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Capítulo 56: “¿Cómo se Dice ‘Contrabandista’ en Romané?”.
-Orí, chabí-me saludó una mujer.
Llevaba una falda larga, su idioma era extraño, el acento arrastrado y sus rasgos muy finos. Eso me dio a entender que ella era gitana.
Era 1 de mayo de 2014 y recién llegábamos al Paso Pehuenche. Habíamos derrotado a una porción del ejército realista que atacaba la casona, pero el hogar de las hermanas de la NHM había sido vilmente cañoneado. Ya les habíamos pedido disculpas, era necesario, habían perdido su casa.
Había un tanto de nieve en el paso fronterizo, pues el invierno amenazaba con llegar. Estaba cerrado, en pésimo estado, un lugar que pocos ocupaban para cruzar la frontera. Sólo una aduana funcionaba, los otros eran pasadizos completamente clandestinos.
Cerca de la única aduana abierta, que por supuesto estaba a cargo de realistas, se apiñaban un montón de vehículos. Eran gitanos que estaban en espera de pasar hacia Argentina. El gobierno ibérico les daba plazo para desalojar el país de manera ordenada, pues todo aquel gitano que quedase en el país desaparecería por la fuerza.
Esta etnia era considerada el nido de un montón de ladrones, criminales y timadores. Estaba en el subconsciente colectivo la idea de que los gitanos le robaban a cualquiera que estuviese cerca, era casi una realidad el pensamiento de que sabían de brujería y le hacían daño a todo el mundo, y era una verdad para muchos que eran mentirosos que se hacían pasar por gente que veía la suerte que correrían los demás.
Llevaban en los vehículos sus carpas y sus cosas, como siempre multicolores. Las mujeres llevaban faldas largas, como era su costumbre. Y hablaban en su lengua que era una mezcla de palabras aprendidas del español y otras provenientes del romané. Detuve a Hae`koro frente a la gitana y principié la conversación.
-Hola…-respondí.
-¿Eres chilena?-inquirió la gitana.
-Oción-contesté, algo sabía de romané, había llegado la hora de probarlo.
-Me alegra, chabí-felicitó la mujer.
-¿Vienen por la ley?-pregunté.
-Oción-respondió.
-¿Desde dónde vienen?-pregunté.
-Desde o foros… Chillán-respondió.
-¿Bur supieron?-inquirí.
-En tirderáj-respondió.
-¿A la mitad?-indagué.
-Oción, los niños estaban entrando a clases, e chaj-confirmó.
-¿Cómo supieron?-pregunté.
-Nos fueron a sacar las cachimaní y nos avisaron. Nos vinimos y nos vamos-contestó ella.
-¿Muy violento?-pregunté.
-Horrible, nos golpearon… mi chaborí está mullí-dijo triste.
Abrí los ojos como platos enormes que miraban a la triste y dulce gitana. Me parecía horrible, la peor masacre de todas. Los gitanos hasta entonces no se habían metido en la guerra, estaban en paz, eran inocentes de toda cosa. Por lo joven de la mujer, a juzgar por lo tersa de su piel, descubrí que su hija había muerto siendo una pequeña totalmente ajena al asunto bélico. Lo sentía mucho, por ella y por la madre, que había quedado como muerta en vida.
-Lo siento por lake… y por tuke. ¿Quieren revansa?-inquirí.
-Lo que más queremos en la chanigué. ¿Nos puedes ayudar?-preguntó fascinada.
-Claro que sí,…-no sabía el nombre de la gitana.
-Sheila-identificó mi duda.
En ese momento vimos que salía uno de los guardianes de la aduana, era la hora de almuerzo. Les gritaba a diestra y siniestra a los gitanos.
A esa hora la aduana quedaría sola, por ende sería más que fácil hacer un foco de insurrección.
Nos miramos con los ojos llenos de odio hacia el ibérico, mascullé un par de maldiciones. Vimos que se alejaba en una camioneta con rumbo al diablo sabe dónde.
-Soy de la NHM-confesé, ella abrió los ojos como platos-. Llévame donde tu brojeró-pedí.
-Ven, chabí-solicitó.
Cruzamos la carretera que conducía a la aduana y nos acercamos a una carpa que estaba desde hacía días, al ver la fila encontré la explicación: la situación era un verdadero caos.
Miré hacia el camino para cerciorarme de que no vendría ningún realista, pero Sheila me explicó que hasta las tres de la tarde como mínimo ningún oficial de la Corona aparecería por allá.
A la mitad del rumbo me topé con Manuel.
-Quiero hablar contigo-dijo.
Me miró de forma acusatoria. Hizo una reverencia con la cabeza a la gitana y volvió a mirarme de la misma manera. De seguro se imaginaba que yo ya estaba metiéndome en líos, cosa que es bastante obvia por cierto.
-Sheila, necesito hablar con Manuel, uno de la NHM. Espérame, furciné-solicité.
-Oción-confirmó.
Caminamos con Manuel hacia Hae`koro, monté y nos encaminamos a una parte llena de rocas en la montaña. Cuando llegamos vi solamente los caballos de los guerrilleros de la NHM. Al ver mi expresión de sorpresa, Manuel se aprestó a darme una respuesta consecuente con mis dudas.
-Los otros grupos se fueron. Siguieron los rumbos que acordamos en el camino-fue su reporte.
-Que el viento sople al favor de ellos-pensé en voz alta-. ¿Provisiones?
-Como para resistir un mes aquí-respondió Francisca.
-¿Lugar para alojarnos? No podemos quedarnos a la intemperie, por si no lo notaron hay nieve, ¿savvy?-indiqué.
-Estamos estudiando el terreno-respondió Franco.
-Más vale-repliqué-, porque no me apetece dormir con una frazada de nieve, ¿savvy?
-¿Y qué vamos a hacer aquí?-preguntó Manuel mirando el cruce inhóspito.
-¡Arlette! Nos mantendrás comunicados con el mundo exterior. Necesitamos saberlo todo de dónde atacar, cómo y de dónde está el grueso realista. ¡Javiera! Quedas a cargo del armamento, si se pierde media metralleta es tu responsabilidad. ¡Francisca! Cuida de las provisiones, las necesitaremos, ¿savvy? ¡Franco! Búscanos un refugio. ¡Hermanitas! Lleven a la ruina a esos malditos capitanejos que se las dan de guardianes de aduana. ¡Manuel! Establece las rondas. ¡Jana y Vale! Vean maneras de infiltrarse, vean cada detalle antes de actuar, ¿savvy? Y respondiendo a tu pregunta, amigo Manuel, nos esconderemos aquí para que no nos hagan asado, ¿savvy?... ¿Dudas?-indiqué.
Se miraron entre ellos.
-Ideas, opiniones, dudas… Bien, nada… Si me disculpan, tengo que hablar con Sheila-dije girando en la pierna derecha.
-No tan rápido… Explícanos que tramas-pidió Manuel.
-Es una gitana, tiene problemas y planeo ayudarla, ¿savvy?-dije.
-¿Qué haces tú hablando con una gitana? ¿Caso no sabes que pueden robarnos hasta el alma?-preguntó aterrada Catalina.
-Que bueno que no dijiste ser prejuiciosa cuando te metiste en la NHM, porque ahora probablemente no serías un miembro, ¿savvy? Necesitaré la ayuda de ustedes, tengo un plan en mente-dije.
Volví a girar en la pierna derecha y me encaminé hacia Sheila.
La gitana me esperaba donde la había visto por última vez. La observé antes de acercarme. Percibí una expresión triste en su joven rostro, que endulzaba el tono de piel y ciertos rasgos. Era esbelta y de finos rasgos. No sobrepasaba los veintidós años de existencia.
-El brojeró falcoré acarabear calé-me advirtió la joven.
Sólo atiné a mirarla con cara asustada, pero a su vez segura de mí misma. Si era verdad que el jefe solamente hablaba romané, ella tendría que traducirme en caso de ser necesario.
-Tu no hablas romané…-sentencié.
-Un poco, me es más fácil el chipiserseñí, tu chipí, español…-confesó.
-¿Estudiaste con chilenos?-pregunté.
-Hasta los panchedequé años, me casé a los dieciséis-confesó.
Me conmoví al saber que ella había dejado sus estudios al tener quince años, sólo porque al año siguiente se casaría, casi mi edad. Estaba más que claro que había sido un matrimonio arreglado con un hombre muchísimo mayor que ella. Era una de las costumbres gitanas, un marido viejo y una esposa jovencísima. El hombre al ser mayor, ya podía valerse por sí mismo, lo había logrado a lo largo de la vida y la mujer debía ser virgen, así que era preciso que fuese joven.
-Acoí-me indicó que entrase a la carpa que allí estaba.
Hice una inclinación con la cabeza al entrar a manera de saludo. Poco sabía de las costumbres de a diario de los gitanos y no quería ofenderlos, menos con la idea que venía tramando desde que me había encontrado con Sheila. Simplemente atiné a mirar a todos los presentes, solamente hombres a excepción de la gitana y yo. Luego seguí a la muchacha muy de cerca, tratando de pasar completamente desapercibida.
Al fondo estaba sentado un hombre que en su atuendo y sus alimentos dejaba ver su riqueza. Era el patriarca, o bien, jefe de la familia a la que pertenecía Sheila. A él era preciso pedir consejo, respetar y a su vez, el era capaz de respetar y ser generoso.
La gitana se acercó de manera muy respetuosa a él, quien la miró. Visiblemente tenían un parecido. Probablemente él era el abuelo de Sheila. Ella principió a hablar, comunicándole que yo deseaba platicar con él.
-Joj camelar acarabear sar ostré-me anunció señalándome con la mano abierta, significa “Ella quiere hablar con usted”.
-Algial-respondió el hombre dirigiéndose a mí. Significa “adelante”.
Me acerqué con bastante respeto hacia el hombre. Miré a Sheila, ella me dedicó una sonrisa en son de demostrarme que podía hablar con él.
-Me tenelar o suncaí-dije, significa “Tengo un pensamiento”.
-¿Sos?-preguntó “¿Cuál?”.
-Me aislar agiler len quesar techarí-especifiqué diciendo “Yo puedo ayudarlos a ser libres”.
-¿Sasta?-inquirió interesadísimo “¿Cómo?”.
-Me sim NHM-dije “Soy de la NHM” con sonrisa presuntuosa.
-¿Sos kherava?-preguntó dubitativo “¿Qué hago?”.
-Agiler len… NHM camelar agiler len, garda sos ostré agiler amen-dije planeando… “Ayudarlos… La NHM quiere ayudarlos, a cambio de que usted nos ayude”.
¿Sos?-preguntó “¿En qué?”.
-Aracatear mixas, chasar siscababén serseñí…-dije “Guardar fronteras, pasar sabiduría española…”, no sabía más.
-Mistó-dijo “Bien”.
-Chasar sueste jetra mixas aocana-dije “Trasladar gente a otras fronteras ahora”.
-Mistó-corroboró “Bien”.
-Amen alcorabisar aquerar a sueste rom sorimba-propuse “Nosotros conseguiremos hacer a la gente gitana formal”.
-Mistó. Chasar amen aocana-confirmó “Bien. Trasladarnos ahora”.
Sheila me acompañó afuera de la carpa, entonces me entraron algunas dudas sobre mi plática, que gracias a mi poco manejo del romaní fue mucho más enredada de lo que la figuré aquí. Así que le pedí ayuda.
-¿Te puedo pedir un favor?-solicité.
-Oción-aceptó.
-Dile al patriarca que la NHM hará legal a los gitanos que vivan en Chile como sea, ¿savvy? A cambio de que ustedes anden de frontera en frontera contrabandeando armas, cosas e información que traigan los realistas al país, desde tierra o en las aduanas, ¿savvy? Entonces todos seremos libres…-le dije.
-Claro, yo le diré-dijo en su acento que aún me parecía extraño.
Ya habían pasado horas desde que nos habíamos conocido. Pronto sería la hora del regreso de los realistas.
De pronto comenzaron a levantar las carpas y partieron en sus camiones. Se despidieron los pocos que había conocido y se fueron. A muchos de ellos nunca más los vi, pero de seguro aún están en sus carpas, de ciudad en ciudad, viviendo la libertad de su vida y sus costumbres.
Los vi marcharse entre la tristeza de meter en problemas a alguien más y la felicidad por el mismo motivo…
-¡Hey! ¡Sofía!-me gritó Franco desde su caballo, me sacó de mi mutismo y volteé hacia él-. Manuel te está esperando. Ya conseguimos un lugar y lo acondicionaremos de refugio.
Sólo entonces miró hacia la fila de la aduana y descubrió la ausencia de los camiones de los gitanos, quedaban pocos vehículos de familias y personas que se iban por el medio legal hasta Argentina, eran turistas, sólo les importaba pasar el tiempo. Su cara de sorpresa era totalmente cómica, acto seguido volteó el rostro hacia mí en la misma expresión y obviamente pensaba que yo tenía algo que ver en el asuntito aquel.
-Tranquilo, puedo explicarlo-dije con voz farfullada y gestos raros que sólo yo comprendo y poseo.
Me miró con la ceja derecha alzada y se largó a reír ante aquel suceso tan extraño. Vi al lado de su corcel y estaba Hae`koro. Me indicó que subiera.
-Entonces más vale que comiences a explicarme, el camino es largo-dijo.
-¡Maldita sea! ¡¿En serio?!-me impresioné, él me miró irónico-. Me refiero a lo del camino.
-Sí, es cierto-respondió.
-¡Que me lleve el Kraken y toda su…!-me interrumpieron.
-¡No digas groserías!-bramó.
-Sí, pídele eso a una pirata, cariñito-ironicé.
-Y vas a contarme, ¿o no?-dijo.
-Aye, te cuento, pero primero dime por dónde es el camino a seguir, no me apetece mucho que digamos el simple y sencillo hecho de estar perdida en la mitad de la cordillera, ¿savvy?-indiqué.
-Al menos te perderías conmigo-se le salió.
-¿Aún guardas esperanzas?-pregunté mirándolo a los ojos.
Estábamos de sacarnos una foto. Ya habíamos montado ambos y principiábamos a andar con él guiando el rumbo. Al fondo estaban los árboles de la zona cordillerana de la séptima región y por ende su eterna soledad…
-Aunque lo finja jamás desaparecerán-confesó.
-Si te sirve de consuelo, aunque tratemos de ocultar el amor verdadero y nos la creamos, jamás desaparecerá… Yo guardo ese dolor, pero es a la vez un suavizante-confesé.
Me miró simplemente atónito. En todos los años que llevábamos peleando juntos jamás le había confesado algo así a él ni a nadie en toda la guerrilla. Franco era el primero en saber.
-¿Cómo es tu historia? Ese tonto merece morir por despreciarte-dijo muy molesto, más de lo que lo hubiese visto jamás.
-¡Primero! Yo también merezco morir por despreciarte a ti. ¡Y en segunda! Ya está muerto, así que no gastes plomo en él-dije triste.
-¿Cuánto te duró?-preguntó.
-Cuatro meses, los mejores cuatro meses de mi vida, lo juro, soy capaz de apostar a ello-dije perdiéndome en el dulce recuerdo.
-Al menos a ti te duró algo, a mí absolutamente nada-dijo.
-Te digo algo… te dura mucho más que a mí. Yo viví cuatro meses de aquel suceso, tú me has tenido por años y me tendrás como tu amiga por muchos años más-consolé.
-Si es que vives para eso-ironizó.
-Ese es un buen punto-especifiqué.
Seguimos cabalgando a toda máquina. En el camino le conté luego de la conversación anterior lo sucedido con los gitanos. Me dijo que era lo que él esperaba que yo hiciera y me aconsejó que confesara eso ante el grupo para mejorar las ideas, cosa que yo ya tenía prevista por cierto.
Al llegar le obedecí y nos establecimos en el sector. Era una cueva rodeada por una vegetación muy tupida y muchas rocas que la hacían casi inasequible. Era un legar muy seguro, no caben dudas, en especial había que ver aquellas condiciones por nuestra labor en la guerra.
Arlette nos mantenía al tanto de todo lo que sucedía en el país, de vez en cuando armábamos defensas con los grupos que manejaban las otras zonas y siempre salíamos victoriosos.
Estaban bajo nuestro control todas las fronteras de la séptima región, principalmente el Paso Pehuenche, el único oficial y por ende el que tenía más actividad en el día. Y además protegíamos la zona cordillerana y a su gente de los ataques que los realistas hacían en su contra.
Nuestra actividad pasaba velozmente del espionaje a pequeñas escaramuzas, y casi no había diferencia entre el contrabando y rallar muros. Los hacíamos enojar, batallábamos, contrabandeábamos y espiábamos. Nada había cambiado en nuestra esencia.
A pesar de todo lo que habíamos hecho en el pasado, nadie recordaba mayormente nuestro nombre y menos nuestros actos anteriores. Así que no se nos atribuyó ni el más mínimo de los desmanes y la exaltación de los lugareños fue achacada a una repentina idea. En cuanto a la desaparición de los gitanos de todos los pasos fronterizos, nadie tenía idea de qué demonios lo había causado y a nadie le importaba aquello.
Así transcurrió el tiempo, rápido como nunca, sin nada importante. Planeábamos que regresaríamos al valle y a nuestras reales ocupaciones. Pero nos era imposible, teníamos que ser leales a los gitanos y a los otros grupos. Cada vez que dicho deseo se estaba volviendo una realidad algo sucedía que nos retenía en nuestro nuevo refugio, íbamos perdiendo la fe…
El segundo lunes del mes de junio llegó Sheila, había vuelto.
Yo estaba platicando con Franco acerca de nuestras esperanzas perdidas, queríamos regresar.
De pronto me pareció ver a la gitana deambulando por allí. AL principio no le di ni la más mínima importancia, pero luego volví a enfocar la vista en ella. Era imposible que hubiese regresado con todo el riesgo que corría allí, la deportarían sin duda alguna.
Buscaba algo con mirada ansiosa sin recalar en nosotros, que como siempre estábamos escondidos en unas rocas. Me levanté a ver qué necesitaba, si estaba presente allí sin importar lo que sucediese, de seguro traía algo interesante.
-¡Sheila!-la llamé.
Volteó al percibir mi voz y un gesto alegre se dibujó en su rostro.
-Acoí tu soscabelas-me dijo “Aquí estás” al verme.
-Oción-confirmé “Sí”.
-Me tenelar gulú pa tuke-me dijo “Tengo algo para ti”.
Tras decir eso me tendió una hoja de papel dentro de un sobre con el sello de la Corona. Lo recibí y al mirar la insignia alcé una ceja, pero me limité a guardar completo silencio. Abrí la hoja y la leí para mis adentros. Al iniciar la misiva mostré unos ojos como platos, estaba sorprendida.
-Nais tuke-dije “Gracias” completamente emocionada.
-Naj sosque-replicó con sonrisa beata “No hay de qué”.
-Devleça, amen chitelar o bae la foros-me despedí “Adiós, nosotros preparamos el regreso a la ciudad”.
-Te aves sustirí-me deseó suerte “Que tengas suerte”.
Antes de que yo pudiese replicar nada, Sheila comenzó a caminar por la floresta hasta que se me perdió de vista. Nunca más volveríamos a vernos, eso pensábamos ambas, es triste despedirse de alguien que uno quiere.
Cuando principié a caminar de regreso a donde estaba inicialmente, otra hoja además de la que había leído se deslizó del sobre. La recogí. Pude ver que el papel era rústico, una simple hoja de cuaderno mal cuidada, y que el lápiz con que había sido escrito aquello era de color azul. Determiné leerla con Franco. Al volver me hizo un espacio en las rocas.
-¿Qué quería Sheila?-preguntó.
-Me vino a dejar ésto… nos vino a dejar ésto, mejor dicho…-indiqué.
Le mostré el sobre en el cual estaban ambos papeles. Sin que se lo tendiese lo cogió y lo estudió.
-¡Es un sobre de la Corona!-dijo sorprendido.
-Aye…-corroboré misteriosa.
-Y dice que los artistas callejeros son autorizados por la ONU a practicar su trabajo… fechado hace meses… nos mintieron…-dijo pasmado.
-Aye y no sólo eso, sino que se jodieron a todos los artistas y la ciudadanía no tuvo ni la más mínima y remota idea, ¿savvy? Porque las genialidades de la ONU mandaron el maldito sobrecito a España y nosotros fuimos un miserable atisbo de vida, nada más, ¿savvy? Lo traían de contrabando… Lee la nota de Sheila-indiqué.
Franco leyó la nota en la que nuestra amiga gitana nos decía que había escuchado en una de las aduanas hablar de que debían pasar el sobre para complacer al organismo internacional. Entonces ofreció leer la suerte y a cambio pidió el sobre para llevarlo ella con máxima discreción a destino (Santiago). El oficial se confió de ella al pensar que la rromí no podía hacer nada estando con los ibéricos tras sus pasos por ilegal en el país y que si cumplía el mandado podrían hacerla legal. Entonces ella se aprovechó de aquella confianza y nos lo trajo. Ahora la gitana corría peligro, ya veríamos cómo ayudarla cuando menos se lo esperase… entonces pusimos rumbo al campamento y comunicamos la situación a todos en el grupo. Ya no cabían dudas de que teníamos el tiempo contado ahí.

Texto agregado el 30-01-2012, y leído por 127 visitantes. (0 votos)


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