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EMANUEL, MI GRAN AMOR...

No pude evitar bajar la mirada. Me sentí nerviosa, inquieta, confundida...
¿Cuánto hace que le conozco? ¿Cuánto hace que él vive conmigo?
Y hoy, más que nunca me siento avergonzada, culpable, molesta conmigo misma.

Anoche hablé con él antes de dormir... Y estaba triste, me miró y no dijo palabra, lo que provocó y acrecentó mi sentido de culpabilidad...
Me dormí imaginando que estaba entre sus brazos, pero lo sentí lejano, ausente...

Esta mañana, hablé nuevamente con él, le dije que me sentía mal, que no sabía que era lo que había pasado.Y la verdad es que yo no puedo vivir tranquila si alguna preocupación golpea mi mente. Siempre debo solucionar las cosas y con mayor razón si se trata de él.

Salí de la casa con rumbo desconocido. Sólo sé que necesitaba despejar o aclarar mi mente. Caminé por un par de horas hasta que comenzó a hacer frío en la ciudad, y a medida que los minutos avanzaban, el frío comenzó a inundar no sólo mi cuerpo, sino también mi alma...

Regresé a casa casi tan confundida y vacía como había salido.
Entré y el lugar estaba vacío... miré de un lado a otro y él no estaba. Me senté en el viejo bergere en un costado de la sala y sin encender la luz, comencé nuevamente a pensar en la situación. El sentimiento que me embarga es de pena, soledad, miedo...

Por absolutamente nada, voy a permitir que ésto (que ni siquiera sé porqué lo siento) me aleje de él... Y tampoco permitiré que él se aleje de mí. Sencillamente porque lo amo y necesito volver a sentir que él me ama. Que está conmigo, que me necesita como yo lo necesito.

De pronto comencé a llorar... sin aviso, primero en silencio, luego sollozando despacito, y sin darme cuenta mi llanto se volvió lastimero, suplicante, doloroso...

¿Qué debo hacer? ¡Por Dios no lo quiero perder! Llevamos tanto tiempo juntos y ahora, no logro encontrarlo, conquistarlo. ¡Cuánto le amo! Encuentro sosiego, dulzura en su palabra, preocupación en cada paso que doy, porque él siempre me acompaña, siempre... hasta ayer que no sé dónde fué, tenía que hacer, se alejó de mí.

Mi llanto comenzó a bajar de nivel y se produjo un silencio... que hasta el aire pareció por un momento ahogarme, sofocarme...

Y me fuí aletargando... el sillón se sentía tan cómodo, era el mismo bergere en donde solía sentarse mi abuelo, aquél anciano que aún a sus 94 años conservaba al estar de pie una postura elegante, de cabellos blancos y bién cuidados, su tez blanca rosada, ojos verdes (dicen que yo llevo el color de sus ojos y tez) y su piel ya un tanto arrugada. Fue un hombre sabio, me encantaba conversar con él, siempre tenía respuesta a todo y a todos.

Hace dos años nos dejó. Sin enfermedad aparente en su cuerpo, sólo el cansancio de los años vividos... se fue apagando como una velita, hasta la noche anterior al Año Nuevo del 2009, cerró sus ojos y se dejó llevar dulcemente, sin un gesto de malestar, al contrario su boca levemente sonrió en su último respiro...

Y ahora, sentada en su sillón predilecto, parece que lo siento, como cuando era niña y yo me sentaba en su regazo y él acariciaba mi rostro y besaba con mucha ternura mi frente, siempre era mi frente porque decía que ése era el beso de amor cristiano, que cuando fuera grande conocería otros besos... pero el que él me daba era especial, único, sólo para mí.

Y así sentada ya relajadamente, me fui entregando sin darme cuenta en los brazos de Morfeo, suave y plácidamente...

Me puse de pie y caminé cruzando la sala hasta llegar al ventanal que da a la terraza, salí afuera y la noche estaba cálida, ya no hacía frío como un par de horas atrás. Miré al rededor y el jardín posterior de la casa se veía hermoso, aún en la claridad que sólo provenía de las ventanas se dejaba ver un hermoso rosal, frondosas azaleas, al fondo un cuidado árbol de camelias junto a un más majestuoso rododendro de color fuccia intenso, un magnolio fragantis (de esos de la flor pequeñita que aromatizan toda una cuadra cuando florecen). El prado, como nunca lo había visto, tan verde y parejo que parecía una gran alfombra natural que invitaba a los pies descalzar... y por las orillas esas flores chiquitas que se llaman No me olvides (son antigüísimas de color celeste y tallo verde), fresias aromáticas, y en un rincón junto a la pileta y una olleta de greda grande que tiene más de cien años... adornados por tamaño un conjunto de diversos cactus que cada uno florece en su temporada. En fin, el jardín de mi casa es hermoso, aromático y colorido; Pero esta noche parecía mágico...

El sillón colgante del jardín, me invitó a sentarme y cual niña chica, en pocos segundos, comencé a balancearme, suavemente como siguiendo el compás de las hojas de una palmera que se encontraba frente a mí.

Había una mezcla increíble de cada flor que totalmente abiertas unas y otras conservando el capullo o botón, pero el aroma que emanaba de todo ello era simple y sencillamente ¡fascinante!

Me senté en el gran sillón colgante, retiré un poco su toldo y me acomodé en él. Al mirar al cielo, pude ver un sin fin de estrellas en diversas posiciones, y me pareció que nunca había visto una noche más estrellada que ésta; Pequeñas lucecitas de colores aparecían de vez en cuando, y no, no eran luces de extraterrestre como algunos han creído, sino pequeñas luces indicando que un avión cruza el firmamento en este horario... ¡Cuántas almas van en él! En el momento deseé a cada uno les fuera bién.

El sillón comenzó a balancearse suavemente... De pronto veo que del fondo, del patio camina hacia mí Emanuel. Siempre con su paso lento pero seguro, una barba cuidada la que, al saludar siempre me encanta su suavidad... su cabello dócil y brillante parece que la luna, que es llena esta noche provoca reflejos que hacen que su cabellera resplandezca aún sin luz, sólo con la luna y las estrellas.

Lo saludé sonriente, al tiempo que le dije que lo esperaba, que necesitábamos conversar... él sonrió cálidamente y se sentó a mi lado deteniendo el sillón con mucho cuidado.

Me miró y con una tierna sonrisa preguntó : " Bién, ¿de qué quieres que hablemos?"
Con voz un tanto angustiada le dije : "Estoy preocupada", " Te he notado ausente, distraído, como si ya no me acompañaras", y con voz nerviosa y un tanto temerosa quizás a la respuesta le dije : " ¿es que ya no me amas? Por favor hablemos... tú me conoces, no me gusta entrar en polémicas discusiones..."

No pude evitar bajar la mirada. Me sentí nerviosa, inquieta, confundida...
¿Cuánto hace que le conozco? ¿Cuánto hace que él vive conmigo?
Y hoy, más que nunca me siento avergonzada, culpable, molesta conmigo misma.

Él me miró con ternura y cogiendo mi mano me dijo : " Querida Alejandra, en primer lugar te amo como siempre, y nunca dejaré de amar. Eres importante para mí, te pido comprendas si por momentos sientes que no te acompaño, pero te puedo asegurar que jamás voy a dejarte o a herir tus sentimientos..."

Y me acurruqué en su pecho, sintiendo el calor de su cuerpo y un suave perfume que de siempre recuerdo ha estado en él, en mí... lo abracé y sólo dije con lágrimas en mis ojos : " No quiero perderte, no quiero perderte"

Y sentí que mi cabello acariciaba, levanté la vista hacia él y su mirada me dió tanta seguridad, tanta paz... él tomó mi mentón, lo inclinó y me dió el beso aún más tierno y dulce que su mirada en... mi frente. Comencé a sollozar y él suavemente me presionó hacia su pecho, como si fuera una niña ... su niña regalona. Me perdí, por un momento no supe si era Emanuel o mi abuelo el que estaba conmigo, los sentimientos se agolparon dentro de mí... fuí en esos instantes tan feliz... Así estuve un largo rato hasta que mi llanto se calmó.

Él volvió a tomar mis manos y dijo : " Alejandra, Alejandra... deja ya de sufrir sin razón, es cierto que debo preocuparme de otras labores, asistir a cada uno de los que me han conocido y aún más preocuparme de que me conozcan los que hoy dicen no necesitar de mí, por cierto, a estos los amo y protejo con mayor cuidado. Pero tú, querida Alejandra, me has conocido de siempre, te he demostrado una y mil veces que estoy a tu lado, que en mí puedes confiar y seguir tu camino en seguridad. Me extraña entonces que ahora dudes..."

Sin quitar mi cuerpo de su pecho y sin levantar la mirada le dije :"Lo sé querido Emanuel, lo sé... es mi alma humana que por momentos se siente acongojada, interrogante, desolada... pero ahora , en este momento soy la mujer más dichosa, siempre lo he dicho, tú has sido, eres y serás mi gran amor, no hay otro como tú... es que definitivamente no lo hay."

Él volvió a levantar mi mentón, me miró fijamente y exclamó : " Yo te amo Alejandra, eres especial para mí, me gusta como me ayudas en la obra, tu voz es hermosa y tu entusiasmo que motiva a otros a venir a hacernos compañía cada semana... ¡ Somos un muy buen equipo los dos! ¿no crees?"

Y ese comentario me hizo sonreir. Respondí : "¡Sí! A mí encanta ayudarte, encontrarme contigo, sentir que caminas conmigo, que me arrullas cuando duermo, que me tiendes la mano cuando enfermo, y que secas mis lágrimas cuando por alguna razón mi llanto brota de mis ojos y mis mejillas mojo."

Y se puso de pie, dió su última mirada hacia mí y me dijo : "Bién querida amiga, debo partir. Si vuelve la pena, la soledad, el miedo, la enfermedad, no olvides que debes buscarme aquí..." Y con su mano derecha tocó mi pecho, como queriendo tocar mi corazón.

Quise seguirle, pero en la oscuridad que da hacia el fondo del patio, se perdió... Y yo me quedé de pie sintiendo el aroma de las flores, el canto de los grillos que en un rincón junto a grandes Achiras parecían tener el mejor escenario para su canción.

De pronto, el ladrido de un perro en la calle me invitó a ponerme de pie... el bergere había sido demasiado cómodo, y Morfeo demasiado tierno... Tenía en mí esa sensación de quien se ha despojado de un peso agobiante, ya no sentía pena ni inseguridad, mi querido y fiel Emanuel me había dejado claras las cosas. Ahora tengo la seguridad que no es él quien falla o se aleja... soy yo que por momentos quito mi mirada de la suya, cierro mis oídos a su voz y desvío el camino a su encuentro... y lo que es peor, en más de una oportunidad he endurecido mi corazón... y éso, éso me lleva a perderme dentro de mí misma.

Pero ahora me siento fortalecida, renovada, feliz... le amo y él me ama ¡¿Qué más puedo pedir?!

Abro la ventana de corredera que da al patio, al jardín, la noche está fría, respiro frofundo y una suave brisa renueva mis pulmones como queriendo renovar por completo mi ser ¡Y lo logra! Observo el prado y pienso que debo mañana cortarlo, está muy largo, las flores las he despreocupado, están marchitas ...y miro al cielo y no veo en ninguna parte luna llena, ni estrellas. Pero les aseguro que dentro de mí todo florece, brillan y titilan las estrellas, y Él, él está a mi lado, aunque mis ojos no lo puedan ver, lo puedo sentir... Sé que está aquÍ, junto a mí. Siempre ha estado, porque desde el vientre de mi madre él me ha formado y cada cabello me ha contado, conoce mi acostar y mi despertar... y mi camino en esta vida Él ya lo ha trazado, lo ha caminado antes que yo para ayudarme cuando por alguna razón ésta humana mujer tropiece, entonces, él estará presto a tomarme de la mano y guiarme nuevamente al camino que me hará bién.



"Y la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel" (Esto es Dios con nosotros), Isaías 7 : 14

Texto agregado el 09-04-2012, y leído por 348 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
29-05-2012 Me parece el tema algo oniríco, y confuso.Con bellas descripciones siemprearena
29-05-2012 hermoso..muy bello te dejo cien palomitas al viento.. Isita_Paloma
10-04-2012 Cuando una mujer se siente culpable por amar a su presunto gran amor... es que está siendo acosada por su pareja. Buen ejemplo de acoso psicológico de pareja. Carelo
09-04-2012 Lo leí 1º de una manera tota, preimaginando y... fallando. Gocé con las descripciones del estado de ánimo, del jardín y, sobretodo, el final, lleno de fe. Se metió en el alma femenina que a veces tiene muchos cambios de ánimo por diversos motivos. Emanuel, Dios con nosotros. ¡Una gran verdad! simasima
09-04-2012 Lo lei de una, y me dejo totalmente embelesado.Te Felicito caspion
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