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La verdad no se que hago acá, hace tan solo unas horas estaba conversando con mi gente, en mi ambiente moderno y tranquilo; ahora en medio de este mar, flotando sobre un Zodiak (Bote inflable de propósito militar), que de pura suerte se encontraba en el kit de supervivencia donado por la Fuerza Aérea, con pocos alimentos, sin ropa adecuada, con una mujer, Martha, con la que preferiría estar en una cama que en este pequeño bote y para rematar las cosas, casi 900 años en el pasado.

Todo empezó en Lima, hace como dos años, en la Universidad Nacional de Ingeniería; cuando la Doctora Hoyos (Martha para los amigos) llego con una formula basada en la hipótesis del físico Stephen Hawkins sobre el continuo espacio-tiempo, aquella que este publicase el 2012 y que creara tremendo alboroto en la comunidad científica. Martha decía que su aplicación demostraba la factibilidad de viajar en el tiempo; y en verdad ahora, en medio de la nada, le creo. No entiendo los detalles pues mi formación no es científica, si no más bien castrense, un Capitán del Ejercito entiende de estrategia, de lucha, de armas, pero no de física quántica ni de agujeros negros o teorías de la relatividad, lo único que recuerdo era la definición que ella usaba para justificar su proyecto; “el tiempo no es más que un estiramiento o espacio limitado de la existencia continuada, como el intervalo entre dos acontecimientos sucesivos”.

La doctora Hoyos logró captar la atención de los profesores de la universidad y también del AID americano, los que financiaron este fallido proyecto; fallido digo, pues se suponía que deberíamos viajar al pasado del Perú, al Tawantinsuyo, a la corte del Inca y no caer en un medio acuático y terminar navegando sin rumbo determinado. Su teoría resulto ser tan convincente que hasta está nominada para el premio Nobel.

Con los fondos proporcionado por el AID y el apoyo de muchas instituciones se inicia la construcción de la Cápsula de Hoyos, extraño artilugio con apariencia de media luna y que debería transportar a su inventora y a un antropólogo al pasado del Perú. La construcción de la cápsula es muy costosa; por ejemplo, el reactor requiere del uso de metales de alta conductividad, las llamadas “varas de energía” son de Oro sólido de 24 quilates, tienen como 90 cm. de longitud y se consume una por cada salto temporal.

¿Como entré a este proyecto? ¿Como no iba a aceptar? Tres meses fuera del cuartel en plena selva amazónica, solo para entrenar a un par de civiles en técnicas de defensa personal y el uso de armamento básico, el que ahora yace algunos metros bajo este mar.

Quien podía saber que al conocer a Martha surgiría algo especial, algo que haría aflorar los más básicos instintos de la naturaleza humana? Fue durante el entrenamiento de lucha cuerpo a cuerpo, estábamos solos en el gimnasio, le enseñaba algunas llaves de defensa personal, rodamos por el tatami, sentí su cuerpo sudoroso junto al mío, ella de espaldas contra la lona, su pecho, agitado, elevaba y descendía unos pequeños pero túrgidos senos; no podía desprender mi mirada de ellos.

- ¿Nunca has visto a una mujer? – me pregunto

- Si, pero no una como tu – le respondí mientras por primera vez prestaba atención a esos hermosos ojos pardos que parecían pedirme algo.

La bese salvajemente y fui correspondido con la misma intensidad, sin pensar en nada le arranque la malla rosa que vestía y ella hizo lo mismo con mi Keikogi. Sus muslos parecían delfines saltando sobre las olas, fuertes pero delicados. Allí mismo hicimos el amor no una si no varias veces y quedamos tendidos hasta muy entrada la noche.

A partir de ese momento todo cambio, ya no pensaba en entrenar a nadie si no en acostarme con Martha; lo hicimos muchas veces, solo quería estar con ella, una noche luego de habernos despedido, en el silencio de mi cuarto llegaron los celos. Martha iba a estar a solas con Ayax, el antropólogo, iban a estar solos los dos durante tres semanas.

Tenía que hacer algo, estoy entrenado para matar, pero no, esto no es para tanto; tenia que hallar una forma de ser yo el que viajase con Martha.

La rutina continuaba en el laboratorio, la única excepción eran mis largos “entrenamientos” con Martha, se hicieron las primeras pruebas de la cápsula, esto sin seres animados; era impresionante ver como la nave se elevaba unos 10 metros sobre el suelo y parecía estirarse infinitamente hasta desaparecer, para luego de unos minutos repetir el proceso pero a la inversa. Lo que a nosotros nos parecía minutos eran en realidad varias horas dentro del artilugio, tal como quedo demostrado por los relojes que se encontraban en la cápsula, que mostraban una diferencia de tres horas y media con respecto a los nuestros.

La nave tenia instalados dispositivos para que regresase sola a su punto, o mejor dicho, tiempo de origen en caso de no detectar actividad en ella; también contaba con una cámara, mediante la cual se guardaba registro del lugar de llegada y, mediante tomas a la cúpula celeste, se identificaba la fecha aproximada en el destino.

Según decían los entendidos, todo iba a la perfección; excepto yo, que estaba como obnubilado con Martha, solo pensaba en ella, incluso despertaba en las noches, luego de soñar que ella y Ayax compartían un lecho flotante en las arenas del tiempo.

- ¡El Cuy esta vivo!, Cuy es el nombre que damos en el Perú al Conejillo de Indias y que fue el primer viajero en el tiempo de esta aventura.

La cápsula funcionaba, lograba transportar materia orgánica sin que esta presentara daños aparentes. Todo parecía estar listo, estábamos a menos de un mes de la fecha programada para visitar al Inca y a tan solo diez días de mi partida.

La excitación de todos era clara, se notaba gran tensión en el ambiente, Ayax parecía descontrolado, su entusiasmo y mal humor iban de la mano. Insistía en adelantar la fecha, lo cual no era conveniente, pues aún faltaban pruebas previas.

.......

Mi última noche en Lima, salimos con Martha y regresamos tarde al laboratorio, directo a mi cuarto, donde dimos rienda suelta a nuestras pasiones e imaginación, al cabo de un rato nos quedamos profundamente dormidos, exhaustos de amor.

- ¿Qué ruido es ese? - me pregunto Martha.

Era la alarma del laboratorio, la que con su fuerte ruido nos había despertado, algo pasaba. Nos vestimos rápidamente y corrimos al centro de reunión, la cápsula no estaba, tampoco Ayax.

Revisamos los videos de vigilancia, efectivamente Ayax había abordado y accionado la cápsula, en su ambición había decidido hacer el viaje el solo.

El proyecto no podría completarse, Ayax no podría, el solo, cumplir todos los protocolos de la misión. Todos pensábamos que todo había acabado, cuando en eso...

- Miren ese resplandor, dijo uno de los ayudantes

- La cápsula está regresando

Efectivamente, se comenzaba a ver la media Luna, ahora alargada, que era la nave. Recupero su forma y suavemente se poso sobre la plataforma del laboratorio. Se abrió la puerta, la cápsula estaba vacía.

¿Qué había pasado con el antropólogo?, ¿Dónde estaba?, ¿Por qué había abandonado la cápsula?; tantas preguntas, una respuesta, las grabaciones de la cámara de la cápsula.

Todos en torno a los monitores, Ayax había programado la máquina para viajar al año 1200 y llegar al Cuzco, había llegado siendo noche y la posición de las estrellas correspondía a la que hubiesen tenido en esas fechas y en ese lugar.

Las cámaras también habían captado como Ayax, cogía una pequeña mochila, abría la puerta de la nave y se alejaba de ella sin mirar atrás. ¿Habría olvidado el mecanismo de regreso?

Es así como, Ayax Mancussi, el renombrado antropólogo había desaparecido en la capital del antiguo Tahuantinsuyo y me dejo el campo libre.

Con tan solo 11 días hasta la partida de la expedición era casi imposible encontrar un reemplazo para Ayax, la única otra persona, aparte de Martha, entrenada (cuando menos en teoría) para el viaje era yo.

Para mi suerte, así lo pensé en ese momento, yo viajaría con Martha al pasado del Perú, los estudios antropológicos se harían en base a muestras y grabaciones y yo estaría tres largas semanas con mi amor.

....

- Paneles en verde! Cámara rodando!

Todo está listo para el viaje, a Martha se le nota algo nerviosa, yo necesitaría llevar un par de pantalones de repuesto.

Abordamos la cápsula, tenemos un espacio de cuatro metros cuadrados, espacio suficiente para el viaje de ida y que resultaría incomodo al regreso por los especimenes que tendríamos que recolectar.

El habitáculo cuenta con dos sillas reclinables, donde nos acomodamos y aseguramos. Estamos listos para emprender la aventura.

- Cinco, cuatro, tres, dos, uno, Ahora!!!

Escuchamos la cuenta regresiva y sentimos un casi imperceptible movimiento al momento del despegue, luego nada, solo el ligero zumbido del reactor.

Han pasado cerca de cincuenta minutos desde que partimos, el silencio es abrumante, hemos conversado de muchas cosas, coincidimos en que la temperatura ha subido. Nos quitamos los cinturones de seguridad.

- Estamos solos, le digo a Martha

- Solos pero con una cámara, me contesta

Ligero inconveniente, hacer tan pública nuestra relación no es algo que nos motive a ambos.

Dos horas treinta minutos, el calor es mayor aún, nos tendemos sobre el piso de la cápsula. Nos hace recordar al Tatami de la primera vez. Ignorando al futuro público le doy un ligero beso.

- Apaga esa cosa, me dice Martha

Se refiere a la cámara, no se como hacerlo, no tiene un botón de encendido.

El calor sigue subiendo, algún tipo de rozamiento debe generarse al viajar por el tiempo. Rozamiento que quisiera emular aquí con Martha. Me acerco a la cámara, unos cables pasan muy cerca de ella. Miro a Martha, ella se ha bajado el cierre de su mameluco y este deja entrever sus bellos senos.

Cojo los cables y tiro de ellos, con algo de esfuerzo se desprenden y el indicador de la cámara se apaga. Me hecho a los brazos de Martha, la que al percatarse de que la cámara estaba apagada reacciona con todo su instinto. El sexo es furioso; las luces rojas, recién encendidas, en los paneles de la nave, le dan la atmósfera adecuada. Con nuestros movimientos no notamos las fuertes vibraciones que sufría la cápsula, hasta que un fuerte impacto nos volvió a la realidad.

Habíamos llegado, así lo pensamos, nos vestimos y notamos que nuestro viaje no se había completado, deberíamos estar en el año 1220 y según los indicadores estábamos en el 1180. Noté que la cápsula se movía ligeramente. Al no contar con ventanas no pudimos ver nuestro lugar de aterrizaje, el que, como descubrimos al abrir la escotilla y que se comenzase a inundar la nave, fue un amarizaje.

Cogí el equipo de supervivencia, saqué el Zodiak de su empaque y lo arroje hacia fuera, le indiqué a Martha que saliera y se acomodara en el bote; tomé todo lo que pude, incluso unas varas de energía, las armas, que se encontraban en un compartimento especial ya no estaban a mi alcance.

Salté al bote y comenzamos a alejarnos rápidamente, pues Martha me decía que cualquier cosa podía pasar al entrar el agua en contacto con el reactor.

Estábamos como a quinientos metros cuando la onda expansiva casi nos voltea. Estábamos solos y sin posibilidad de regreso en algún lugar del pasado.


- o -

Nos acercamos a la costa, una multitud se ha reunido, seguro que el estallido de la cápsula ha llamado la atención de algún pueblo cercano.

Nos miran, el Zodiak, que parece flotar sobre el agua debe de llamar su atención, o tal vez sea lo extraño de nuestros atuendos?

- Juma kawkita purjtasa?
- Kunamastasa jilatanaka kullakanaka?

Se escucha a lo lejos, yo hablo Quechua, y esto que escucho no lo es, acaso no estamos en el Perú? Donde habremos llegado?

Un grupo hecha al agua unos botes parecidos a los Caballitos de Totora de la costa norte del Perú.

Esto no es un mar?, es acaso el Lago Titi-Caca? Nos desviamos de Curso?

Se acercan a nosotros, serán amigables?, por seguridad cojo la vara de energía, el Oro es pesado y puede servir como porra; tengo que defender a Martha de cualquier peligro.

- Juma kawkita purjtasa?

Insisten, será Aymará? que puedo hacer para comunicarnos? Que les puedo decir, si no hablo su idioma?
El lenguaje de señas es universal, señalo a Martha y les digo:

- Martha Hoyos

Me señalo a mi mismo y digo mi nombre,

- Marcos Capra

Nos miran, sonríen y repiten:

- Mama Ocllo, Manco Capac.

Texto agregado el 29-07-2004, y leído por 337 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
29-07-2004 Vas ha tener que aprender a tirar polvos en quechua. ElTigre
29-07-2004 Eres mucho mejor de lo que esperaba, me siento orgulloso de ti. Te doy todas las estrellas que me son permitidas, mereces muchas más. ElTigre
 
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