¿Quién no ha experimentado el sentirse herido, traicionado, defraudado? Todos sin duda en algún momento; por nuestra mejor amigo, esposo, esposa, hijo padres, etc. Este es un común en la humanidad sin importar raza, color ni status, es algo que carcome, que mata, que atormenta y que motiva a una venganza sin calcular las consecuencias.
Por años mucho perfeccionistas, fanáticos de la fe y profesionales familiares nos han hecho creer que el perdón es sinónimo de olvido, sin pensar que nuestra mente no se detiene ante el tiempo, el espacio y las circunstancias.
Sería necio pedir a alguien que sufra de amnesia y olvide por completo el daño causado al alma tan frágil que poseemos, al corazón tan sensible que tenemos, los cuales unidos a la mente nos recuerdan a cada minuto las experiencias vividas desde la niñez.
Puedo decir que si, se puede perdonar, pero no olvidando, sino practicando la siguiente frase que ha sido un lema en mi vida: "Perdonar no es olvidar, perdonar es recordar sin rencor". Esta frase, cuando se practica asume la responsabilidad de amar a quien nos ha echo daño y a darle atención y respeto aún cuando en nuestra mente esté intacto el motivo por el cual deberíamos despreciar.
Es nuestra la decisión, la cual no debe tomarse por obligación, por pena o por compromiso; sino que, debe practicarse por convicción, recordando a Aquél hombre maravilloso que perdonó todo escarnio, maltrato, burla y ejecución; su nombre: Jesús, un gran ejemplar a nuestra vida y un Maestro incomparable a la humanidad. ¡Tu desides!