ese año habían muchas cosas que festejar y agradecer después de todo. Principiando por mi iniciación a la piratería, cosa que deseaba desde tiempos inmemoriales. ¡Segundo! Había viajado técnicamente por todo Chile, otro sueño que se me cumplía. ¡Tercero! Era Reina de Causa, cosa que era bastante interesante, por cierto. ¡Cuarto! Aún estaba viva, a duras penas, pero viva. ¡Quinto! Había pasado de curso, con problemas, pero lo había logrado. ¡Sexto!, no habían esclavizado a mi mamá. ¡Séptimo! La guerra se veía terminar y a favor patriota, lo que me hacía sentir orgullosa y, por cierto, feliz.
Nada podía ir mejor, el año terminaba bien a pesar de miles de peripecias que me habían puesto bastante nerviosa en su minuto, por ejemplo el hecho de haber estado a punto de conocer la horca y su verdadero significado, que es la muerte, en dos oportunidades.
Caminaba tranquila aprestándome para comer y luego robarme un botellón de ron en una botillería, pues al ser menor de edad no lo podía comprar de forma honesta, y aunque no fuese en mí una adicción beber el líquido ambarino era algo que me fascinaba. “No es buena idea, mamá percibiría tu aliento y eso no te saldría muy bien que digamos, ¿savvy?”, pensé y desistí de mi idea, lo que menos quería eran problemas con mi madre en esa importante fecha.
-Una moneda, señorita, por favor-escuché decir a una muchacha de mi edad, un poco mayor quizás, pero no sobrepasaba los diecisiete años.
-Claro espérame un tanto-dije hurgando en mi reloj y mirando los ojos tristes de la muchacha, luego le extendí las monedas.
-Gracias-me dijo, e involuntariamente bajó la mirada hacia su vientre abultado, de cinco meses mínimo.
-Te echaron de tu casa, ¿verdad?-pregunté recién fijándome en que ella estaba embarazada.
-Sí, así fue, mis padres se enojaron conmigo y me echaron, según ellos era una deshonra para la familia-respondió la muchacha.
-Deberías estar en la casa de su papá-dije dando a entender en la casa del pololo de la chica.
-Me violaron-respondió.
-Perdón por hurgar tan adentro, ¿savvy? Pero, ¿no deberías estar en un hogar entonces de adolescentes embarazadas? Digo, hasta que encuentres cómo demonios vivir-le repliqué.
-Viví en uno, lo dirigía una tía del que me violó y le permitía verme cada vez que el deseara-dijo dándome a entender a qué clase de “ver” se refería-. Era un realista y me abusó en represalia a que mi padre era patriota, en el hogar también lo eran, así que me escapé-confesó.
-¿Cómo se llama el realista?-pregunté.
-Arturo Peñaloza, se hacía pasar por un patriota, pero era notorio que era realista-me contó y a mí me calzaba, pues si la joven estaba de cinco meses era el tiempo en el que Peñaloza comenzó a hacer notorio su realismo.
-Enemigo en común entonces…-le dije de forma distraída.
-¿Te hizo algo?-dijo mirando mi vientre.
-¿Tú crees que con ésto me haría algo?-le pregunté levantando las cejas y desenvainando un poco la espada.
-Eres una guerrillera-dijo sorprendida.
-Sofía Poblete, mucho gusto-le tendí la mano, y seguí-: la que se dio el placer de sacrificar como una sacerdotisa azteca al pervertido que te dejó en estado-le dije.
-Andrea Loyola-dijo apretando mi mano.-Te agradezco lo que le hiciste a Peñaloza.
-En caso de que te refieras a abrirle el pecho de una estocada, de nada. Si te apetece podemos ir a comer algo, voy a celebrar el placer de estar viva-le respondí.
Fuimos a comer completos a unos carros que estaban ubicados en una vereda no muy lejos de donde nos habíamos conocido.
-Tú quieres venganza, ¿cierto?-le pregunté cuidándome de que nadie nos escuchara.
-¿Te cabe duda?-me devolvió la pregunta.
-¿Qué tal si te unes a la NHM?-le inquirí.
-En este estado no puedo, tampoco quiero abortarlo, ya me perdí la oportunidad-confesó.
-No me refería de esa forma. Amotinaremos el convento en el que estuviste, las demás se pondrían del lado de la guerrilla, cuando den a luz pelean con nosotros. Además, reuniremos monjas patriotas en unos conventos y traspasaremos la Iglesia Chilena a gente chilena con ideales propios de chilenos, ¿savvy?-propuse.
-No se me ocurre cómo-me dijo dejando bien en claro que era una persona totalmente carente del sentido de la imaginación.
-Simple… ponen un hogar de adopción, se juntan con niñas realistas embarazadas, las amotinan, se mezclan con esa gente y le lavan el cerebro de esa perspectiva, de que el realismo no hizo nada por ayudarlas y bla, bla, bla. Luego llevan su caso a la O.N.U., y aquí viene la parte más complicada-me acerqué a distancia prudente como para que nadie ajeno a la conversación nos escuchase-: tienen que contagiar con la idea a todos los conventos realistas y así volverlos al patriotismo, estarán bajo el comando de Catalina Fuentes. Luego van a donde te dije con la idea y protestan, pues la ONU mantiene ese derecho que no está siendo velado aquí por España, así que le causarán problemas al no poder mantener el control del país, en lo cual la NHM es experta en provocar y eso se desencadena en la expulsión y el triunfo del patriotismo-planeé.
-O sea nos utilizas-dijo.
-A cambio de recursos y venganza-repliqué-. Mira, la mayoría de las violaciones en el último tiempo, en resumen, la guerra, la han protagonizado hombres realistas en contra de muchachas patriotas, ¿savvy? Ustedes buscan la venganza y nosotros las ayudaremos, seguimos el mismo propósito en diferente camino, esa es toda nuestra diferencia, ¿savvy?-propuse a sabiendas que las estaba utilizando y sin un remoto miramiento, era lo que era: una timadora.
-Está bien, cuenta conmigo-confirmó.
-Correcto, mañana a las tres te veo aquí-le dije y nos despedimos como si nada, nadie, en verdad nadie sospecharía el pacto que habíamos hecho, esa magia mía para producir tales efectos…
Caminé energética hasta la casa, moría de ganas de ver a mi mamá que de seguro se aprestaba a pasar la Navidad sola, en tiempos de guerra era difícil salir y confiar en alguien para estar un tiempo agradable con dicha persona sin sentir miedo o temor a que te traicionase, así que era muchísimo más aconsejable quedarse en casa.
Me cercioré de llevar todo lo necesario: la boleta de la matrícula y mi libreta de notas, quería darle una grata sorpresa. Además era necesario saber si portaba aún mis armas, no me era una buena idea que me atacasen y no poder contestar más allá que con mi arma letal que es el sarcasmo y la ironía no mordaz.
Al llegar al portón vi que estaba abierto, entonces respiré profundo y descubrí que no podía dar pié atrás y salir corriendo muerta de miedo y cobardía. Caminé hasta la puerta y la golpeé, si había esperanzas, por muy mínimas de huir que fuesen, ya se habían esfumado por completo. “¡Al tiro voy!”, sentí que gritó mi mamá desde adentro, si quería escaparme tendría que esperar a estar adentro, y por primera vez sentí que los nervios me atravesaban por todo el cuerpo, una sensación nada agradable.
-¡Feliz Navidad, mamá!-dije, y un poco más calmada agregué-. Vine a pasar la Navidad contigo-vi su cara de rabia, en realidad no sé que era, pero comprendí que estaba dolida porque yo me había vuelto a ir y como colmo de males en el día de su cumpleaños-, pero si no quieres que esté aquí lo entiendo, te sientes traicionada, y probablemente yo me sentiría igual que tú en tu lugar…-no me dejó terminar.
-Ándate-fue su primera reacción y era obvio el porqué, de más está mencionar el portazo que me dio.
-No me iré sin antes decirte algo-dije deteniendo el portazo con la espada y devolviendo la puerta a su sitio-, quiero darte las gracias por ayudarme a conseguir ésto-dije enseñándole la libreta de notas la cual cogió y mientras ella leía mis calificaciones, agregué-: veré si el próximo año puedo hacer una vida normal, me encantaría llevar una-y entonces se me ocurrió-, pero no puedo porque tú me enseñaste que cuando me meto en algo debo ser responsable de mis actos y cumplir lo que prometo. No puedo prometerte que volveré y nunca me iré, sería mentir a sabiendas de que lo sabes, pero si puedo decirte que haré todo lo que pueda por hacer que ésto termine pronto, tal como prometí, y así poder regresar, ¿savvy?-dije en suma dote actoral y realidad.
Me abrazó entonces y sentí que ya no debía tener miedo, que todo estaba perdonado.
-Te eché de menos-me dijo.
-No tienes idea de cuánto yo a ti, y de lo que me dolió dejarte en tu cumple, pero sabía que entenderías el porqué si te lo explicaba de forma cuerda-dije.
-¿Tienes hambre?-preguntó.
-No, ya comí, ¿y tú?-pregunté dándome cuenta de que había metido la pata, no comeríamos juntas ¡qué obviedad!
-Sí, solo te ofrecía almuerzo, todavía queda-me dijo, y yo suspiré en secreto por la tranquilidad que eso me producía.
La casa estaba arreglada de Navidad, como en los viejos tiempos. Las botitas que mamá solía colocar estaban dispersas por las barandillas, en el living se veía el árbol hermosamente adornado y coronado con su brillante estrella, los ventanales estaban engalanados con guirnaldas y otros adornos, cada mesa tenía su mantel navideño y la puerta principal lucía una corona de ramas.
En la cocina, mamá guardaba el pan de pascua que en la noche serviría, los helados ya habían sido comprados, la cena estaba por ser preparada y así podría seguir un buen rato.
Debajo del pino de Navidad vi los regalos como cada año, esperando su turno pacientemente hasta las doce. Muchos envoltorios daban a entender que mamá me esperaba aún así su enojo le pesara. Vacié entonces mi morral dejando en su lugar los obsequios que había conseguido para ella.
Después de que terminamos de preparar la cena y acomodar los cubiertos en el comedor, llegó la hora de cambiarnos de ropa. Y así llegó el momento de rememorar. El vestido, el corsé, todo lo que llevaba puesto, excepto lo rígidamente personal, me lo había regalado Danto en España. No pasaban ni dos minutos sin que lo recordara, aún no había conseguido olvidarlo y eso me hacía mucho daño. Me quité la ropa en medio de mis recuerdos y me vestí con un vestido a la moda de unos años atrás, luego me quité el tricornio y el paliacate, dejando mi cabellera libre.
Bajé al rato a cenar, nos contamos banalidades, tonterías sin la más mínima importancia, pero en esos momentos valían muchísimo para nosotras. Luego de una larguísima sobremesa dieron las doce, cantamos villancicos y pusimos en su lugar del Pesebre al Niño Jesús. Después abrimos los regalos y seguimos conversando acerca de más cosas sin importancia. En eso nos quedamos profundamente dormidas hasta el mediodía en el sofá.
-Báñate y luego ven a almorzar-escuché a lo lejos.
-¿Eh? ¿Qué demonios sucede?-pregunté, era la iniciada de la tarde del 25 de diciembre.
-Nos quedamos dormidas. Yo voy a ver el almuerzo y tú báñate-dijo.
-Aye, capitana-dije subiendo las escaleras medio dormida y con una sonrisa medio sarcástica en los labios.
Cumplí las órdenes que ella me daba y me vestí de nuevo como la guerrillera-pirata que era.
-¿Ya te vas?-me preguntó mamá cuando me vio sentarme a la mesa en esa facha-Es de mala educación sentarse a la mesa con sombrero-dijo aludiendo a mi tricornio.
Me quité algo enojada el tricornio evitando así que el asuntito aquel pasara de azul marino a negro. Y me dispuse a contestar:
-Sí, me voy al rato, tengo que cumplir algo que prometí-dije.
-¿Qué es eso tan importante que prometiste?-preguntó mi mamá alzando una ceja.
-Un motín… no sé si será hoy, pero hoy veré como lo haremos, de todas formas prometo que me cuidaré, ¿savvy?-dije.
-No prometas cosas que no cumplirás, si te cuidaras te quedarías aquí-sugirió.
-Eso depende del concepto de cuidar-dije.
Luego conversamos de otros temas y levé anclas en otra dirección. El día anterior había conseguido la “Madre” que se haría cargo del convento luego de amotinarlo y Andrea había conseguido envalentonar a las muchachas que allí vivían, soportando toda clase de penurias durante el embarazo.
Esa noche, hubo un motín, murieron unas cuantas monjas, y ese convento, como muchos en la Patagonia, pasó a ser patriota… era el inicio del fin… ese era nuestro regalo de Navidad, esa es la calaña de obsequios que hace la NHM.

Texto agregado el 30-01-2012, y leído por 99 visitantes. (0 votos)


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