PARTICIPACIÓN EN EL RETO GANADORES 
 
Tema Prosa: Monólogo interior de un prisionero 
 
Han apagado las luces, una tenue luminosidad se filtra por la ventanilla embarrotada de mi celda 
 espero el silencio y la ronda nocturna 
 una luca para el guardia, un cigarrillo encendido para mi 
 estoy ansioso ¡tanto que demora! ¿será que no vendrá? ¡cambiaron la guardia y no tendré mi cigarrillo!
 escucho pasos, se acercan con lentitud ¡sin piedad! 
 están más cerca 
 respiro profundo, se detienen, camino tres pasos
 los camino de vuelta, suspiro
 ya llegan 
 me tumbo en la litera, aspiro con deleite la primera bocanada del último cigarrillo del día 
 -¡no fumes niño!- gritaba mi madre cuando me sorprendía escondido detrás de los árboles del jardín 
 nunca le hice caso, me ofuscaba con su persecución, me ponía violento, contestaba con agresividad, -¡no se que es peor hijo, si tu mal carácter o tu adicción! Psicólogos, terapeutas, campamentos, los boy scout, el coro de la parroquia 
 renunciaron a mi conflictiva presencia 
 aquí tampoco es fácil, están los capos los que mandan, los que se imponen y también los que pegan más fuerte, los que nunca saldrán 
 condena perpetua 
 recuerdo la primera paliza ... a la enfermería fui a dar con tres dientes menos, me sirvió la experiencia 
 fui guardando la prepotencia en el bolsillo, tres años y faltan otros dos, solo me visita mi madre, como si mi padre hubiese  muerto y yo fuera hijo único 
 de la Mirna nunca más supe desde el día 
 ¡que día! cuando le pegué el trompazo al jefe, engreído, bueno para nada, hijito de su papá un ¡desgraciado patas negras! no había mujer de la empresa que no hubiese pasado por su largo historial de aventuras y cuestionada moral 
 pero la Mirna, mi novia y futura esposa 
 no 
 no 
 no 
 y ella 
 ¡ella! 
 le sonreía, la tenía tomada de la cintura, juntos muy juntos, el beso y el chopazo con toda esa furia  que jamás pude controlar 
 casi lo maté 
 ambulancia, clínica, estado de coma, unidad de tratamiento intensivo, traumatismo encéfalocraneano, juicio, abogado
 nunca me enteré si realmente era abogado o había estudiado para algo parecido 
 su frase típica -Dime la verdad, yo me encargo de la interpretación- el fallo: Cuasi delito de homicidio 
 cinco años y un día 
 ni siquiera entiendo el día adicional 
 ya me fumé el cigarrillo, escucho los ronquidos de algunos reclusos 
 oscuridad 
 ni los dedos de mi mano puedo ver 
 alguien escucha una radio ¿una tele? Debe ser la guardia nocturna a tres celdas de la mía 
 carcajadas, mucha genta que ríe, más carcajadas, aplausos, alguien habla 
 ¿quién puede provocar tanta diversión? allá en el mundo de la gente sana, a los que pueden vivir en armonía aunque estén rodeados de tramposos y tengan que trabajar sin descanso para educar a sus hijos, o pelear a codazos para subirse a un transporte público que los lleve a su trabajo y ¡Dios los libre si se enferman! 
 y se ríen a carcajadas con tantas ganas que me contagian y sonrío 
 ¿cuándo habrá sido el último día que reí? 
 no lo recuerdo 
 ¡ah, si! 
 ¡la noche víspera de Año Nuevo! 
 organizaron una convivencia, me sorprendió la cantidad de reclusos artistas, un coro muy bien dirigido cantó la Canción Nacional cuando el reloj marcó las doce, luego cantó un imitador del Cato Pérez (el gorrión del pueblo) lo hacía bien 
 hasta se podría ganar la vida imitando al popular cantante  y sus lacrimógenas canciones; un guitarrista, esmirriado, chiquitito, daba la impresión que ni siquiera hablaba pero sus dedos volaban por las cuerda de su guitarra, y el Pan Grande, así le llamaban por su estatura y corpulencia, contador de chistes 
 sí que me hizo reír, eran chistes de gallegos 
 muy  populares en la época en que yo andaba por la calle como cualquier normal y común ciudadano, pero el Pan Grande, como sus abuelos eran de Galicia,  hacía  una gran parafernalia por sus orígenes europeos y ponía de protagonistas a chilenos, peruanos, bolivianos y argentinos, dependiendo del chiste y los personajes que requería, pero los chistes eran de gallegos. ¿ 
 y el intelectual? 
 ¡Isidoro! 
 le dicen el Charly 
 ingeniosos para los apodos mis compañeros internos, Isidoro se parece mucho al Charles Ingalls de la serie La casita en la pradera con su melena ondulada, claro,  ni granjero ni bondadoso, un activista político. El Charly era el poeta que nos recitaba los versos de Neruda 
 ¡que cosa!... si hasta puede hablar con esa voz tan peculiar del vate, usa lentes que tiene que sacárselos para leer porque no los necesita 
 con su actitud más los lentes debe de sentirse realmente un intelectual 
 ¡claro que me reí esa noche! 
 lo recordé ahora 
 pero ya no escucho risas, ni aplausos 
 alguien canta 
 creo reconocer la voz 
 ¿será?, no 
 no puede ser 
 hace ya tantos años, la Mirna y yo tomados de la mano 
 besándonos 
 prometiéndonos 
 y esa voz que canta, cierro los ojos para inventarme a la Mirna 
 esa voz y aplausos, algarabía 
 y yo 
 la Mirna
 ¡un cigarrillo! 
 ¡el último y me duermo! 
 nadie me escucha.   
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