| En la vieja caleta frente al mar, empotrada en el valle de arena y sal,con olas bravas y otras que se montan quietamente, carcomen la orilla
 brillosa que deja el reflejo del agua en una tímida mañana de noviembre
 muchas gaviotas revolotean reclamando su espacio entre lanchones y
 botes, anzuelos y resecas carnadas de sardinas saladas.
 
 El olor a sal y fresca brisa se mezclan con el diario vivir de esta noble
 gente que escogió trabajar día a día con tesón y humildad sin igual
 ganaran de pronto al mismo viento pero al final el frío y la inmensidad
 del oscuro mar cobra la vida de alguno de ellos.
 
 Sienten miedo y lo guardan en la arena de esta playa que les mata el
 hambre y se echan mar adentro, mientras la ciudad duerme, ellos saben
 que sus bongos son menos que papel en este bravo océano llamado por
 error Pacifico, porque es sabido por estos laboriosos pescadores de pa
 cifico no tiene nada.
 
 Mar esquivo en su riqueza, mezquino en otorgar presa para saciar el
 sustento diario a sus familias, pero ahí están tratando de pescar como
 telón de fondo un frío amanecer los sorprende como tantos otros en
 sus rostros marcados y algunos  hasta carcomidos pero siempre sere
 nos y blanqueados sus cabellos como blanca sal de mar.
 
 El viejo lobo de mar, no era de gran estatura, más bien bajo de tranquilo
 andar, poco expresivo amante de la arena brillosa que se refleja en la
 orilla de la playa como también de la densa niebla que no deja ver los
 ojos del compañero aunque estés en la orilla a pie firme, imagínalos allá
 en medio de la nada solo mar y  mas mar.
 
 Todavía no comienza el invierno y sigue la rutina de adentrarse sin medir
 el calendario siguen sembrando el mar con espineles, carnadas, anzuelos
 corchos y banderolas, para demarcar el movedizo suelo que les toco sem
 brar, pasando las horas el sueña despierto en otro lugar, quizás eligiendo
 otro trabajo para su mente dejar volar.
 
 Sus sueños no le pertenecen ya, ahora son parte de la arena que baña el mar
 como a los botes, bongos, lanchones y barcos todos bailan al ritmo del
 océano esperan todos ellos la invitación de entrar en aquellas aguas que
 traicionan al mas valiente que osa aventurarse mas allá del horizonte  a veces
 es generoso y les provee de riqueza para convertirla en pan con sabor a poco
 casi nada como migajas son los botes en alta mar .
 
 De pronto el cielo oscurece, el viejo lobo sabe que debe volver no esta en
 edad de pelearle al mar, sus rezos no son escuchados por aquellos que
 jamás volvieron, puesto que el mar reclama sus cuerpos como trofeo y
 celebrando con furia asesina dándoles con un  látigo la mejor de las tor
 mentas para que aquellos humildes hombres no olviden su majestuosidad
 y gran poder, atrincherándoles en la orilla de la playa para sus almas salvar.
 Siguen pasando los años y el mar de siempre aquel desde la niñez de este
 pescador sigue ahí, como si el tiempo no hiciera mella en la faz de este mar
 no le ha cambiado el rostro, no así al viejo lobo, que a sus años no le permiten
 entrar a sus aguas, que no dejan de invitarlo burlonamente, el viejo sonríe y
 en sus pensamientos garabatea en su lenguaje que no le pertenece, ambos
 saben que un día no se verán mas, la brisa recordara su nombre y el mar
 rugirá rabioso de no verle, el canto de las gaviotas y pelícanos aplacaran al
 mar, bien sabe este océano que otro ocupara su lugar, el viento en su eterno
 andar sobre las olas con espuma blanca, como blanca sal, alivianara su carga
 y su nombre pronunciara los atardeceres, pintaran de rojo cuando el cortejo
 pare unos momentos frente al mar…
 
 
 
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