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Intermedio.


Todas las noches encontraba la posibilidad de un sueño perturbador y nefasto.

Cansado ya de las cintas de terror, de tanto cuchillazo, de muecas entupidas y deformadas en los bordes del abismo, de sótanos húmedos, de moscas sobre restos de carne putrefacta, busqué mis propias imágenes, mis propios reinos.

Después de hacer el amor con mi mujer, mientras la tibieza de su cuerpo se consumía sobre el mió, lentamente los sonidos hacían su tarea llevándome al lugar que no tarde en denominar, intermedio. Lugar desprovisto de pensamiento. Lo intuía un sector receptivo que creaba un impulso con mis motivaciones. llevándome a la zona atroz.

Todos los intentos lograron sus cometidos gracias a la música.

La rapsodia recurrente de compases rítmicos y sugestivos, lograban crear un estado de ansiedad en mí. hasta el momento, jamás había logrado encontrar un cursor que posibilitara la llegada al intermedio; para luego llegar al lugar de mis juegos nocturno

En la zona atroz no había otra posibilidad que mi capricho. Los demonios se arrastraban sobre los pentáculos de Paracelso tratando de volver a su lugar de origen,
El hombre en la cruz condenaba al padre y besaba las manos blancas de su ejecutor.
Largos laberintos florecían en la carne virgen donde desesperadamente el Verdugo abría camino con sus dientes, buscando la salida entre las engañosas luxaciones.

Una noche traté en vano de luchar contra un impulso y perdí el control.

Me detuve y la observé. Temí su serenidad, pero fatalmente la codicie.
Primero fui atento a sus necesidades. Escondí todas los restos putrefactos de mis anteriores juegos. Amarré debajo de las lapidas aquellas cosas, que buscan despertar.
Ella me entregó su cuerpo. Nos besamos y creímos amarnos. Pero pudo más el instinto…el aburrimiento. La zona atroz debía alimentarse. EL reino reclamaba la presencia de su soberano.

Observé como la penetraban. Aquellas criaturas multiplicaban mi rostro, sus lenguas eran mi lengua. La inmovilidad de mis manos era desvirtuada por sus zarpas que, espasmódicas desgarraban su piel,

Cuando la luz de un nuevo día florecía entre las cortinas, yo ya había escondido el cuerpo de mi mujer mutilada.


Texto agregado el 17-03-2012, y leído por 68 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
17-03-2012 Manejo usted muy bien lo inesperado. La sublimación de la muerte es atractiva, usted lo logro de manera acabada. Gracias. hombresubterraneo
 
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