El viejo Carlos estaba feliz, mendigó dos mil quinientos pesos que le servirían para satisfacer sus necesidades más urgentes; así que antes de que cayera la noche se dirigió a una botillería cercana al puente donde habitaba para comprar algo de alcohol y cigarrillos. Llegó donde sus amigos y entregó todo lo que había comprado, ya que él no bebía ni fumaba, preparó fuego para calmar el frio de la noche y se dispuso a escuchar y a ser escuchado por muchos de sus compañeros en situación de calle.

El viejo Carlos esa noche sonrió y se sintió tan querido como pocas veces en su vida.