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Inicio / Cuenteros Locales / simasima / Minucias 1: "Pastelero..."

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Me he preguntado el por qué a veces los brujulanos acuden a mí, teniendo algunos de ellos ciertas capacidades extraordinarias que yo no tengo, pues sólo transmito energía. Se lo pregunté a Clemencia y casi me da vergüenza por su obvia respuesta:
Porque tienen fe pues, padre curita. Usted tiene un punto de vista que va a lo más espiritual. Y eso es más importante que lo puro material, que lo del cuerpo. Nosotros tenemos fe en Dios, Dueño y Señor de todo lo creado. Y a él hay que recurrir en primer lugar. Y como usted lo representa mejor que nadie...
¡Aprende, padre curita! Pero esto último no me lo dijo ella sino yo mismo. ¡Uno nunca termina de aprender!
(Conclusión del episodio anterior:
Choco el Muñeco, de los cuentos
“El Cura de los Brujos”)

A propósito de esto quiero hacer unas cortas reflexiones que titulo “Minucias”. Parecen locuras, pero, ¿quién soy yo para criticarlos si ustedes llegan a esa conclusión?

“Pastelero, a tus pasteles”

En todos nosotros existe el deseo de “tener más”. En cualquier aspecto: Más dinero, tierras o casas; seguridades, poderes, fuerza, goces; sabiduría, paciencia, o santidad. Como vemos, algunas van relacionándose con el “ser más”.
Al llegar a Los Brujos, consciente e inconscientemente anhelaba tener algunos “puntos de vista” que poseían mis feligreses, pero el Padre Dios me hizo ver, de una manera muy comedida, que poseía algo mucho mejor.

Con la señora Anita y don Carmelo, su esposo, hemos tenido una hermosa amistad que surgió cuando lo del golpe y quemazón de Cerro Negro, que ya les conté. Y ellos, en su cariño por el “padre curita” desearon para mí los dones que ellos gozaban.

Este matrimonio, con otros vecinos afines forman una comunidad cristiana de base. En sus reuniones a veces reciben “mensajes” de diversa índole. De pronto, uno de ellos siente un impulso y se ve motivado a escribir porque alguien les empieza a dictar algún mensaje, Conscientes de este hecho, en sus reuniones siempre tienen frente a ellos papel y lápiz. Cuando alguien se pone a escribir, los demás guardan religioso silen-cio, aunque el mensaje sea largo. Después, el que escribió lo lee y entre todos comentan y hacen oración. El contenido puede ser muy variado: Reflexiones, alabanzas, adoración, observaciones a la vida del grupo; correcciones que ellos aceptan con humildad. Puede ser algo que va a ocurrir, o reciben felicitaciones por su fidelidad.
¿De quién? ¿Quién los inspira? Dicen que es el Padre Dios o algún santo o profeta que les habla ¿Qué puedo yo pensar sino aceptar esa misteriosa realidad? En confianza me han facilitado sus cuadernos perso-nales, o me han leído mensajes que han recibido en sus casas al hacer oración. Nunca he visto en ellos algo contrario al Evangelio, a la fe.

Ya dije que doña Anita y su esposo deseaban para mí el don de recibir mensajes o algún otro don especial. Cierto día en que los visité por razones de salud, ella puso en mis manos papel y lápiz: Quédese así, tratando de no pensar en nada. Así lo hice. Me preguntó al cabo de un par de minutos: ¿Recibió algún mensaje? Ninguno, repuse. Volvimos a repetir la acción. ¡Nada!
Ella hizo un gesto como diciendo: ¡Qué le vamos a hacer! Pero ense-guida me dijo: Escriba. Y me fue dictando: “Yo soy pastor de almas. Mi misión es orientar y sanar a mis ovejas. Soy sanador de almas. A.M.D.G.” (Para mayor gloria de Dios)
¿Este es un mensaje que usted recibió? Sí, me dijo ella.
Y supongo que es un mensaje para mí.
Por supuesto. Y en este momento me están diciendo: Deja tranquilo a mi sacerdote.
Nos reímos y comenté: O sea, ¿me dijeron: “Pastelero, a tus pasteles”?
Exactamente. Usted es un sanador de almas, un pastor de las ovejas.

Allí quedó clara mi situación, tal como después me lo recordara Clemencia: El mejor “punto de vista” es el suyo.

Y efectivamente, así lo considero. No tengo el don de la sanación, sino solo de dar energía, (con lo cual he ayudado a muchos, eso sí); ni soy clarividente, ni tengo premoniciones (en general), ni cosas por el estilo.
Doy salud espiritual, y las “sanaciones espirituales” que el Señor ha hecho por medio de este servidor, si se vieran, serían mucho más impor-tantes e impactantes que las que hacen doña Anita u otros feligreses.

Por eso, doy gracias a Dios. Aunque confieso que las tentaciones de tener más “puntos de vista” no dejan de asecharme, y las combato dando reiteradas gracias a Dios por el don del sacerdocio.
Mis feligreses me enseñan a ser pastor. ¡Menuda “minucia”!

Texto agregado el 05-03-2012, y leído por 237 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
06-03-2012 Pastor de almas... tamaña minucia le encomendó el Buen Dios. Mis****** almalen2005
06-03-2012 Cada chango a su mecate, dice un dicho. Los sanadores son gente especial, que reciben el mandato de algo superior y se consagran en cuerpo y alma al quehacer de ayudar. Y me refiero a los que verdaderamente sienten la vocació, porque como todo en la vida, hay muchos charlatanes. Es agradable la prosa, se lee con facilidad y le dejo un gran abrazo Rub sendero
06-03-2012 Estoy de acuerdo con luciaelsol. Creo y comparto sus experiencias, sus testimonios, también he vivido algo... Romanos 12:4-8 nos habla de los dones que todos tenemos (muchos no lo saben o temen saberlo o asumirlos...) Estoy segura que el compartir todo esto con nosotros es otro don que Dios le ha otorgado, ya que siempre (en lo personal) me anima, renueva y alegra. Que Dios siempre le sonría. Una abrazo. mahanaim
06-03-2012 ¡Qué amenamente cuentas las cosas!, mira, ya tienes otro don :) luciaelsol
06-03-2012 Nuca mejor derscrita la frase de pastelero a tus pasteles, estupendo texto ******* jagomez
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