No hay más vida ya para mí,
Toda ilusión ha muerto conmigo;
La soledad me ahoga en su abrigo
Desde que troto el mundo sin ti.

Grises miro todos los cielos
Y marchitas se presentan las flores,
Ya no existen en mí más que dolores
Y cantos tristes en mis sueños.

Te extraño tanto que ya no soy
Más que tu recuerdo constante,
Tan claro, dolido, sonante,
Que me sigue a donde voy.

De todas las enfermedades sufridas
Ninguna dolió como tu adiós,
Y es que oírlo de tu fina voz
Me abrió una incurable herida.

Si me vieras ahora tal vez pensaras
‘¡Pobre, no es más que restos
De lo que fue!’ y sería cierto,
Si me dejaste ¿qué esperabas?

No solicito tu lástima ni tu piedad
Pues algún día me dará la muerte
Amparo, tan sólo reprocharte
Que no me hayas dado tú el físico final.

Veo gente, les hablo y les sonrío,
‘Amigo’ incluso me llaman algunos
Y yo por dentro me pregunto,
¿Sabrán, acaso, que el crudo frío
Ha tomado posesión de mi ser
Y que este al que creen humano,
Estrechando cordialmente la mano,
Es un muerto dentro de viva piel?

Te lloro, claro que a diario te lloro,
Y es que no he dejado de amarte,
Lloro hasta que brota sangre
De mis cansados, lastimeros ojos.

Te fuiste, tu adiós fue mi mortaja;
Tus pasos alejándose, mi entierro;
Soy el difunto y el que sufre el duelo,
Rodeado de todo, sumergido en la nada.