| ¡Suéltalo por favor! -  Gritaba desesperada mi esposa, yo no le hacía caso y seguía golpeando a ese hombre tan duro como podía; miraba sus ojos azules  y la ira se apoderaba de mí, no me importaba que estuviese con mi familia y en pleno centro de la cuidad, estaba totalmente descontrolado . La gente que se encontraba presente me insultaba y muchos transeúntes indignados por mi comportamiento se arremetieron contra mí. No me era relevante que la diferencia de edad fuera notoria, él me superaba  en veinte años de edad y su físico no era del todo privilegiado para el combate, ese tipo ya era un anciano.
 Le propiné un golpe tan duro a ese longevo hombre  que cayó aturdido al piso, una vez en el miré su ensangrentado rostro, ahí pude observar de cerca su mirada, lo penetrante que era  y lo difícil que me resultaba olvidarla, estaba seguro de que era él; enloquecido, empuño mi mano y le doy dos  certeros golpes en cada uno de sus ojos.
 
 ¡Desgraciado ¡- ¡Hijo de puta! – Me gritaba la gente presente, dos hombres me redujeron a patadas y puñetazos mientras llegó la policía y me llevaron  detenido. A mí no me importaba nada, sentía la satisfacción de ver a ese hombre sufriendo, tendido  agonizando en medio  de la calle.
 
 Una vez en el cuartel la policía me golpeó por treinta minutos, maldito desgraciado, vas a pagar por todo lo que hiciste, me señalaban una  y otra vez. ¡Eres  abusador!- Me gritaban al oído.
 
 Yo en mi silencio y sin ningún grado de arrepentimiento, le agradecía al destino por haberme encontrado con el ex sargento del ejército y haber podido  cumplir mi promesa; esa promesa que realicé cuando miraba sus penetrantes ojos azules violar a mi madre y torturar sin compasión a mi padre por algunas diferencias políticas que hasta ese momento no entendía.
 
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