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La hombría se me cayó de mi mochila, el respeto se ha ido en una nube mientras que sigo sentado en el suelo observando los granos de arena que hay en la playa, en la playa que todos hemos compartido alguna vez, las rocas no son tan grandes, siento que con mis dedos las puedo moldear a mi manera, borrar esas manchas del tiempo y la humedad. Aunque sería egoísta, un algo de hipocresía, borrar las manchas de las rocas y dejar intactas las mías. En esos días de regocijo en la arena, hasta las plumas abandonadas por las gaviotas se convertían en mis amigas, mis confidentes, mis debatientes, bueno en el fondo terminaba hablando solo y solo escuchaba el ruido del mar entrando en un oído, y por el otro, la música que llevaba en el reproductor.
Siempre tenía un cuaderno cerca por si tenía necesidad de rayar algo, cosa que nunca ocurrió, y esas hojas en blanco eran solo un bulto más con el que tenía que cargar cuando el sol pegaba con menos intensidad en los días de verano. Tenía dos pares de zapatillas pero siempre usé solo uno, se me había convertido en una especie de rutina, son las 18:24 y tengo esa sensación de dejar el mundo atrás. Un espíritu aventurero recorre cada centímetro de mi mente, y levemente sonrío, pero no hay nadie que me responda, lástima que nunca les enseñé a hablar a mis queridas amigas plumas, ese fue mi mayor error.
Estaba buscando algo hermoso, algo con forma cuadrada y corazón redondo, frívolo y tangible, ¿Era mucho pedir?, no lo creo, siempre fui un tanto exquisito, o inconformista, además, vagando y con los pies enterrados en arena, podía pasar varias horas. Sentado aquí podría escribir todo lo que he vivido, desde la primera vez que recuerdo a mi madre hasta el último abrazo que di. Pero esa no es la idea, en realidad no tengo idea de lo que estoy haciendo, solo pongo tinta en las hojas que me van sobrando, esperando que alguien que ha desaparecido las lea.
Siempre pensé que a esta hora llegaría gente a encararme por algún acto cometido, no hubiera sabido defenderme, solo hubiera escuchado los argumentos y pensaría en ellos cada segundo, y fue ahí cuando me di cuenta que fue bueno que mis amigas plumas no supieran hablar.

Texto agregado el 17-03-2012, y leído por 114 visitantes. (0 votos)


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